La pequeña gran hazaña de Lakshmi en la lucha por la igualdad
Cuando Lakshmi, una joven de 29 años, me cuenta que es mejor negociante que su marido, no puedo ocultar compartir su orgullo con una sonrisa. Y esta espontánea inyección de alegría no la atribuyo solo al proyecto de la Fundación Vicente Ferrer del que soy responsable, sino, sobre todo, a mi condición de mujer. Soy consciente de que mi papel, aunque afortunadamente no es único, es algo excepcional en un país con los índices más altos de brecha de género de todo el mundo. Este índice expone la desigualdad entre hombres y mujeres midiendo su participación en la economía, en el trabajo cualificado, en política, en el acceso a la educación y en la esperanza de vida.
La infravaloración de las mujeres en cuestiones públicas o privadas está directamente relacionada con la falta de oportunidades. Las sociedades patriarcales que persisten en relegar a un segundo plano a las mujeres deben abandonar esa obstinación porque impulsar su inclusión es impulsar el progreso del conjunto la humanidad.
El proyecto de la FVF en Anantapur demuestra que arrancar desde el mismo punto de partida que los hombres permite a las mujeres participar en el fortalecimiento económico y social de las zonas rurales. Por eso debemos establecer una carrera justa entre todos y todas.
Lakshmi accedió a un microcrédito de 13.000 rupias a través del Fondo de Desarrollo de la Mujer. Con ese dinero compró una búfala y montó un negocio para vender leche. Dos años más tarde reinvirtió sus beneficios en otra búfala y en una tienda de frutas y verduras. Actualmente mantiene a su familia gracias a su capacidad de gestión y sus competencias comerciales. Controla sus ingresos y ahorra para dar un futuro a sus hijas. Los tiempos en los que el terrateniente le pagaba la mitad por el mismo trabajo que hacía un hombre en el campo han pasado a la historia.
Sé que puede parecer un pequeño paso en la lucha por la igualdad, pero es un gran avance para las mujeres rurales de la India y, por ende, para todo el territorio al que contribuye a desarrollar en este proyecto ambicioso que es la justicia social. Sin ellas resulta imposible erradicar la pobreza. Por eso, la fuerza de Lakshmi y su determinación resultan tan ejemplares para el resto de las mujeres que vivimos en Anantapur. Nos enfrentamos al patriarcado con principios tan sensatos como la igualdad. Esa valentía requiere constancia y unión y solo quien ha sido víctima de tanto silencio es capaz de compartir un sentimiento de orgullo tan intenso como el que sentimos las mujeres de Anantapur ante la pequeña gran hazaña de Lakshmi.