Entran por la puerta esos padres amorosos con su bolita de niño, 5 ó 6 capas de abrigo que no le han quitado durante los 15 minutos en la sala de espera, que el niño tiene ya los ojos como un pescao cocido. Asomando tímidamente por un orificio de la nariz se atisba lo que parece que es algo líquido y transparente, un moco.