Cuando la Navidad no es feliz: claves psicológicas para atravesar una de las épocas más difíciles
Las ausencias, los roces familiares, el estrés o un balance del año descompensado pueden complicar las semanas que tienen la etiqueta de ser las más felices.
"Notamos que hay mucho revuelo en consulta en Navidades, pero tanto para bien como para mal [...] Nosotros, como terapeutas, normalmente cogemos vacaciones en estas fechas porque suponemos que la gente no va a querer venir, pero es todo lo contrario. Hay gente que lo pasa verdaderamente mal estas semanas sin tener atención psicológica". Quien habla es la psicóloga Selene Martínez, autora de una guía gratuita y online con la que quiere dar herramientas a quien sienta que lo necesita en esta época del año.
Estas fiestas son la época de la nostalgia por excelencia, y esas sillas vacías en las reuniones familiares y con amigos duelen muchísimo, aunque no es el único problema. Frustración, estrés, convivencia con parientes con los que se choca o, simplemente, no sentirse tan feliz como se vende esta época pueden ser experiencias retadoras para muchas personas.
"Es verdad que, de unos años para acá, se está hablando mucho más de que no todo el mundo tiene la Navidad normalizada que siempre creemos, pero creo que se sigue hablando poco de que hay muchas personas que realmente no les gusta esta época del año", reflexiona la psicóloga.
Para ella, esa etiqueta que tiene la Navidad de 'feliz', de ser esa época en la que se supone que más tenemos que sonreír, pasarlo bien y estar reunidos, nos lo pone más difícil. "Tú te encuentras a una persona a la que sabes que no vas a ver hasta después de Año Nuevo, y ¿qué le dices? 'Feliz Navidad, felices fiestas, desconecta'. Todos los mensajes que mandamos a esa persona van hacia '¡ay, qué bonito, qué bien te lo vas a pasar!'. Pienso que crea mucha presión en la persona, en el sentido de que tiene que hacer un parón y encima tiene que estar feliz", argumenta.
La desoladora silla vacía
Por su experiencia, uno de los temas más recurrentes que aparecen en Navidad en consulta son los duelos. "Yo siempre aconsejo que a la persona la ayudemos como la ayudaríamos en cualquier otra época del año. Sabemos que en ese momento va a estar mucho más sensible. Entonces, lo primero, normalizar esas emociones", aconseja Martínez.
Ahí va a depender de si ese duelo es "algo más de la propia persona que lo está viviendo" o "algo muy compartido en esa cena de Navidad o esa comida”. "Si es una pérdida conjunta, nosotros recomendamos poder dar espacio. Espacio para honrar el recuerdo en la propia mesa, porque al final a las personas nos gusta mantener muy viva esa memoria", explica.
Si el duelo es muy reciente, apunta, puede que cueste más "todo el tema de contar anécdotas": "Pero, si nos sentimos preparados, creo que hay que hablar de esas personas que ya no están y buscar el apoyo del resto de personas que están reunidas". La clave es permitir y permitirse sentir.
También es positivo, cuando se puede, hablar del duelo e, incluso, respetar los silencios. "La mayoría de las personas los vemos muy incómodos, pero es que también son necesarios. Los silencios también son una manera de honrar. Cuando se hace un silencio en la mesa y alguien llora, está recordando", defiende.
Tratar de contener el llanto de la persona afectada por el duelo o "intentar reprimir que salgan esos recuerdos" es "no dejar espacio para vivirlo", algo que para la especialista puede ser "más dañino". "Tenemos que dejar que las personas lo vivan como tengan que vivirlo", remacha.
Roces en vez de cariño
No pasa en todas las casas, pero en muchas puede ocurrir que una reunión familiar suponga coincidir con un familiar que hace preguntas impertinentes, críticas no pedidas o busca las cosquillas en algún tema polémico, cuando no, directamente, toca verse frente a frente con un pariente que nos ha herido.
