Carta a Carmen Vela
Somos nosotros los que hemos estado estudiando sin parar mientras trabajábamos. Somos nosotros los que hemos dedicado más de la mitad de nuestra vida a la investigación. Los que defendimos nuestras tesis con el ánimo de que empezaríamos una carrera sólida. Somos nosotros a los que han condenado a la cola del paro.
El portavoz del PP en I+D+i, Alejandro Fernández, dijo que el concepto de fuga de cerebros es "un topicazo" porque se marchan los científicos españoles a la vez que vienen otros extranjeros. Esto es lo que tiene vivir de espaldas a la realidad. Cuando te dedicas a la ciencia y conoces a compañeros que te reconocen que se marchan de forma forzosa y que, probablemente, no regresen.
El miércoles 13 de febrero, como secretaria de I+D+i, realizó una valoración sobre los recortes y añadió: "A nosotros nos duele más que a nadie". Es bastante relativo. Pregunte a los científicos. El esfuerzo de nuestras investigaciones anteriores se ve paralizado. Todo lo anterior, no sirve. Hemos ido plantando semillas. Veíamos crecer nuestros proyectos, con nuevas ramificaciones y de pronto, como con una sierra mecánica, han cortado el árbol.
Y, en este panorama nos encontramos con dos vertientes en los grupos de investigación.
Por un lado, la denegación completa del proyecto. Normalmente, en este grupo se incluyen muchos programas de Ciencias Sociales y Humanidades. Pensar sobre lo que somos o lo que hemos sido y lo que hemos hecho, reflexionar, denunciar, tomar conciencia de nuestra realidad para qué se va a financiar. No es tan competitivo. No es tan rentable.
Por otro, aprobaciones de proyectos con un presupuesto paupérrimo (al que hay que añadirle las penosas condiciones publicadas en el BOE), pero al que se destinan cero euros en personal contratado. Lo que lleva a otra situación. La del personal doctor que estaba contratado en proyectos. Ya somos doctores. No nos valen los programas predoctorales. Esperábamos programas posdoctorales que no llegan. Y nuestra única alternativa era seguir investigando. Ahora la solución que nos proponen es que sigamos investigando, gratis. Tendremos que trabajar en otros empleos ajenos a nuestra formación e investigar sin compensación económica, si queremos seguir manteniendo algo de nuestra carrera investigadora.
Pero lo importante está en que si nos condenan como investigadores condenan nuestro futuro como docentes. La carrera del investigador es lenta. Poco a poco acumulas artículos y proyectos con los que debes acudir a una agencia de evaluación, la ANECA, para que te acrediten como profesor. La base sobre la que te acreditan es, principalmente, en función de tus investigaciones. Y ahora nos encontramos con doctores, entre 30-35 años, sin poder acogerse a becas posdoctorales el Ministerio (porque hay muchas disciplinas que dependen de las ayudas estatales), sin poder investigar y, en consecuencia, con muchas probabilidades de que la ANECA te deniegue la acreditación. Y, denegado, ya estás el margen del circuito investigador y no podrás demostrar nuevos méritos ante la ANECA porque no creas nuevos artículos. ¿Hay futuro? Yo le veo poco.
Porque además el tema no queda aquí. Te mueves e intentas buscar otras alternativas. Te quieres presentar a otros proyectos, pero ya no tenemos contrato con nuestra universidad. Nos hemos quedado sin universidad que nos pueda avalar y muchas solicitudes de proyectos dependen de ese matiz. Ya no eres nadie. Pero si además quiero demostrar si mi investigación es importante para la ANECA, descubro que se ha dejado de financiar el sistema de evaluación de las revistas académicas de Ciencias Sociales y Humanidades (DICE). Por lo tanto, se anula también el referente que indicaba si tu artículo tenía impacto o no en la comunidad científica. Así que se anula la carrera docente, se anula la carrera investigadora y esos años de dedicación van al cubo de la basura. Y te dicen que intentes publicar en revistas de impacto. Pero hay otro matiz. La mayoría de esas revistas te piden que el artículo esté en inglés, no por ti, sino avalado por una empresa de traducción a la que, mínimo, deberás pagarle 500 euros. Y si tu prestación por desempleo es de 600 euros, las cuentas no salen. Y si al grupo al que sigues adscrita (gratis) le han dado un presupuesto para llorar, no publican en esas revistas.
En definitiva, Vela, nos encontramos con doctores al margen del circuito investigador que no podrán demostrar nuevos méritos ante la ANECA. Y ya, si alguna vez convocan becas posdoctorales, tendremos 40 años, diez años desde la defensa de la tesis y dirán que ya no cumplimos los requisitos. Que ya estamos mayores. Pero después se difunde que la universidad no es competitiva, cuando se deja en la calle a gran parte de sus investigadores.
Y me quedo pensando en qué modelo de país se está construyendo. El ministro de Economía, De Guindos, indicaba esta semana que el turismo y la construcción (a menos ritmo) eran nuestras estrategias. Lees las noticias y te encuentras con la dificultad de los jóvenes por pagarse sus carreras, de retiradas de programa Séneca y de las becas de idiomas en el extranjero. Pero por otro lado, mientras te dicen que en España no hay dinero para personal investigador, lees bonificaciones para la contratación de personal en el proyecto de Eurovegas.
Como vocación, seguiremos pensando en hipótesis, en reglas, en métodos, en lo que habríamos hecho si nos hubiesen dejado hacerlo. Y tendremos rabia al ver el retraso que científico que se está creando. Pero yo he tomado conciencia de que hasta aquí he llegado con la investigación. Es luchar contra molinos de viento. Y entonces vuelo a escuchar sus palabras y me invade una mezcla rara, que me corta el cuerpo, de ilusiones truncadas, de esperanzas muy débiles.
Somos nosotros los que hemos estado estudiando sin parar mientras trabajábamos. Somos nosotros los que hemos dedicado más de la mitad de nuestra vida a la investigación. Los que defendimos nuestras tesis con el ánimo de que empezaríamos una carrera sólida. Somos nosotros a los que han condenado a la cola del paro. A los que nos han dejado sin nada. Así que no nos vengan diciendo que lo sienten más que nadie. No podemos creernos esas palabras. "Al carro de la cultura española le falta la rueda de la ciencia", decía Ramón y Cajal. Téngalo presente.