El madrileño del siglo XVII que descubrió el café de pura casualidad
La historia de Páez Jaramillo es única por la cantidad de hazañas y lugares visitados a lo largo de su vida.
A gran parte de la población el nombre de Pedro Páez Jaramillo no les resultará nada familiar, pero fue uno de los grandes hombres -y madrileños- del siglo XVI. Y no por que desarrollase una labor épica en tierras hispanas, más bien todo lo contrario.
Páez Jaramillo contó con una vida llena de acontecimientos, sobresaltos, viajes, torturas y aventuras que lo convirtieron, junto al padre Antonio de Monserrate, en el primer europeo en cruzar la región de Hadramaut, y el desierto Rub al Khali, en Omán y Yemen, sobreviviendo en condiciones infrahumanas.
Pero la historia de Páez Jaramillo se inició mucho antes, cuando decidió partir en 1588 a la edad de 24 años desde Lisboa a Goa, en India, sin saber que nunca más volvería a tierras españolas. Y es que, apenas un año después fue ordenado sacerdote, y decidió acudir a Etiopía, con la idea de llegar a Fremona, donde los jesuitas tenían a varios hermanos viviendo en condiciones pésimas desde hacía tres décadas.
Pero todo se torció cuando fueron capturados por unos piratas, que los tuvieron siete años en cautiverio en Yemen, donde Páez empezó a conocer el café, "de forma casual", según se cuenta, y llegando a ser el primer europeo en escribir sobre aquella "rara bebida".
Omán, Yemen y Etiopía: las ciudades de Páez Jaramillo
Ya en 1604, y nada más llegar a Etiopía, se produjo una de las mayores hazañas de Paéz Jaramillo, cuando logró que el emperador Za Denguel, impusiera en su territorio la fe católica.
Pero este proyecto de conversión no salió como se esperaba, ya que tres años más tarde, y debido a las prisas del emperador por implantar la religión que el madrileño -y hombre de confianza- le había transmitido, se produjo un levantamiento que se saldó con el derrocamiento a finales de 1607. En ese momento ascendió al trono el emperador Susinos.
Ese también estableció una fuerte amistad con Páez, llegando a ser uno de sus grandes confidentes, con el que se fue a descubrir el nacimiento del NIlo en 1618 tras viajar 100 kilómetros hasta el sur del lago Tana.
Al igual que intentó su predecesor, Susinios cayó embaucado por la religión que le contó el madrileño, hasta el punto de convertirse a él en 1622, siendo este uno de los grandes éxitos de Páez, que no pudo 'disfrutarlo' ya que murió el 25 de mayo de ese mismo año en Gorgora, a orillas del lago Tana.