La bicicleta de Sirisha
Para algunas personas, la bicicleta forma parte de un imaginario colectivo que nos transporta a momentos de la infancia, a veranos que parecían no tener fin. En la vida de Sirisha ha adquirido un protagonismo aún más especial, representa un símbolo de progreso y esperanza.
Sirisha tiene 15 años, nació en el seno de una familia sin recursos en Upanesinepalli, una aldea remota del sur de la India. Desde pequeña siempre ha demostrado mucha inquietud y curiosidad por aprender; le gustaría estudiar medicina en alguna universidad de Anantapur. Por la precaria situación de su familia, parecía destinada a engrosar los índices de abandono escolar que predominan en los pueblos de la India en las jóvenes que acaban primaria.
Pero no solo ha seguido estudiando secundaria, sino que ahora dispone de una cómplice con la que comparte cada día el camino a la escuela: su bicicleta. Antes tenía que hacer el trayecto a pie y perdía clases porque tardaba mucho. Además, llegaba a casa ya entrada la noche y no podía ayudar a su familia. Desde hace dos años, recorre con su bici los dos kilómetros que separan su hogar de la escuela mucho más rápida y segura, ya que no se expone a los peligros del camino. Cada día tiene tiempo para jugar, hacer los deberes y ayudar en casa.
Una de las causas más comunes de abandono escolar en las aldeas indias es la distancia entre los hogares y las escuelas: más del 50% de los jóvenes del distrito de Anantapur vive a tres o más kilómetros del colegio más cercano. Esta distancia es, por ejemplo, 10 veces más que la que recorre mi hijo cada día para ir a su escuela en una ciudad como Barcelona. Este hecho se suma a otras dificultades que impiden priorizar la educación de los chicos y chicas de las aldeas.
Para miles de familias indias la bicicleta es el único medio de transporte posible, y aun así supone un lujo que no está al alcance de todos. Según el último censo indio, la mitad de hogares indios tiene una, solo un 14% dispone de una moto y un 2% de un coche.
Las bicicletas han beneficiado sobre todo a las chicas, ya que su índice de abandono escolar ha disminuido de un 40% a un 4% desde que la Fundación Vicente Ferrer las distribuye (más de 16.500 bicicletas entre 2007 y 2015).
Además, la joven explica que ahora el camino a la escuela es más ameno, ya que lo comparte con otros compañeros del mismo pueblo. Una dosis de alegría e integración tan importante o más que los otros beneficios que supone disponer de una bicicleta en una aldea de Anantapur.
Sirisha sigue estudiando y pedaleando hacia un futuro lleno de oportunidades.