El médico de mi hijo descendió de la nube
En mi primer libro pretendo hacer un repaso sobre esas cosas que les pasan a los niños, normalmente a media noche o justo cuando vamos a salir de viaje. Entonces surge la duda: ¿Salimos corriendo a urgencias, echamos allí las horas o tiramos de conocimientos y seguridad?
En estos últimos tiempos, el ciudadano como tal personaje individual está perdiendo capacidad, autonomía y potestad en favor de entes no bien delimitados como son el Estado, los mercados, los medios de comunicación y los médicos, por citar solo alguno de los que atañen a mi entorno y por enfocar un artículo de salud correctamente.
Cuando entramos en crisis, hay una tendencia a ceder el mando y el poder de decisión a estos entes superiores que nos deberían sacar del atolladero, pero eso no sucede. En medio de una gran crisis todavía hay gente que cree que papá Estado vendrá a solucionar nuestros problemas. Ante cualquier alteración, pongamos por ejemplo climatológica, nevadas en invierno, inundaciones o lo que sea, el mensaje siempre es el mismo: los servicios públicos no estuvieron a la altura. Siempre se exige que alguien nos rescate. Todos pagamos nuestros impuestos y estamos en nuestro derecho de recibir servicios de calidad, pero no nos damos cuenta de lo que podríamos llamar nuestra función pública particular.
Ante cualquier problema, el mundo se nos reduce y quedamos solos, debe ser cada uno el que tome las riendas de su entorno y de sí mismo. Si hubiere ayuda externa mejor que mejor, pero lo más importante es lo que yo pueda hacer por mí mismo y como padre o madre, por mi familia, por mis hijos, por mi entorno.
Esta sensación de solidaridad comunitaria o incluso de guardián de la manada, se pierde día a día. Ante una mínima enfermedad o problema de nuestro hijos, delegamos rápidamente nuestra responsabilidad y acudimos al pediatra. Unas décimas de fiebre supone una crisis familiar y puede trastornarnos todo. Una caída del tobogán, un simple chichón, una picadura de avispa... todo son razones para delegar nuestra responsabilidad en un profesional. Un hielo en la frente no es suficiente, hay que ir al hospital por si el chichón supone un traumatismo craneoencefálico, una picadura de avispa en sí misma es causa de ir a urgencias, por si acaso fuera una crisis de alergia con shock anafiláctico. En las casas ya no hay agua oxigenada para limpiar las heridas de las rodillas de los niños, ni un mínimo botiquín de primeros auxilios, es mejor ir a urgencias, no sea que cualquier herida se infecte con algún germen peligrosísimo y haya que amputar.
Así comenzaba mi andadura en el lanzamiento de El Huffington Post en junio de 2012, toda una declaración de intenciones escrita en un medio digital, escrita en La Nube. Toda mi existencia pública ha sido hasta ahora en las redes sociales, desde mayo de 2010 que inicié mi blog El médico de mi hij@, siempre con una misma idea: transmitir información para conseguir padres autosuficientes en el cuidado de sus hijos, lo que he dado en llamar crear padres sabios. No significa que cada padre tenga que prescindir del profesional y erigirse en el médico de su hijo, significa que los padres puedan adquirir conocimientos y confianza suficiente para lograr una autosuficiencia que nos aporte más grados de libertad y nos permita huir de la dependencia más absoluta.
Con estos tres párrafos comienza también mi primer libro, con el subtítulo de Resuelve por ti mismo los pequeños problemas de la crianza de tu bebé. Sale a la venta el 3 de abril en formato papel y también ebook de la mano de Temas de Hoy editorial del grupo Planeta. En él que pretendo hacer un repaso sobre esas cosas que les pasan a los niños, normalmente a media noche o en fin de semana, justo cuando vamos a salir de viaje o en el peor momento posible. Entonces surge la duda: ¿Salimos corriendo a urgencias, echamos allí las horas y nos contagiamos de algo que no llevábamos o tiramos de conocimientos y seguridad personal para afrontar la situación?
Mis respuestas están en este libro que recoge muchas de las ideas que a diario se repiten una y otra vez en el grupo de Facebook del que surge. Mi agradecimiento a todos ellos, 16.000 componentes creando inteligencia colectiva.