La imagen internacional de Madrid
Nueve de cada diez norteamericanos que me he encontrado últimamente y han estado en España fueron a Barcelona. Fueron a un congreso académico o meramente de visita, y se emocionaron con Gaudí, con la Sagrada Familia o el Museo Picasso. Barcelona se ha convertido en la ciudad española por antonomasia. Con gran diferencia sobre las demás. Raro es que alguien te diga que le gustaría ir a Madrid.
Compruebo con tristeza que no existe ninguna concejalía en el nuevo equipo municipal del Ayuntamiento de Madrid que aluda a la gestión de la reputación internacional de la ciudad. Sorprende a estas alturas de siglo teniendo en cuenta que una buena reputación internacional sirve para atraer factores tan necesarios como inversiones productivas, turismo o grandes eventos internacionales.
Sin querer minimizar otros problemas muy serios como el de la vivienda y los desahaucios, el desempleo (y su sucedáneo, como es la precariedad laboral), se me antoja que Madrid tiene un problema de imagen serio.
A los ojos de muchos extranjeros con los que he hablado últimamente en Estados Unidos y fuera de este país, Madrid simplemente es la capital de España (ser capital para los ciudadanos de bastantes países está más ligado a un lugar de papeleo o administración que a otra cosa, véase Canadá); y el lugar donde juega el Real Madrid que, con toda su importancia, hoy es visto como el segundo equipo español por detrás del Barcelona.
Poco más. Un lugar sin mar y demasiado escorado al suroeste. Sin monumentos que hayan transcendido universalmente. Un lugar sin identidad, en suma.
Sé que no tiene un gran valor estadístico pero, como dicen, marca tendencia. Nueve de cada diez norteamericanos que me he encontrado últimamente y han estado en España fueron a Barcelona. Fueron a un congreso académico o meramente de visita, y se emocionaron con Gaudí, con la Sagrada Familia o el Museo Picasso. Barcelona se ha convertido en la ciudad española por antonomasia. Con gran diferencia sobre las demás. Raro es que alguien te diga que le gustaría ir a Madrid. A quien sea que venga de fuera le importa un comino que haya muchas empresas o que las sedes, el relativo dinamismo empresarial o la inmensa mayoría de las grandes compañías españolas y extranjeras estén en Madrid. Eso no transmite poder blando.
Una imagen de ciudad fuerte no solo crea riqueza, sino que aumenta la autoestima de los ciudadanos, lo cual en estos tiempos que corren tampoco está mal.
Y en realidad, si se mira fríamente si hay una ciudad que se parece a Madrid, es Barcelona. Con todas las diferencias, son ciudades de aluvión en las que la gente es parecida y la vida también.
Yo le diría a la nueva alcaldesa que se tome en serio la reputación de Madrid, que vale la pena. Seguro que ella sabe, como yo, las cosas que hay que poner en valor de la villa y corte: sus museos, el Retiro, el Palacio Real, su vida nocturna -que por mucho que haya decaído sigue siendo mejor que la del 95 por ciento de las ciudades del mundo-, sus barrios de vieja y nueva identidad, el legado histórico de las provincias circundantes todas ellas a tiro de piedra y una vida cultural bastante más potente de lo que se dice.
Puestos a hacer cosas nuevas y a darle un nuevo aire a Madrid, no estaría mal crear una Concejalía que pudiera llamarse de reputación de Madrid.
Y que nadie se equivoque, no hace falta tener unos juegos olímpicos para que la imagen de una ciudad sea potente. No seamos paletos una vez más.