Acompañar al enfermo de cáncer

Acompañar al enfermo de cáncer

Cuando a un familiar o a un amigo nuestro le diagnostican un cáncer, el mundo se nos viene abajo, nuestros valores se descolocan, nuestras emociones estallan y posiblemente nuestra cabeza buscará razones inexistentes que nos expliquen por qué le ha tocado precisamente a esta persona sufrir la enfermedad. Pero hay una cosa que seguro que debemos, podemos y sabemos hacer, y se resume en un solo verbo: acompañar.

ISTOCK

Hoy es el día mundial contra el cáncer de mama.

Cuando a un familiar o a un amigo nuestro le diagnostican un cáncer, el mundo se nos viene abajo, nuestros valores se descolocan, nuestras emociones estallan y posiblemente nuestra cabeza buscará razones inexistentes que nos expliquen por qué le ha tocado precisamente a esta persona sufrir la enfermedad.

Superada esta etapa, nos ponemos a buscar recursos personales para poder hacer las cosas lo mejor posible con el enfermo. Posiblemente nos preguntemos qué decirle, qué hacer, cómo hablarle... Tendremos miedo de ser demasiado pesados y buscaremos conversaciones vacías de contenido, trataremos de subirle el estado de ánimo y llenaremos sus oídos de absurdas expresiones optimistas carentes de utilidad la mayoría de las veces, trataremos de contarle otros casos que conocemos y compararemos su enfermedad con la de otras personas que ya la sufrieron con uno u otro desenlace, o, quizá, tengamos miedo a hacerlo todo mal y prefiramos huir para no equivocarnos y desaparecer. Nos han educado para compartir alegrías, pero para huir de la tristeza y del dolor. Sin embargo, sentimos la necesidad y hasta, a veces, la obligación de hacer algo por el que lo pasa mal, pero no sabemos cómo hacerlo.

Todas estas reacciones son humanas, son naturales y hasta lógicas desde nuestro esquema mental, pero en mi experiencia puedo afirmar que quizá es todo más sencillo, que cuando un familiar o amigo nuestro recibe la visita de este intruso llamado cáncer, sólo hay una cosa que seguro que debemos, podemos y sabemos hacer, y se resume en un solo verbo: acompañar.

Acompañar a un familiar o amigo con cáncer es sencillo y complejo a la vez, pero si logramos, seguramente le estemos haciendo mucho más llevadera su pesada carga.

Acompañar, del latín companio que significa compartir el pan. Acompañar es entonces algo más que ir con alguien de un sitio a otro, acompañar es compartir el pan, las emociones, las inquietudes y, sobre todo, los malos momentos. Hay muchas parejas que cuando se refieren a su novio, esposo o esposa hablan de su compañero o compañera de vida, dando al otro esa categoría de ser la persona que comparte contigo lo más importante que tenemos que es, precisamente, la vida.

Acompañar a un enfermo de cáncer requiere de tres actitudes que no siempre somos capaces de poner en marcha, pero que si lo logramos, son tremendamente reconfortantes y sanadoras: la escucha, la empatía y el respeto.

Escuchar. Escuchar significa vaciarnos de la necesidad de hablar, adoctrinar o aconsejar. Significa vaciarnos para centrarnos en el enfermo. Probablemente no sea cómodo, probablemente no nos guste lo que oímos, pero nuestro familiar con cáncer no espera que le animemos, ni que les digamos que se va a curar, en muchas ocasiones tan sólo necesita compartir lo que están viviendo, narrarnos su historia y verbalizar su forma de vivir la enfermedad, y eso sólo lo podrá lograr si tiene delante a alguien que, simplemente, es capaz de escuchar.

Empatizar. La empatía es esa capacidad que tenemos para entender y conectar con los sentimientos del otro, sin juzgarlos, aunque no los compartamos. Esa habilidad que nos permite ponernos en el lugar de la otra persona, desde su forma de ser, de pensar y de sentir. A veces tan sólo basta con que entendamos su dolor, su tristeza o su rabia, sin juzgarle, sin tratar de convencerle de que no debe estar así, a veces es tan sencillo, o tan complicado, como saber ver desde su mirada.

Respetar. Cuando la enfermedad se complica, es posible que el paciente tenga que tomar decisiones de vital importancia. Decisiones sobre si someterse o no a determinados tratamientos, sobre cuestiones de estética, o sobre su estilo y forma de vida si la enfermedad empeora. Acompañar en esos momentos a nuestro familiar enfermo desde el respeto es fundamental. Es necesario darle toda la información y ofrecerle nuestra opinión, pero respetando al máximo su voluntad y apoyando su decisión. No se trata de convencer, sino de ayudarle a tomar la mejor decisión posible entendiendo siempre su forma de vivir la enfermedad.

Acompañar a un familiar o amigo con cáncer es sencillo y complejo a la vez, pero si logramos reunir estas tres actitudes, escucha, empatía y respeto, seguramente le estemos haciendo mucho más llevadera su pesada carga.