Así fue el asesinato de dos periodistas en directo en Virginia (EEUU)

Así fue el asesinato de dos periodistas en directo en Virginia (EEUU)

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A primera hora de la mañana, las 6:45, la joven periodista Alison Parker entraba en directo en el programa matinal de la cadena WDBJ7 para hacer una entrevista a una funcionaria de la Cámara de Comercio, Vicki Gardner, sobre el turismo local de Moneta, en Virginia (EEUU). Al otro lado de la cámara, su compañero Adam Ward grababa la escena en el Bridgewater Plaza, una zona deportiva y recreativa de la localidad. Tan concentrados estaban que ninguno se dio cuenta de que un hombre se acercaba a ellos pistola en mano. Cuando por fin se percataron no tuvieron tiempo para nada más que gritar. La cámara lo registró todo en directo, incluida la cara del asesino y sus ocho disparos. Los periodistas murieron y la entrevistada resultó herida.

En el estudio de televisión, una filial de la CBS, no daban crédito a las imágenes, como seguramente tampoco los espectadores en su casa. En sus pantallas, en medio de la típica entrevista anodina, se escucharon disparos y vieron la cara de horror de la periodista y Gardner. Todo fue muy rápido. La reportera, de 24 años, no hacía otra cosa que gritar espantada hasta que tuvo el reflejo de tratar de huir. La cámara cayó al suelo y en la cadena, la presentadora del programa, con la cara desencajada, recuperaba la conexión: "No estoy muy segura de qué ha pasado ahí, pero les informaremos tan pronto como lo averigüemos".

La confirmación de lo que se intuía no tardó en llegar. "Con extrema tristeza informamos de que a Alison Parker y a Adam Ward de la WDBJ7 los han matado en un ataque esta mañana", informaba la cadena a través de su cuenta de Twitter, donde también escribió: "Os queremos, Alison y Adam".

El director general de la cadena, Jeff Marks, compareció ante las cámaras para informar a los espectadores del crimen, y de que la policía todavía no sabía quién era el responsable de la matanza ni sus motivos. Tres compañeros de las víctimas acompañaban al jefe con el rostro abatido mientras otro hacía una foto de ese mismo instante desde la redacción y la compartía en Twitter. La escena está compuesta por periodistas que no aguantan sentados en sus sillas, brazos cruzados, pesar en los hombros, una mano que tapa una boca aún sorprendida, y todos los ojos fijos en la pantalla.

En esas oficinas no había solo compañeros. Estaban también las parejas de las víctimas.

Alison Parker, que comenzó a trabajar en la cadena como becaria, salía con Chris Hurst, también reportero de la WDBJ7. Se acaban de ir a vivir juntos, y estaban muy enamorados, aunque intentaban ser discretos, según contó él mismo. "Estoy paralizado", escribía en su cuenta de Twitter, junto a otros mensajes de desahogo.

En uno de esos tuits Hurst se acordaba de la prometida de Ward. Se suponía que este miércoles era un día agridulce para ella, de esos en los que uno se despide de sus compañeros de trabajo y cierra una etapa para comenzar otra. Era su último día de trabajo antes de mudarse a Charlotte (Carolina del Sur), donde le esperaba un nuevo trabajo como productora. Ni remotamente podría haber imaginado la magnitud de lo que le depararía el día cuando llegó al trabajo con globos y una tarta. Su novio, que con 27 años llevaba muchos trabajando en la cadena, ya no podría reunirse con ella y buscarse un trabajo en la nueva ciudad como tenían planeado.

LA BÚSQUEDA

Las autoridades se movilizaron rápidamente mientras la noticia del asesinato en directo se extendía en diferido por todo el mundo a través de televisiones, pantallas de ordenadores, tabletas y móviles. Cortaron carreteras. Cerraron colegios. La policía dijo que tenía la matrícula y el nombre del sospechoso, y en poco tiempo comenzaron a conocerse detalles del presunto autor.

No era ningún desconocido, ni para las víctimas ni para el resto de sus compañeros en la tele. Era uno de ellos, el reportero de 41 años Vester Lee Flanagan, que se hacía llamar Bryce Williams para temas profesionales.

Los responsables de la tele y el gobernador del Estado le describieron como un "empleado enfadado". Al más puro estilo Black Mirror, él mismo se encargó de explicar en su cuenta de Twitter -que ya no está disponible- por qué les había matado, y después avisó a sus seguidores de que en Facebook podían ver los dos vídeos que había hecho del asesinato. En una mano la pistola. En la otra, un aparato para grabarlo todo, desde el momento en el que se acerca a las tres víctimas y se coloca a su lado sin que ellos se den cuenta, a la espera de que entren en directo, hasta el instante en que, consumado el asesinato, echa a correr.

A ella la tenía cruzada porque había hecho comentarios racistas, según su versión. Él, negro, había puesto una queja y no entendía que a pesar de todo la hubiesen contratado. A él no le perdonaba que después de haber trabajado juntos un día, hubiese ido a Recursos Humanos a protestar.

LA LOCALIZACIÓN

Un policía vio el coche de Flanagan circulando en la carretera interestatal 66. Avisó a la central y le siguió sin más, a la espera de refuerzos.

Cuando llegaron más efectivos el agente le dio el alto pero el asesino pisó el acelerador y la persecución acabó en accidente. Según el policía, al acercarse al coche vio que el perseguido se había disparado y estaba seriamente herido.

Mientras los medios informaban sobre el estado crítico en que se encontraba Flanagan, algunos se acordaban también de que había una tercera víctima. Después de operarla de urgencia, estaba estable dentro de la gravedad, y había perdido un riñón y parte del intestino delgado.

A Flanagan/Williams le llevaron al hospital de Fairfax mientras periodistas de EEUU y otros países analizaban sus redes sociales y encontraban, por ejemplo en su LinkedIn, que había sido periodista multimedia en la WDBJ, pero había dejado la empresa en febrero de 2013 después de tres años. Antes había estado en otras cadenas en ciudades del Sur como Greenville, Savannah, y Tallahassee, según recoge The New York Times.

En realidad Flanagan/Williams no dejó la empresa, le echaron, como averiguaron otros reporteros de The Guardian. Y se lo tomó tan mal que se negó a marcharse del edificio: "No me voy, vais a tener que llamar a la puta policía. Llamad a la policía; no me voy. Voy a montar un escándalo y va a salir en las noticias", amenazó.

En 2014 demandó a la emisora por "horas extra sin pagar" y por "acoso racial" pero el caso fue archivado. En otros documentos a los que ha tenido acceso el diario se describen quejas que varios compañeros hicieron a Recursos Humanos porque se sentían "amenazados e incómodos".

Según la cadena ABC, a su redacción llegó un fax de 23 páginas de alguien que aseguraba que era el autor de las muertes y que las había perpetrado como parte de una "guerra de razas". Esta matanza sería la venganza, según explicaba, del asesinato de nuevo afroamericanos en una iglesia de Charleston en junio pasado.

Toda esta información iba saliendo a la luz mientras él se acercaba cada vez más a su fin. Murió en el hospital por heridas de bala a las 13:30 hora local de Moneta, en Virginia. Nadie lo emitió en directo pero todo el mundo lo supo al instante.