No Marley, no copyright
La que enfrenta a Cayman Music y a Blue Mountain Music en los Tribunales ingleses es una pelea por trece títulos compuestos por Marley entre 1973 y 1976. Entre ellos está una de sus obras más conocidas, No Woman, No Cry, la pieza más codiciada -y más cara- de la disputa.
Si algo tienen las peleas judiciales sobre derechos de autor es gancho informativo; puede que los argumentos de los contrincantes no estén demasiado claros para el público, pero si el objeto de la pelea son las canciones de un artista archiconocido como Bob Marley, la noticia se ganará un hueco en las primeras páginas pase lo que pase.
La que enfrenta a Cayman Music y a Blue Mountain Music en los Tribunales ingleses es una pelea por trece títulos compuestos por Marley entre 1973 y 1976. Entre ellos está una de sus obras más conocidas, No Woman, No Cry, la pieza más codiciada -y más cara- de la disputa. Marley tenía un contrato con la jamaicana Cayman por la que se obligaba a cederle los derechos sobre las obras que compusiera. Cayman lo había fichado en 1967. Marley era su artista y la música que creaba bajo la vigencia de ese contrato iba a parar a producciones de la discográfica.
A partir de aquí, confusión: Marley fue componiendo canciones cuyos derechos no entregó a Cayman. Los correspondientes a No Woman, No Cry los atribuyó a Vincent Ford y, tiempo más tarde, esos mismos derechos fueron a parar a Blue Mountain, una división de Island Records con la que Cayman tenía un acuerdo para explotar las canciones. Lo que Cayman reclama es que esa cesión inicial de Marley a Ford fue fraudulenta: los derechos los había comprometido con Cayman, por lo que no podía disponer de ellos en favor de nadie más, y menos aún saltársela para llegar directamente a Blue Mountain. Marley -según Cayman- burló su contrato para favorecer que su música terminara en el catálogo de Blue Mountain sin pasar por ella, sirviéndose de terceras personas que hacían de cómplices en una especie de fuga artística y aparecían incluso como falsos autores de las canciones.
A un lado Danny Sims, dueño de Cayman y antiguo manager de Marley, y al otro Chris Blackwell, fundador de Island y artífice del éxito de Marley en Europa y Norteamérica. Ambos firmaron en 1992 un acuerdo por el que Cayman entregaba el catálogo de grabaciones de Marley, acuerdo en el que no entraron esas trece canciones que hoy se disputan y que, puede imaginarse, representan un buen montón de dólares.
Decidan lo que decidan las leyes y tribunales de Babilonia, y aunque Marley se fuera hace ya 33 años, tampoco parece una casualidad que esta guerra se haya desatado justamente en en vísperas de la reedición de Legend, que Marley grabó en 1984 y que resultó el disco de reggae más vendido de la historia. Universal Music (ahora dueña de Island) lo pondrá a la venta en todo el mundo el próximo 1 de julio. Esta vuelve a ser una historia de artistas que se sienten presos de sus productores y músicos difuntos que reaparecen para vender millones.