La sanidad hiperbólica
Hay una cultura en el ambiente que considera bueno el que nos hagan pruebas diagnósticas. Lamentablemente esto choca con lo que dice la ciencia y las matemáticas. El problema es que las pruebas diagnósticas también tienen efectos indeseables.
Vivimos tiempos paradójicos. Por un lado, somos sin lugar a dudas la sociedad del exceso. Por otro, sufrimos todo tipo de recortes y angosturas. En el campo de la salud se reducen los presupuestos sociosanitarios mientras que aumentan la realización de pruebas diagnósticas y el uso de medicamentos.... ¿Qué está pasando? La respuesta corta es que nos la están dando con queso. La larga te la cuento en seguida.
Los sistemas sanitarios son estructuras enormes diseñadas para detectar enfermedades y tratarlas. Para ese fin se entrenan profesionales que se hiperespecializan, y se diseñan e implementan técnicas diagnósticas y tratamientos que evolucionan y mejoran continuamente. Si usted acude a un centro sanitario, lo habitual es que salga con al menos un diagnóstico y un tratamiento en la mano.
El problema surge cuando nos pasamos de frenada, y el sistema propone más pruebas diagnósticas y tratamientos que los que la ciencia y la prudencia exigen. En muchos casos será el propio ciudadano el que los exija: "Doctor hágame una analítica, un PSA, una mamografía", "Doctora déme algo para este catarro, para la diarrea, para poder dormir". Hay una cultura en el ambiente que considera bueno el que nos hagan pruebas diagnósticas. Lamentablemente, esto choca con lo que dice la ciencia y las matemáticas. La mala noticia es que las pruebas diagnósticas también tienen efectos indeseables, se llaman falsos positivos y falsos negativos. Es decir, a veces la prueba detecta algo como enfermedad y no lo es (lo que conllevará nuevas técnicas más agresivas y más procedimientos médicos con riesgos), o no detecta alguna enfermedad cuando ya existe. Por eso, determinar cuándo la prueba diagnóstica es útil para cada cual es una tarea que precisa de la pericia y experiencia de un médico entrenado y que, a ser posible, nos conozca (el mejor escenario es que sea nuestro médico de cabecera).
¿Quién gana con el sobrediagnóstico? Hagan la cuenta y pregunten, siempre hay alguien que vende máquinas, reactivos, pruebas o tecnología.
Con la hipermedicación pasa otro tanto. Es habitual que nuestros ancianos tomen muchas pastillas, pero cada vez más lo hacemos todos y todas a cualquier edad. Los datos de consumo de fármacos en España son de los mayores del mundo. ¿Es necesario tomar tanto? Probablemente no. Pero si acude con un síntoma a un médico sobrecargado por tener que atender a más de cuarenta pacientes ese día, seguramente no tenga tiempo de explicarle las medidas no farmacológicas para solucionar su problema (que requieren un tiempo que no tiene) y termine dándole una receta, lo que es por un lado más rápido y, por otro, suele complacer más al consultante.
¿Quién gana con el sobretratamiento? Bueno, ya saben, quien vende las pastillas.
Lo que está claro es que ni el sobrediagnóstico ni el sobretratamiento, que convierten nuestra sanidad en hiperbólica, en excesiva a la hora de plantear cursos de acción no pertinentes, benefician al ciudadano. Muchos problemas de salud no se solucionan con más sanidad, sino atendiendo sus causas, que en muchos casos son sociales, económicas, relacionales, psicológicas... El reto es pasar del eslogan "más sanidad", que es el que han seguido los políticos durante años (más hospitales, más centros, más pruebas, más servicios...) al más difícil: "mejor sanidad" que implica priorización, individualización, uso de evidencia científica y reflexión.
La próxima vez que le propongan una prueba diagnóstica o le ofrezcan un tratamiento pregunte si existen alternativas y anímese a participar en la decisión sobre cuál puede ser mejor para usted.