Este octubre, Oxfam Intermón ha cumplido 60 años. Me gustaría compartir con las personas que seguís este blog tres agradecimientos, tres retos y tres compromisos que para mí marcan, o deberían marcar, este momento de nuestra historia.
Si continúan las tendencias actuales, en 2030, 69 millones de niños morirán debido a causas evitables -neumonía, diarrea, malaria...-, 167 millones de niños vivirán en la pobreza y 750 millones de mujeres se habrán casado siendo aún niñas. ¿Estamos dispuestos, como sociedad, como ciudadanos, a permitir que eso suceda?
Existe un extraordinario pensamiento africano organizado en forma de centros de reflexión capaz de generar propuestas para cada uno de los países del continente, para el conjunto del mismo y para el ámbito global, sin cuya transformación sería imposible afrontar los problemas regionales y locales.
Luchar por justicia tanto nacional, como internacional, no es un deber enfocado en el individuo, como lo pretende el modelo neoliberal. Es un proyecto común, político, tanto de los ricos como de los menos ricos, no tarea de una vanguardia ilustrada y millonaria. Por eso la llamada ayuda al desarrollo no debe ser solo una cuestión de donaciones individuales a ONGs sino un tema de políticas públicas de redistribución de la riqueza mundial.
El nuevo Gobierno que salga de las urnas tras las elecciones del próximo 20 de diciembre debería tener un compromiso firme para cambiar la tendencia de los últimos años de debilitar nuestro sistema de cooperación para el desarrollo, con el objetivo de situar a España en el camino para cumplir sus compromisos y avanzar hacia una sociedad más incluyente y sostenible.
La implementación de la Estrategia de Infancia de la Cooperación Española tendrá importantes implicaciones para todos los niños y las niñas; en concreto para los más vulnerables, que viven en los países a los que llega nuestra ayuda oficial. Este instrumento garantiza que la infancia y su bienestar sean ámbitos prioritarios de la política de cooperación española.
Las consecuencias humanitarias de los conflictos armados en República Centroafricana, con apenas 4,6 millones de habitantes, se sienten en cada uno de ellos y especialmente en el casi medio millón de desplazados internos y el otro medio de refugiados en países frontera. ¿Volver? Todos aprietan para que cada uno vuelva a su sitio, pero, ¿qué sitio y qué condiciones?. Los indicadores humanitarios, de pobreza, de ingreso, son devastadores.
Del 13 al 16 de julio, como miembro del Parlamento Europeo, participé en la III Conferencia Internacional de Financiación al Desarrollo en Adís Abeba (Etiopía). No sé si calificar de sorprendente que los medios españoles no encontraran hueco para dar a conocer lo que allí nos jugábamos.
Tres semanas después de que el terremoto golpeara Nepal, me dirigí a Katmandú desde Bombay junto con un equipo de médicos. El registro fotográfico de esta experiencia vital cuenta una historia que no soy capaz de expresar en palabras.
Invertir más en la infancia y hacerlo de manera más inteligente, sobre todo en la población infantil más marginada, debe estar en el centro de los debates. Sin una inversión bien orientada, la supervivencia y el futuro de los niños estarán en juego. Pero también lo estarán la prosperidad y seguridad del propio futuro.
Entregar una caja con cepillos de dientes limpios, dentífrico, purificador de agua y unas pastillas de jabón a una familia totalmente devastada que ha perdido su casa y su granja, parece una ayuda simbólica tras un desastre como el terremoto en Nepal. Pero para Balbahadur Ghale y su familia este kit de higiene es un salvavidas.
Ser pequeño es hacer el alarde de desembolsar generosamente cuando uno se siente rico y cerrar el grifo de malas maneras en cuanto se acaba la abundancia. Zapatero empezó a lo grande, recogiendo el objetivo del 0,7 del PIB que exige la ONU a los países desarrollados. Pero luego, con la crisis, se le borró la sonrisa y cayó el hacha sobre el presupuesto destinado a la cooperación internacional.
En los 20 años transcurridos desde las movilizaciones en España para destinar el 0.7 % del PIB a la ayuda al desarrollo, millones de vidas han sido salvadas en crisis humanitarias por la acción gubernamental y de las ONGs que tenemos capacidad operativa para actuar en la frontera, combinando recursos públicos con las solidarias aportaciones privadas.