La industria textil de Bangladesh sigue igual un año después del derrumbe con más de 1.100 muertos
Un año después del derrumbe de un edificio que mató a más de 1.100 personas en una fábrica en Bangladesh, los trabajadores de la confección del país asiático permanecen expuestos a condiciones de trabajo peligrosas, muy lejos de los esfuerzos de reformas ampliamente publicitados y prometidos por las cadenas de ropa que operan en la zona, según revela un nuevo informe.
El estudio, publicado el lunes por el Centro de Negocios y Derechos Humanos de la Universidad de Nueva York (NYU por sus siglas en inglés), señala que los dos principales planes de seguridad impulsados en el último año por las empresas internacionales del sector no tienen en cuenta, pese a su tamaño y alcance sin precedentes, los "grandes riesgos" que afectan a millones de trabajadores.
De un total de entre 5.000 y 6.000 fábricas e instalaciones del país, menos de 2.000 estarán cubiertas por los programas internacionales, ha señalado Sarah Labowitz, coautora del informe.
"Hay fábricas registradas en la asociación comercial de Bangladesh, y un mundo aparte de fábricas que no están registradas en absoluto", ha dicho Labowitz , codirector del Centro de la NYU para Empresas y Derechos Humanos. "La pregunta es: ¿cómo se cubre ese grupo restante de fábricas?".
Después del colapso del edificio de fábricas en las afueras de Dhaka de hace un año, las empresas de venta de ropa se unieron para formar dos pactos: el Acuerdo sobre Seguridad en Incendios y en la Construcción y la Alianza para la Seguridad de los Trabajadores de Bangladesh. El Acuerdo está integrado en gran parte por empresas europeas, mientras que la Alianza fue encabezada por las empresas textiles más poderosas de EEUU. Ambos abarcan más de 175 minoristas de todo el mundo, incluyendo a titanes de la industria como Walmart, Zara, H&M y Gap.
Actualmente se están realizando inspecciones en las fábricas de ropa de Bangladesh. La Alianza ha analizado hasta la fecha 400 fábricas y el Acuerdo otras 300. Ambos han encontrado problemas graves en toda la red de fábricas, según un informe de The New York Times.
"Tanto la Alianza como el Acuerdo centran sus esfuerzos en las fábricas que proveen a sus empresas", mantiene Ellen Tauscher, presidenta de la junta directiva de la Alianza, en declaraciones a The Huffington Post. Tauscher añade que la organización está trabajando estrechamente con el Gobierno de Bangladesh y terceras partes "para que puedan desarrollarse estándares comunes que puedan exigirse en todo el sector".
Los representantes del Acuerdo no respondieron a las preguntas de The Huffington Post.
Pero los problemas a los que se enfrenta la industria de la confección bengalí van mucho más allá de la necesidad de realizar inspecciones. El horror de Rana Plaza arrojó luz sobre una industria viciada en sus fundamentos que algunos piensan que se ha escapado de las manos de los propios minoristas.
La forma en que las multinacionales compran la ropa a las fábricas (a menudo de forma indirecta, a través de subcontratas) crea un ambiente caótico en el que las propias empresas pueden no saber de dónde provienen sus productos, según el informe de la NYU. Los proveedores se apoyan en los subcontratistas cuando no son capaces de satisfacer las exigentes demandas de los minoristas, que presionan constantemente para mantener sus tiendas surtidas. Esto permite que los pedidos puedan abastecerse en fábricas que se encuentran fuera de la red y, a menudo, no cumplen las normas mínimas de seguridad, esquivando los ojos de los inspectores.
Al pedir la ropa a través de subcontratistas, la cadena de suministro se vuelve mucho más compleja y casi imposible de controlar. Tras las muertes en Rana Plaza, la minorista italiana Benetton afirmó que no tenía vinculación con ninguna de las fábricas en el interior del edificio destruido. Cuando salieron a la luz fotos de ropa de Benetton entre los escombros, la empresa cambió su versión. El directivo Biagio Chiarolanza explicó a The Huffington Post que uno de sus proveedores indios habían subcontratado dos pedidos de una de las fábricas. La empresa atribuyó el cambio a su inmensa cadena de suministro, que incluye a 700 fabricantes de todo el mundo.
Mientras tanto, el Gobierno de Bangladesh sigue sin poder hacer algo por la seguridad de sus trabajadores, paralizado por la corrupción y la falta de recursos. La débil legislación laboral y la escasa capacidad de aplicarla han permitido que la industria local ostente el poder y frene los intentos de regulación. La industria de la confección constituye un impresionante 80% de las exportaciones del país, lo que permite que los grandes del sector tengan gran influencia en la política.
"El Gobierno de Bangladesh carece de la voluntad política, la capacidad técnica y los recursos necesarios para proteger los derechos básicos de sus trabajadores", señala el informe, que pide al Gobierno local que recupere su sistema de regulación en lugar de subcontratarlo a perros guardianes financiados por empresas extranjeras.
Muchas familias afectadas por la tragedia de Rana Plaza siguen esperando alguna compensación. Los minoristas, las ONG y el Gobierno de Bangladesh se unieron para formar un programa de compensación considerado "innovador", pero el dinero necesario sigue sin reunirse. Las marcas se han comprometido a aportar 15 millones de dólares, muy lejos de los 40 necesarios. La minorista angloirlandesa Primark , que ha admitido que algunas de sus prendas se fabricaban en Rana Plaza, ha contribuido con 7 millones.
Este artículo se publicó originalmente en The Huffington Post. Traducción de María de Sancha.