Los expertos hablan de forma clara sobre el miedo a una nueva crisis financiera similar a la de 2008 y destacan el aprendizaje de la banca europea: "Se han hecho los deberes".
El CEO de la matriz de Facebook e Instagram comunica a sus empleados que " la mensajería empresarial va a ser probablemente el próximo gran pilar de nuestro negocio"
Hizo creer al mundo que había inventado un sistema revolucionario para abaratar los costos de los análisis de sangre, pero era mentira. La prensa la destapó.
Me sigue sorprendiendo la fe ciega que tienen algunos en el emprendimiento, única vía posible para resolver todos los males económicos de este país. Porque, si uno mira la composición de nuestro tejido empresarial, verá que vivimos en tierra de emprendedores. De los algo más de tres millones de empresas que hay, 1,8 millones no tienen asalariados y 1,5 no llega a 10 trabajadores.
Como el resto de empresas fabricantes de smartphones, la manzana necesita para sus creaciones un extraño mineral llamado coltán. Según Amnistía Internacional y la ONG Afrewatch, su extracción es llevada a cabo con mano de obra infantil, niños de apenas siete años que trabajan una media de 12 horas al día.
Algún día no muy lejano, cuando abramos nuestro perfilito de Facebook veremos una pestaña de solidaridad con los Conflictos de los Grandes Lagos. Podremos criticar la minería ilegal en la República Democrática del Congo. El perfil tendrá una alerta por cada víctima en Yemen. Y en Siria.
Primero fue Dios, luego fue la razón, y ahora, por lo que parece, son los datos y la computación. Le fe ciega en el poder benefactor de la información almacenada en los grandes centros de datos de todo el mundo parece que ha sustituido a la que antes profesábamos a la religión o la política.
Cuando a principios de 2005 la demanda de ingenieros e informáticos comenzó a crecer en Silicon Valley, Steve Jobs selló en nombre de Apple un pacto secreto e ilegal con Eric Schmidt, CEO de Google, para mantener bajos los salarios.
El fenómeno de Podemos demuestra que cada vez hay una sima más grande entre los progresistas que podríamos llamar de primera, aquellos que tienen un trabajo, una casa en propiedad y un proyecto vital más o menos claro, y el resto, muchos de ellos jóvenes -pero no solo- cansados de esperar y a los que solo mantiene conectados al sistema la cultura del low cost.
¡Cuidado! Lo de la economía colaborativa suena bien, suena cool, pero son muchos los que se amparan en este mantra lleno de buenas intenciones para ganar posiciones, caiga quién caiga. Detrás de Facebook, Twitter, Instagram, Google, Airbnb o la propia Uber, hay potentes inversores dispuestos a maximizar a toda costa los miles de millones de dólares que han puesto sobre la mesa.