Magisterio debiera de ser una de las profesiones más cuidadas, no a nivel de conocimientos en materias, que también, sino en sensibilidad social, en fibra emocional, en aristas de ética, en capacidad docente, en corazón de valores y en sentimiento profundo de responsabilidad social. Un niño en manos del maestro es como un bloque de mármol en el que clase a clase hay que modelar a pequeño golpe de palabra y emoción y sacar una figura que sea la base de un ser humano sólido y honesto.