Houston, Bangladés y el calentamiento global
Este verano han fallecido más de mil personas como consecuencia de las inundaciones en el sur de Asia.
Las imágenes de Houston y de otras áreas afectadas por el huracán Harvey son demoledoras. Hay numerosas fotografías de mujeres, hombres, niños pequeños y mascotas atravesando zonas inundadas con la esperanza de ser rescatados en bote o en helicóptero. También hemos podido ver fotos de ancianos en una residencia, con el agua por la cintura, esperando a que los rescataran. Sucesos terribles.
Pero no hay de qué preocuparse porque Estados Unidos es un país rico que cuenta con un gran número de botes salvavidas, helicópteros y profesionales cualificados para ayudar a las víctimas del huracán. También hay sitios en los que se pueden refugiar los afectados, que además tienen acceso a cuidados sanitarios y a alimentos. Por muchos estragos que cause el huracán Harvey, la situación sería mucho peor sin estos recursos.
En este contexto, a lo mejor deberíamos pararnos a pensar en Bangladés, ese país del sur de Asia con una elevada densidad de población en el que viven más de 160 millones de personas. Prácticamente la mitad de sus habitantes residen en zonas llanas situadas a unos 10 metros por encima del nivel del mar.
Bangladés tiene temporadas de lluvias monzónicas que siempre provocan inundaciones, además de ciclones ocasionales. Es probable que los monzones y los ciclones sean más intensos en los próximos años como consecuencia del cambio climático, lo que significa que las inundaciones serán peores.
Bangladés no cuenta con muchos recursos para asistir a aquellas personas cuyas casas han quedado inundadas. No tiene tantos botes ni helicópteros ni profesionales cualificados para rescatar a los que han quedado atrapados. Tampoco puede garantizar que las personas que consigan escapar tengan acceso a un refugio o a cuidados médicos, ni siquiera a agua potable. Esto significa que es más probable que en Bangladés muera mucha más gente por culpa de las inundaciones, como consecuencia del impacto del calentamiento global.
Por irónico que pueda parecer, mientras Houston y Texas sufrían las consecuencias de Harvey la semana pasada, se derrumbaba un edificio en Mumbai (India), probablemente por culpa de la presión de las lluvias monzónicas y de las consecuentes inundaciones. De acuerdo con el New York Times, fallecieron 19 personas y otras 30 fueron rescatadas de los escombros del edificio.
En lo que va de verano, han muerto más de mil personas en el sur de Asia por culpa de las inundaciones provocadas por los monzones. Y es probable que veamos más accidentes como el derrumbamiento de este edificio, además de ahogamientos, por culpa del calentamiento global.
En Estados Unidos, el debate sobre el calentamiento global sigue estando dividido entre los que quieren que el Gobierno intervenga y los que defienden la libertad de mercado. Es un sinsentido.
Permitir que se sigan emitiendo gases de efecto invernadero sin pagar por los daños ocasionados es como permitir que una familia tire las aguas residuales de su casa al jardín del vecino. Nadie defiende que eso de tirar las aguas residuales al jardín del vecino sea uno de los principios de la libertad de mercado. Todo el mundo entiende que somos responsables de gestionar nuestras aguas residuales sin perjudicar a nuestros vecinos.
Pasa lo mismo con los gases de efecto invernadero que provocan el calentamiento global, aunque la cadena de causalidad sea algo más complicada. Llegados a este punto, tenemos pruebas bastante claras de que el planeta se está calentando, como la subida del nivel de los océanos y el aumento de intensidad de las tormentas. También sabemos que las emisiones de gases de efecto invernadero son la causa principal.
Por esta razón es tan apropiada la analogía de las aguas residuales y el jardín de los vecinos. Estados Unidos y otros países ricos imponen costes enormes —incluso la pérdida de numerosas vidas— mediante las emisiones de gases de efecto invernadero.
Era de esperar que un capullo rico como Donald Trump no quiera pagar por el daño que le hace al mundo, especialmente si las personas afectadas tienen la piel más oscura que él, pero esta postura no es seria. No tiene nada que ver con la filosofía de mercado; es una cuestión de no aceptar su responsabilidad.
Las emisiones de Estados Unidos y de otros países ricos tendrán como consecuencia un montón de desastres similares al huracán Harvey en Bangladés y en muchos países en vías de desarrollo. Deberíamos hacer algo cuanto antes para limitar los daños. También deberíamos proporcionar a estos países la ayuda necesaria para lidiar con los desastres que les afectan por nuestra culpa. No es cuestión de caridad, es cuestión de darnos cuenta de que no podemos ir por ahí arruinándole la vida a los más pobres solo porque seamos ricos y poderosos.
Este artículo fue publicado originalmente en el 'HuffPost' EEUU y ha sido traducido del inglés por Lara Eleno Romero