España, un 'pequeño' país
Ser pequeño es hacer el alarde de desembolsar generosamente cuando uno se siente rico y cerrar el grifo de malas maneras en cuanto se acaba la abundancia. Zapatero empezó a lo grande, recogiendo el objetivo del 0,7 del PIB que exige la ONU a los países desarrollados. Pero luego, con la crisis, se le borró la sonrisa y cayó el hacha sobre el presupuesto destinado a la cooperación internacional.
Durante mis primeros tiempos viviendo en España, hubo un movimiento de jóvenes activistas y estudiantes a favor de designar 0,7% del PIB a la cooperación internacional. No estaba la economía ni el mercado laboral para echar cohetes entonces, pero estos tipos se indignaban porque España había llegado a ser un país desarrollado y no estaba actuando como tal. No entregaba lo que debía a la comunidad internacional. Esa gente entendía que no se puede seguir haciendo de pequeño una vez que ya te has hecho grandecito.
Hoy día, las protestas lógicamente son otras, pero no es menos vergonzoso que una economía que es de las más grandes en Europa -y un país que hace muy poco se ufanaba de estar cerca del Champions League del G8- sean tan rácanos frente a sus obligaciones morales.
Esta semana en concreto, el ranking de la vergüenza es el de las políticas de asilo. Sumando a los que consiguieron pleno estatus de refugiados y otros a los que se les protege temporalmente, España concedió el asilo a tan solo 1.585 personas en 2013. 1.585 personas. Lamentablemente, cabrían en un barco pesquero grande (no en uno de los que salen a diario de Libia y otros puntos del norte de África). En 27 países de la Unión Europea (las cifras de Austria no se pudieron contabilizar en Eurostat debido a un cambio de metodología en ese país), se acogió a 161.000 refugiados, más de un tercio de Siria, seguido de Afganistán, Kósovo y Eritrea.
España representa casi el 8% del PIB de la UE y 11% de la población. Pero el tamaño de su responsabilidad a la hora de dar asilo a los que sufren violencia y represión en otros lugares del mundo es menor del 1%, y eso que el número de refugiados admitidos por el Gobierno eran 555 en 2013, según publica El Mundo.
Ser grande significa tener responsabilidades. Me da la impresión de que España sigue teniendo una mentalidad de país pequeño. Un país desarrollado no puede ignorar las desigualdades e injusticias que existen en el mundo. Ya no se trata de quién es más culpable a la hora de aprovecharse de sus antiguas colonias -que España perdió antes que otros- o de quién se aprovecha de los conflictos vendiendo armas, que por ahí este país no va tan a la zaga. Es una cuestión básica de ética. ¿Alemania, Suecia e Italia acogieron a más de 90.000 refugiados entre los tres porque se sienten culpables del conflicto en Siria? No creo.
Ser pequeño es hacer el alarde de desembolsar generosamente cuando uno se siente rico y cerrar el grifo de malas maneras en cuanto se acaba la abundancia. Zapatero empezó a lo grande, recogiendo el objetivo del 0,7 del PIB que exige la ONU a los países desarrollados. Pero ya en ese fatídico mes de mayo de 2010 se le borró la sonrisa y cayó el hacha sobre el presupuesto destinado a la cooperación internacional. Ahora con Rajoy, que nunca sonrió, ha bajado a un insultante 0,14%.
Lo mismo le pasó al Gobierno socialista con el I+D. Los avances se sacrificaron en un visto y no visto, como si se trataran de frivolidades propias solamente de tiempos de bonanza. Y otra vez el PP ahonda en esa tendencia. En este caso, claro está que los que más sufren los recortes son los científicos españoles que se encuentran sin trabajo, sin becas o sin recursos para la investigación, pero la política de recortes también daña a la comunidad científica mundial y se se pierden proyectos que habrían beneficiado a personas en todo el mundo.
Son cosas que no son de recibo si se quiere ser un país grande.