Egipto: fue bonito mientras duró
Hoy, cinco años después, y tras pasar un par de años en El Cairo, solo puedo decir que me siento triste por lo lejos que han quedado las ilusiones de la llamada Primavera Árabe. El Egipto que he visto no es el que quería que fuera. Egipto no me ha contagiado ilusión ni revolución, sino más bien rabia y tristeza por ver, día a día, cómo iba muriendo el espíritu del cambio. Hoy es, en su mayoría, un país enfadado, lleno de propaganda, desilusión, víctimas inocentes, odio, e incluso, a veces, arrepentimiento por lo que pasó.