La plaza Tahrir, un clamor contra el presidente de Egipto Morsi: "¡Vete!" (FOTOS)
Decenas de miles de personas se congregaron este domingo en la plaza Tahrir de El Cairo para pedir la renuncia del presidente de Egipto, Mohamed Morsi.
Según pudo comprobar Efe, algunas de las marchas llegaron a la céntrica plaza, donde los manifestantes ondean banderas egipcias y portan pancartas en las que está escrita la palabra 'Erhal' (Vete), en alusión al presidente islamista.
Según la agencia oficial de noticias Mena, al menos 46 personas armadas fueron arrestadas este domingo en El Cairo y la vecina provincia de Guiza, y otra en la ciudad mediterránea de Alejandría que supuestamente vendía botellas de agua contaminada entre los manifestantes.
Además, la policía egipcia detuvo hoy a 17 hombres armados cuando se dirigían hacia la manifestación en favor del presidente egipcio también en El Cairo, informaron fuentes de seguridad, que añadieron que se han interceptado grandes cantidades de armas a personas que se dirigían hacia esa manifestación.
Varias sedes del partido Libertad y Justicia, de los Hermanos Musulmanes, han sido atacadas y quemadas por opositores en las provincias de Sharqiya (en el delta) y de Beni Suef (al sur de El Cairo), mientras que asaltantes destruyeron el mobiliario de un local de la formación gobernante en el este de Alejandría.
UN AÑO DE MORSI
Este domingo se cumple el primer año de Morsi como presidente con un claro descontento político y social que lo ha puesto en el ojo del huracán por parte de los opositores, quienes exigen su renuncia y elecciones anticipadas.
Hace un año, tras imponerse en la segunda ronda a Ahmed Shafiq, exprimer ministro del régimen de Hosni Mubarak, el islamista juraba su cargo "considerando los intereses del pueblo de manera total".
Ahora, frente a quienes le critican por seguir los dictados de los Hermanos Musulmanes (grupo en el que militó hasta acceder a la Presidencia), él defiende su legitimidad y el juego democrático.
Mursi comenzó su andadura con el polémico restablecimiento de la Cámara baja del Parlamento, que estaba dominada por islamistas y había sido disuelta por la justicia. El Tribunal Constitucional no tardó en revocar su decisión, en un preámbulo de futuras disputas judiciales.
En sus primeras semanas, Mursi ordenó liberar a los presos políticos de la revolución y formó un nuevo gobierno de islamistas y aliados, a cuya cabeza puso a Hisham Qandil, hasta entonces ministro de Recursos Hídricos y de bajo perfil político.
La muerte de 16 soldados egipcios en el Sinaí en un confuso ataque terrorista en agosto pasado precedió al desmantelamiento de la cúpula del poderoso ejército egipcio.
El islamista mandó al retiro al entonces jefe de las Fuerzas Armadas, Husein Tantaui, y a su "número dos", Sami Anan. Un golpe mortal que acompañó con una maniobra para recuperar el poder que el Consejo Superior de las Fuerzas Armadas había ejercido desde la caída de Mubarak.
BLINDADO
Entre sus primeras salidas al exterior, Mursi visitó países como Arabia Saudí, China e Irán, si bien logró su mayor proyección internacional con su mediación para que Israel y el movimiento palestino Hamás alcanzasen una tregua tras la ofensiva de noviembre en la franja de Gaza.
Apenas unos días después de ese éxito diplomático, el mandatario sorprendía a los egipcios con una declaración constitucional en la que blindaba ante la justicia sus decisiones.
Este movimiento derivó en masivas protestas, huelgas de jueces, disturbios que se saldaron con muertos y heridos, y la desconfianza de quienes llegaron a ver en él a un nuevo faraón.
En el fondo, la estrategia de Mursi pretendía salvaguardar la redacción de la nueva Constitución a manos de los islamistas y la celebración de un referéndum en diciembre, que permitió su aprobación pese a ser rechazada por los votantes en El Cairo.
A diferencia de lo que deseaba el gobernante, la nueva Carta Magna no supuso el fin de una transición democrática repleta de turbulencias y huérfana de un poder legislativo completo.
MÁS PROTESTAS
El segundo aniversario de la revolución en enero marcó una nueva ola de protestas violentas contra Mursi, que propuso un diálogo nacional poco convincente. En su lugar, la oposición insistió en la reforma constitucional, un ejecutivo de unidad nacional y las dimisiones del primer ministro y el fiscal general.
Entre tanto, Mursi reforzó la presencia de islamistas con cambios en ministerios, gobernadores e instituciones del estado, otro motivo de ira para la oposición, que lo acusa de favorecer que los Hermanos Musulmanes y sus aliados monopolicen el poder.
La inestabilidad política ha influido, además, en el deterioro de la economía. La crisis del turismo y de la inversión extranjera ha motivado la disminución de las reservas de divisas, el desplome de la libra egipcia y la subida de los precios, lo que ha elevado el descontento popular.