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Lecciones alemanas para el socialismo europeo, ligado desde siempre a la UE

Lecciones alemanas para el socialismo europeo, ligado desde siempre a la UE

En la familia europea de la socialdemocracia impera, así debe ser, la regla moral y política de la fraternidad y la solidaridad con nuestros Partidos hermanos, cualquiera que sea la magnitud de los retos que confronten.

El semáforo alemán, en la UE

Una vez más, las elecciones alemanas del domingo 23-F han cumplido las predicciones. Hacía tiempo que las encuestas anticipaban el resultado finalmente decidido en las urnas, con un récord de participación digno de remarcarse (82%). La CDU, liderada por Friedrich Merz (nuevo Canciller en ciernes) y su socio bávaro CSU (derecha mainstream, de la familia del PP en la UE), emergen como primera fuerza, aunque apenas por encima del 28%. 

Lo que confirma, por cierto, la tendencia ya expandida en los EEMM de la UE a otorgar victorias magras que rara vez sobrepasan un tercio de los sufragios, en Parlamentos fragmentados y cada vez más polarizados, forzados a coaliciones hostigadas por su oposición desde el minuto uno.

La ultraderecha AfD queda segunda, por encima del 20%, primera fuerza en los Länder de las antigua RDD (la "Alemania comunista" previa a la caída del Muro), marcando un hito de apoyo en el Estado miembro de la UE que, además de fundador, se distingue por ser peso pesado en todas las categorías (la mayor economía de la zona euro, con mayor PIB, mayor población y mayor número de escaños en el Parlamento Europeo/PE, con 96, que es el máximo contemplado en el Tratado de Lisboa). El SPD, que lideraba hasta las elecciones la Coalición Semáforo (AmpelKoalition) con los Liberales y los Verdes, obtiene su peor resultado desde la Constitución (GrundGesetz) de 1949, un 16,4%. 

Es sabido que el Bundestag (cuya formación oscila desde los 703 escaños a sus actuales 630) exige una barrera de acceso (SperrKlausel) del 5% federal para acceder al reparto de escaños, de modo que los Liberales de Lindner (cuya intransigencia fiscal es el desencadenante de la ruptura de la Coalición y la convocatoria de elecciones) quedan fuera del Parlamento. 

Lo mismo sucede con la nueva formación BSW, de Sarah Wagenknecht, experimento populista desprendido desde retóricas supuestamente de izquierda, carente de representación en el nuevo Bundestag, con lo que queda reducida a ensayo con un solo chute, por lo que se vé, fallido. 

En cambio, los Verdes, aun perdiendo apoyo, se mantienen en un 10%, a costa de ser irrelevantes para una eventual coalicicón. En cambio, la izquierda Die Linke alcanza el 8,8%, con significativo apoyo del electorado joven.,

No es ningún secreto a estas alturas que, frente a los inasumibles costes y peligro antieuropeo de cualquier colaboración con la ultraderechista AfD, el entendimiento entre los conservadores mainstream y la socialdemocracia emerge como sustento de una nueva experiencia de GrosseKoalition CDU-CSU/S, toda vez que se bastan (no necesitan a los Verdes) para una mayoría (Gran Coalición que ya cuenta con numerosos antecedentes históricos que se remontan a su primera edición, 1966/1969, de la que surgió el enérgico liderazgo de Willy Brandt). 

Urge revertir la tendencia; no es suficiente demonizarla. Urge recuperar credibilidad y confianza en esos segmentos sociales que han optado con su voto por propuestas reaccionarias, regresivas, divisivas, distópicas

Y excuso comentar aquí los pormenores del debate —inevitablemente intenso, tenso, controvertido— que cada una de estas experiencias de colaboración de la derecha y la socialdemocracia alemana ha arrostrado en la propia RFA y en el conjunto de la UE.

Baste decir que, a mi juicio, buena parte de las dificultades políticas y electorales del conjunto del socialismo europeo se explican todavía a estas alturas por el altísimo precio que la Austerity Only Politics (SparrPolitik) —austeridad recesiva dictada por la coyunda entre Francia (Sarkozy) y Alemania (Merkel/Schauble)— impuso al conjunto de la UE mediante una abyecta respuesta a la Gran Recesión, por su impacto antisocial (exasperación de las desigualdades entre los EEMM de la UE y en los EEMM de la UE), singularmente sádico con la sostenibilidad social en la Europa del Sur (Grecia, Chipre, Italia, España, Portugal).

Si, entre tantas concausas, debe señalarse una causalidad eficiente en ese destructivo seísmo —populismos por doquier, desprecio de la política exponenciado en las redes sociales de la de un virulento auge de la antipolítica, y resurgimiento pujante de la ultraderecha y de discursos, actitudes y métodos fascistizantes en los EEMM y en el conjunto de la UE— que sacudió los paisajes políticos y parlamentarios de los EEMM y de la propia UE (como refleja la variación de la composición del PE), esa será, en mi análisis, el rastro de indignación, cabreo y exposición a discursos demagógicos y a la estigmatizasción de chivos expiatorios que dejó tras de sí la disparatada gestión de la Gran Recesión que se impuso en ese lapso dramático de historia reciente, 2011/2018 (encuadramiento en España del 15 M de 2015 y sus secuelas, que perduran).

