De acuerdo con la ONU, 146.000 personas han cruzado ya la frontera entre Birmania y su vecino desde el pasado 25 de agosto, cuando un nuevo estallido obligó a escapar a estos musulmanes.
Solo en Bangladesh un cuarto de millón de mujeres, muchas de ellas solas, trabaja para acallar su hambre y la de sus hijos. A nosotros, bienvivientes en el Occidente cristiano, democrático, libre y solidario, Fatema y todas las demás nos importan, de hecho, un carajo.
La tragedia ocurrida en Bangladesh ha puesto en entredicho, una vez más, el cumplimiento de los derechos humanos y de los derechos del trabajo por parte de empresas de nuestro país y de la UE y de otros Estados civilizados. La precariedad persiste en muchos países castigados por el hambre.