Combatir la pobreza el 4 de mayo
La riqueza no se distribuye adecuadamente en la Comunidad de Madrid, donde las diferencias son más agudas que en otras regiones.
El 4 de mayo la Comunidad de Madrid se juega mucho. En una comunidad en la que existe un millón de personas en riesgo de pobreza, hablar de pobreza debería ser un tema recurrente.
La pobreza se convierte en un tabú cuando nadie quiere hablar de ella y nadie quiere verla, pero no es invisible, existe. La pobreza y, su cara más dura, la pobreza infantil están asociadas y predestinadas a la exclusión social, a bajos niveles de participación ciudadana y cultural, a menor alcance educativo, a más fracaso y menor rendimiento escolar, a cuidar menos la salud individual y mayor riesgo de caer en adicciones, a apreciar escasamente el entorno que nos rodea, a dependencia social, a precariedad e inestabilidad laboral, a mayor incidencia en violencia de género. En resumen, la pobreza conlleva un mayor grado de insatisfacción e infelicidad personal.
Significativamente, la comunidad más rica de España que acumula el 19,3% del producto interior bruto (PIB) con una renta per cápita de un 36% por encima de la media nacional es la Comunidad de Madrid, pero es una comunidad donde la riqueza no se distribuye adecuadamente y donde las diferencias son más agudas que en otras comunidades autónomas con menor riqueza. Madrid por las políticas que se ejercen desde hace décadas es la comunidad más desigual, según el índice de Gini.
Lo que sucede en Madrid es el resultado de la aplicación de políticas neoliberales y del individualismo más atroz. El Gobierno de Madrid se alimenta del “yo prospero a costa de los más débiles”. Porque Madrid y, de manera muy especial, su presidenta ha optado por favorecer a los que más tienen, a costa de perjudicar a los que menos tienen, y esto tiene una explicación muy sencilla, una política fiscal que no genera suficientes recursos y por tanto no se pueden redistribuir para garantizar el estado de bienestar.
Y es que en Madrid se sufren todos los condicionantes de pobreza y afectan a los más vulnerables: mayores, mujeres, inmigrantes, minorías étnicas, refugiados… Todos ellos y muchos más, padecen la desigualdad existente en muchas facetas, entre otras, en la vivienda. Madrid apenas tiene vivienda pública, alrededor de 20.000 hogares para más de 6 millones de personas, y con los precios de alquiler más caros de España.
Esto afecta de manera muy determinante a los y las jóvenes y aleja el proceso de emancipación del hogar parental y la formación de nuevas familias. Si antes de la pandemia, la juventud constituía el colectivo con la tasa de pobreza y exclusión más elevada, tras años de crecimiento sostenido de su vulnerabilidad, son ahora, de nuevo, uno de los segmentos de población en situación de mayor riesgo, dados los graves efectos de la crisis sobre sus horizontes laborales, un 40% de desempleo juvenil.
Si añadimos la ausencia de servicios públicos, la desatención a los mayores y el olvido en la aplicación de la ley de dependencia, el desequilibrio entre escuela pública y concertada en la que se pagan cuotas, no accesibles para una gran mayoría, los recortes en la sanidad pública o la renta de inserción más baja de toda España, se puede afirmar que el Gobierno de la Comunidad de Madrid no gobierna para su ciudadanía, sino para las y los selectos.
La pobreza afecta también a familias monoparentales, la mayoría son mujeres, que son las que una vez más han salido peor paradas de esta crisis, con despuntes en violencia de género y con mayores niveles de pérdidas de empleo. Mujer joven, migrante, con bajos estudios y perteneciente a un colectivo racializado. Ese sería el perfil más vulnerable ante los efectos de la pandemia.
El diagnóstico está claro, de seguir así, en las mismas manos y con unas políticas cada vez más agresivas para las minorías, Madrid se convertirá en un foco de suma desigualdad y exclusión social.
Frente a la insultante, ignorante y bochornosa frase de Isabel Díaz Ayuso sobre el socialismo y la pobreza; frente a su reflexión banal de un modo de vida madrileño basado en tomar cañas o un café, reclamamos menos frivolidad y más realismo. Una caña o un café salen muy caros en una comunidad con el 14% de la población española pero un 20% de fallecidos por covid y se convierten en privilegio para los que poco o nada tienen. Redistribución y justicia social es lo que toca para los que carecen de trabajo y para los que un sistema, cada vez más desigual, les aleja de la oportunidad de salir de su propio círculo social y poder optar a tener más y mejores oportunidades. De esto trata el 4-M.