Trae a un vagabundo a su antiguo trabajo para calentar su comida y la reacción de su exjefe rompe el corazón
'Cuento de Navidad posmodernista'.
El que iba a ser un bonito gesto de una pareja con una persona sin hogar acabó trucándose y estampándose contra la durísima realidad que, desafortunadamente, rige la mentalidad de algunas personas. Ocurrió durante una escapada de fin de semana de un matrimonio a Budapest, la capital de Hungría.
La pareja aprovechó para visitar a antiguos amigos en esta capital fluvial e ir a una función de teatro, para después acabar cenando por encima de sus posibilidades. Como les había sobrado lo que él describe como "un plato para dos tan grande que incluso cuatro personas habrían quedado felizmente satisfechas" y no podían llevárselo al hotel de vuelta, decidieron que podrían dárselo a una persona sin hogar.
Pero la historia no salió como ellos pensaban. Así lo recoge el portal húngaro Promotions. señalando el relato del hombre. "Mientras caminábamos hacia la feria nos topamos en la calle Váci con un vagabundo que estaba comiendo un panecillo con su perro de Bernáthegy. Nos acercamos a él, nos dirigimos amablemente y le dijimos que queríamos darles la comida", narró el hombre, que ya conocía Budapest de haber trabajado en dicha ciudad.
Regreso al antiguo trabajo
"Le dijimos que era de un restaurante normal, con muchos tipos de carnes y guarniciones. Estaba muy feliz por eso. Le pregunté si había algún lugar donde pudiera calentarse. Dijo que no, porque lo expulsarían de todas partes", señala de una cuestión -la persona sin techo iba con perro- que no se quedó sin idea para tratar de buscarle solución.
Pensó en su antiguo empleo, un café que estaba cerca del lugar y allí le podrían calentar esa comida rápidamente. Además, a esa hora no habría mucha afluencia. "Entramos y uno de los camareros saltó inmediatamente para decir que, lamentablemente, no se puede entrar con un perro" recuerda, antes de explicarle su pasado en el local. Por cierto, era primera hora de la tarde y no había nadie a quien molestar, como él había pensado.
"Le dije que yo también trabajé allí y que realmente solo queríamos pedirles que calentaran el almuerzo del hombre; y si pudieran darle un poco de agua al perro también se lo agradeceríamos. El camarero miró al vagabundo y sonrió", cuenta. "Lo tomó para calentar la comida y luego nos preguntó si queríamos algo de beber. Invitamos al vagabundo a vino caliente y le trajeron agua al perro", explica, del amable trabajador, destacando que "el camarero tuvo la amabilidad de traer cubiertos para la comida y le dijo que los comiera adentro en el calor".
Sin embargo, todo se fue al traste cuando llegó el encargado y antiguo jefe. "Primero comenzó a gritarle al camarero por dejar entrar a un vagabundo con su perro, luego se acercó a nosotros y nos dijo que nos fuéramos inmediatamente", recuerda. Mantuvo la compostura y se acordó también de cómo había sido siempre su jefe. Nada nuevo.
"Me levanté, lo saludé, le recordé quién era y le dije que terminaríamos nuestras bebidas y luego nos iríamos. Empezó a alterarse diciendo que aquel era un lugar limpio y decente, no un pub de esquina al que cualquiera podía entrar, ni un lugar que admitiera perros. Le dije que se callara porque sólo estaba dejando quedar mal a su persona y al lugar. Simplemente dijo que estaba furioso, luego vino el camarero y se disculpó con su jefe por su comportamiento, luego añadió que estábamos invitados al vino caliente por él", explica.
¿Qué ocurrió después? Salieron del local con las tres copas para llevar, el vagabundo les agradeció la comida y el rato, se estrecharon la mano y finalizaron la historia con sendos "Feliz Navidad". Quizás, al fin y al cabo, en eso consistan las navidades y estas fiestas.