Pero, en lo que ahora toca, importa subrayar hasta qué punto el SPD está obligado, esta vez, a deducir las lecciones de esa experiencia, aún reciente. En la familia europea de la socialdemocracia —cuyos círculos concéntricos se describen desde el PE (Grupo S&D, Partido de los Socialistas Europeos/PES)— impera, así debe ser, la regla moral y política de la fraternidad y la solidaridad con nuestros Partidos hermanos, cualquiera que sea la magnitud de los retos que confronten. El SPD cuenta, además, con el honor de figurar como el primer gran partido socialdemócrata fundado en lo que hoy es la UE (1875), seguido de cerca, por cierto, por el PSOE español (1879). La deuda del PSOE con el SPD es singularmente indeleble: 

Willy Brandt fue decisivo en el apoyo la refundación del socialismo español que le catapultó hacia el Gobierno de España, desde Suresnes a la histórica victoria con Felipe González en 1982, donde se acometería la modernización del país y su incorporación a las coordenadas europeas (y a la integración en la UE) sin billete de retorno. 

Esto no quiere decir que no debamos advertir, y vigilar con celo, las potenciales consecuencias de un nuevo ciclo de Gran Coalición en Alemania para el conjunto de las formaciones progresistas, máxime cuando se desempeñará el papel de socio junior, bajo el liderazgo y batuta de nuestro adversario electoral de referencia (CDU, PPE).

Y como quiera que se han vertido en escasos días ríos de tinta sobre las condiciones, dificultades y retos que empiedran las negociaciones conducentes a firmar un acuerdo de Gobierno en el que sea reconocible la caligrafía del SPD, bástenos también aquí con subrayar un apunte sobre el que he insistido mucho tanto en mis intervenciones en el socialismo europeo como en anteriores escritos. 

Ante la evidencia empírica de que la ultraderecha mantiene su hoja de ruta pujante, con resultados no vistos desde la II Guerra Mundial (no sólo en Alemania, 23 F 2025, sino en Francia, en Italia, en Países Bajos, en Bélgica, en antiguos referentes de la socialdemocracia como Suecia y Finlandia, sin que permanezca ajena a esa ola la Europa del Sur, España, Portugal y Grecia), no basta con apelar al "cordón sanitario" (BrandMauer, en alemán), esa conventio ad excludendum erigida y acordada entre las fuerzas centrales de los sistemas políticos de los EEMM y de la UE para prescindir de neofascistas y ultraderechistas en fórmulas de gobierno.

Urge revertir la tendencia; no es suficiente demonizarla. Urge recuperar credibilidad y confianza en esos segmentos sociales que han optado con su voto por propuestas reaccionarias, regresivas, divisivas, distópicas, abocadas por su propia retórica jupiterina a generar frustración y a fracasar en todo, una y otra vez, en la práctica y en la realidad de las cosas, cuyos matices, zonas grises, complejidad y contradicciones no admiten simplismos infantiles ni tóxica agresividad contra toda diferencia.

Urge restablecer la conexión emocional y movilizadora de la socialdemocracia con clases trabajadoras que se sienten arrolladas por la globalización (se autoperciben "perdedores") y abrazan la tentación del regreso a la "soberanía" de las patrias de antaño y de naciones homogéneas.

Urge restaurar los proyectos expresamente diseñados para las mayorías sociales —fortaleza distintiva del discurso del Gobierno de coalición progresista en España, excepción en una UE escorada a la derecha—, haciendo frente a los mantras antiwoke de la ultraderecha y las redes.

Urge recuperar el voto de tanta gente joven que sólo se alimenta y desinforma a través de redes sociales minadas por algoritmos adictivos, en los que sólo se escupe odio retroalimentativo e imbecilizante, segmentando a las sociedades abiertas (y las democracias lo son, deben serlo, por definición) en bloques irreconciliables, mutuamente intransigentes, tribalizados hasta la deshumanización del diferente y del discrepante.

Urge, en definitiva, que esta Legislatura del PE 2024/2029 —y desde luego la Legislatura federal del Bundestag que han decidido las urnas del 23 F en Alemania— sea la ocasión impostergable en que la socialdemocracia europea asuma -de manera conjunta, común en sus estrategias, y respuestas adaptadas a cada situación nacional en los EEMM- el reto de revertir el pavoroso curso de ruta de la ultraderecha nacionalista, henchida de rencor antieuropeo, contra sus valores fundantes y contra su Derecho, que es su razón de ser. 

A la vista de ese empuje, tan amenazador, y de su apadrinamiento a pachas entre Trump y Putin, a la socialdemocracia le va su futuro en ello, ligado como está al de la UE desde que surgió el proyecto de la integración europea.

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Licenciado en Derecho por la Universidad de Granada con premio extraordinario, Licenciado en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid, becario de la Fundación Príncipe de Asturias en EE.UU, Máster en Derecho y Diplomacia por la Fletcher School of Law and Diplomacy (Tufts University, Boston, Massasachussetts), y Doctor en Derecho por la Universidad de Bolonia, con premio extraordinario. Desde 1993 ocupa la Cátedra de Derecho Constitucional en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Es, además, titular de la Cátedra Jean Monnet de Derecho e Integración Europea desde 1999 y autor de una docena de libros. En 2000 fue elegido diputado por la provincia de Las Palmas y reelegido en 2004 y 2008 como cabeza de lista a la cámara baja de España. Desde 2004 a febrero 2007 fue ministro de Justicia en el primer Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. En octubre de 2007 fue elegido Secretario general del PSC-PSOE, cargo que mantuvo hasta 2010. En el año 2009 encabezó la lista del PSOE para las elecciones europeas. Desde entonces hasta 2014 presidió la Delegación Socialista Española y ocupó la presidencia de la Comisión de Libertades Civiles, Justicia y Asuntos de Interior en el Parlamento Europeo. En 2010 fue nombrado vicepresidente del Partido Socialista Europeo (PSE).