Los animales y "los animales"
Claro que hay que dar un trato adecuado y digno a perros, toros y cacatúas, pero no por ser naturaleza, sino por ser cultura y participar de relaciones culturales que les otorgan una cierta humanidad.
Comencemos por una obviedad: en nuestro planeta los animales son, en su amplisísima mayoría, artrópodos. Insectos y arácnidos. Tanto en número de especies como en número de individuos, los animales que no son ni insectos ni arácnidos son excepcionales, no llegan al 4%. Las vacas, las merluzas, las águilas, son animales anómalos, raros; desde luego, no representan de ninguna manera al reino animal, como sí lo hacen las garrapatas, las avispas o los piojos. Un extraterrestre que tuviera la misión de llevarse de vuelta a su planeta un ejemplar, sólo uno, para mostrar a sus congéneres cómo son los animales de la Tierra, debería escoger una cucaracha. ¿Cómo integramos este dato indiscutible en nuestras leyes de protección animal? ¿Tiene algo que decir Urtasun al respecto?
Para mi pasmo, esta obviedad no le importa un pito a ninguno de los que con frecuencia y desde la moral hablan sobre "los animales". Cada vez que planteo esta cuestión sólo obtengo exabruptos. "Vaya pijada". "Qué gilipollez". La respuesta, al parecer, es tan obvia que no se van a rebajar a dármela. Y, efectivamente, nunca se rebajan a dármela. Si insisto, llego a obtener, como mucho, un "¿vas a comparar una hormiga con un toro?". Su perro sí tiene derechos; los parásitos de su perro, no. Punto. Pero ambos, el perro y sus pulgas, tienen movilidad, desarrollo embrionario, carácter heterótrofo y tisular, sistemas sensitivos delicados, percepción de dolor e incluso organizaciones sociales. ¿Por qué “los animales” son sólo el 1% de los animales, y el 99% de los animales nunca son “los animales”?
Pues porque la idea de animal que utilizamos es un mito. No me refiero, claro está, a la idea de animal que utiliza la zoología, sino a la que estos días estuvo en boca de detractores y defensores de la decisión de nuestro ministro de Cultura de eliminar el Premio Nacional de Tauromaquia. Para que consideremos “animal” a un animal hace falta que esté dado a una escala operativa humana que nos permita establecer relaciones prácticas con ellos. Por eso las serpientes son “animales”, pero los gusanos, no. Y también hace falta que, de hecho, las establezcamos. Por eso las ratas de laboratorio son “animales”, pero las ratas de alcantarilla, no. Los animales serán “animales” en función de su relación con nosotros. No conozco a nadie más especista que un antiespecista.
Al final, un tamaño manejable por nosotros, cierta afinidad con nosotros en la cara y algún tipo de diálogo con nosotros son los factores que otorgan derechos a “los animales”. No invoquen su condición de seres vivos o sintientes, porque viven y sienten por igual animales de milímetros, centímetros o metros de tamaño. Defiendan o critiquen a Urtasun, pero salgan de Disney+. ¿De verdad envenenamos animales al limpiar el baño, los torturamos al caminar por la hierba y los asesinamos al conducir un coche? Claro que hay que dar un trato adecuado y digno a perros, toros y cacatúas, pero no por ser naturaleza, sino por ser cultura y participar de relaciones culturales que les otorgan una cierta humanidad. Y es ese papel cultural el que definirá qué es un trato adecuado y digno en cada caso. Que cada uno saque sus conclusiones.