Albert Rivera y la naranja mecánica
Los hiperliderazgos conllevan un riesgo: del todo a la nada en un suspiro.
“Nada es casualidad” es algo más que una frase hecha o, incluso, va más allá que el simple título de la canción de Chenoa. Lo que está sucediendo en la política española no es casual y más aún si el actor principal tiene que ver con Ciudadanos. La actualidad está escribiendo una de sus páginas más gloriosas y que anima a politólogos, expertos en estrategia y demás profesionales a mirar con lupa todos estos fenómenos paranormales.
Hasta la fecha, todos los días desayunamos con algún escándalo sobre los que se ha ido o han echado de la formación naranja. Vemos con asombro cómo ellos mismos se exprimen de forma natural o mecánica. Al fin y al cabo, el zumo que gotea de la boquilla es el mismo.
Sin embargo, la recogida de naranjas no siempre ha sido así, ni su fin ha sido el mismo. Hace dos años, en febrero de 2019, Ciudadanos ya gozaba de una buena cosecha, pero quería ampliar su producción de naranjas por el territorio nacional y meterlas a todas en el cesto de las elecciones generales, pero no sabía el mecanismo adecuado para llegar a ello. En ese año, la preocupación de los productores de cítricos era la de crecer a toda costa para acaparar el mercado ante el auge de las rosas socialistas y el cielo azul de los de Génova.
En cualquier caso, la preocupación máxima de Ciudadanos era aprovechar el hiperliderazgo de la cara visible de ese proyecto: Albert Rivera. Si algo o alguien sostuvo ese movimiento fue sin duda él. Todo su partido trabajó en torno a la imagen de su líder, que estaba por encima de las siglas, de los colores y del equipo. Cs fue un partido que, independientemente a quién pusiera de candidato en cualquier lista de los pueblos de España, el votante solo veía el rostro de Rivera en la papeleta. Algo que no está al alcance de cualquiera, todo sea dicho.
Nueve meses más tarde se celebraron unas elecciones generales. De querer ampliar la producción se pasó al descuido y a la devaluación de toda su producción. Los hiperliderazgos conllevan un riesgo: del todo a la nada en un suspiro. Eso fue lo que le pasó. Rivera se vino abajo y tras él todo lo que suponía su propia marca personal. Ciudadanos se estrelló, le robaron toda la cosecha y se quedó con lo que tenía en el almacén. Como hombre responsable, admitió el desastre y se fue con un gesto que siempre le honrará.
Rivera se marchó, pero dejó naranjas en mal estado en el almacén. Esas siguieron su proceso hasta el punto que ya era imposible colocar lo que restaba en el difícil mercado español. Le tocó manejar esta situación a Inés Arrimadas, quién intentó colar alguna de esas naranjas en las elecciones catalanas, pero no surgió efecto. Se vino con el cesto lleno.
Aquella producción de Albert Rivera era un problema para la sociedad. No había manera de recuperar el mercado perdido. Arrimadas y su equipo, en un último intento por salvar la temporada, se la jugaron en la lonja murciana y, de rebote, en alguna plaza más del territorio español bajo la supervisión de unos estrategas culpables del lastre de la producción. Hicieron bueno aquello de que “si algo sale mal, siempre puede salir peor”. Y en estos Cs no falló. Traiciones, dimisiones, salidas amargas y añoranzas a quienes echaron de menos a su líder naranja porque con él se vivía bien. Se vendía toda la producción y había bonanza.
El problema es que cultivar en tierra fértil no es lo mismo que en un terreno seco. Rivera, alejado del problema naranja, tiene vida propia: un despacho de abogados, un plan formativo de liderazgo y más de 5000 seguidores en dos cuentas de Telegram que le reclaman volver a la disputa política. Y es en este punto donde sus fans no pueden perder la esperanza. Los responsables de la pérdida de la producción y del contagio de las naranjas del almacén podrían preparar su última travesura. ¿Se imaginan a Albert Rivera en las listas del Partido Popular de Pablo Casado para las próximas generales?
El río ya suena, y cuando suena… Como ya saben, el agua es necesaria para cualquier cultivo. El fin sigue siendo el mismo. Para nuestro desayuno matutino nos da igual si el zumo sale exprimido de forma natural o mecánico. Es zumo. Pero, las noticias con las que nos tomamos este rico cítrico sí podrían ser otras.