"A veces nos toca asistir a esa reunión, sí o sí. No todo el mundo se puede saltar esas cenas ya no solo porque no quiera ver a esa persona con la que tiene un conflicto, sino porque al final hace sufrir a todos los de alrededor", pone de relieve la psicóloga. Ahí la clave es "ir con perfil bajo".
"Si es una cena o una comida bastante grande, intenta tener las mínimas interacciones posibles. Si no hay otra, porque estamos tres, cuatro personas en la mesa, deberíamos comunicar a todas las personas, incluida con la que tengo el conflicto, cómo quiero vivir yo esto", prosigue Martínez. Se puede hacer, por ejemplo, estableciendo un límite de tiempo —por ejemplo, avisar de que nos vamos a ir en cuanto termine la comida, sin quedarnos más— para que el encuentro no se alargue y no llegue el momento en que todo sea tenso.
"Si hay provocación y esa persona empieza a intentar que de alguna manera nosotros saltemos, unido a este perfil bajo vamos a tener que llevar las respuestas muy preparadas. Respuestas en disco rayado de 'bueno, este tema ya lo hemos hablado', 'este tema ya se hablará' y 'vamos a cambiar de tema", indica. Además de llevarlas preparadas, también puede ser bueno "intentar sacar temas más neutrales" y trabajar mucho la asertividad.
Otra pauta que da y que "puede amortiguar mucho el conflicto" es tratar de tener una un aliado dentro de la familia del que poder tirar: "Una persona de apoyo para que, si yo no soy capaz de poner el límite que necesito, sea un poco capaz de apoyarme". Ya es ayuda si promueve que se cambie de tema: "Lo importante es que no salga ahí el conflicto. Porque sabemos que la Navidad es una época en la que las emociones están multiplicadas".
El balance no siempre positivo del año
El momento del año de pensar en las ilusiones para el año siguiente, es inevitable también echar la vista atrás y pensar en lo vivido en los últimos 12 meses: qué metas se han alcanzado, pero también qué objetivos no: "Hay quien no los cumple y, evidentemente, llega a final de año muy frustrado". Ese "yo dije que este año iba a hacer esto tanto a nivel personal como a nivel profesional y siento que no he hecho ni la mitad" que la psicóloga achaca a que, en el fondo, todos somos "seres humanos perfeccionistas y autoexigentes".
"Cuando ese balance creemos o tenemos la percepción de que nos sale negativo o no satisfactorio, hay gente que está muy triste. Por eso, incide en que, de marcarnos propósitos de Año Nuevo, tienen que ser realistas: "Imagínate que yo este año me pongo el propósito de comprarme una casa porque tengo el dinero. A lo mejor ese año no lo consigo porque tengo unas altas expectativas sobre la casa perfecta y no aparece, o por un cambio de trabajo". Por eso, a ese realismo hay que unir unas "expectativas flexibles".
Normalizar el romper con la tradición o crear nuevas
En línea con los consejos de su guía, Selene Martínez también aboga por normalizar que a veces no se tienen ganas de celebrar, ya sea por un duelo o por otro motivo, y que no se está obligado a hacerlo. "Y que, a lo mejor, aunque algo haya sido una tradición en mi casa toda la vida, yo ahora igual tengo mi propia familia o mis tradiciones con amigos, que pueden ser totalmente diferentes", añade.
"Algunas personas a lo mejor son de un pueblo o una ciudad diferente a la que normalmente viven y, cuando van allí, se juntan con sus amigos y se quedan un poco atrapados en los planes", resalta la psicóloga sobre esta situación.
Si, por ejemplo, un 31 por la noche lo que apetece es quedarse en casa y no salir de fiesta, por mucho que es lo que se haga siempre, ella llama a atender a esa necesidad: "Yo animo siempre a las personas a crear sus propias tradiciones o a normalizar que pueden pasarse un día de descanso sin ninguna presión".