Cinco pasos para ayudar a países frágiles
Sabemos que no hay una solución rápida. La tarea consiste en comprender las causas de los conflictos, ocuparse rápidamente y con flexibilidad de las iniciativas prioritarias, obtener resultados a corto plazo, crear empleos y ayudar a coordinar a todos los actores en el desarrollo.
Puede haber una línea muy fina entre estabilidad y fragilidad. Malí es un ejemplo de ello.
No hace mucho tiempo se mencionaba a ese país como una de las democracias más estables de África occidental. Dos décadas después de una transición de un gobierno militar y ciclos repetidos de gobiernos electos, Malí había logrado tener la reputación de ser un caso exitoso de desarrollo.
La caída del país en una crisis después del golpe de Estado de marzo pasado, llegó justo cuando se había estado preparando para las nuevas elecciones democráticas.
No es una tarea fácil reconstruir después del estallido de un conflicto. Los Estados frágiles y afectados por enfrentamientos -que se extienden desde África hasta el Pacífico- plantean enormes desafíos en materia de desarrollo. Se espera que solo el 10% de los Estados frágiles del mundo alcance la meta de reducir la pobreza y el hambre a la mitad para 2015, el plazo establecido por los objetivos de desarrollo del milenio.
Hay mucho en juego. Más de 1.500 millones de habitantes -1 de cada 4 personas en el mundo- viven en situaciones de fragilidad y afectadas por conflictos o en países con niveles muy altos de violencia criminal.
Además se estima que en 2015, la mitad de la población mundial que sobrevive con menos de 1,25 dólares estadounidenses al día habitará en Estados frágiles. Evidentemente nuestros objetivos de eliminar la pobreza e impulsar la prosperidad no se pueden lograr sin un esfuerzo mucho mayor en estos países.
Tenemos que transformar la manera de comprometernos con los Estados frágiles y afectados por conflictos. Ese es el mensaje de nuestra propia investigación y también del llamado a un "Nuevo acuerdo" formulado por una innovadora coalición de países frágiles de África, Asia y el Pacífico, conocida como el g7+.
Entonces, ¿qué se necesita?
En primer lugar, se trata de comprender las causas de la fragilidad y el conflicto. ¿Es una lucha por las riquezas minerales, el agotamiento de los recursos naturales, o el abuso del poder estatal, o tiene que ver con la diversidad de la población de un país?
Cada situación es única. En cada una, es necesario unir los puntos: compartir lo que funciona, lo que hemos aprendido, y lo que otros han aprendido. Nuestro Centro Mundial de Conflicto, Seguridad y Desarrollo, con sede en Nairobi y la ciudad de Washington, también está trabajando en encontrar maneras de fortalecer la colaboración con las Naciones Unidas y otros organismos, y conectar a la comunidad que se ocupa del tema de la fragilidad en todo el mundo.
En segundo lugar, se trata de brindar asistencia más rápida, flexible y oportuna. El Grupo del Banco Mundial está avanzando con un sentido de urgencia cada vez mayor para ayudar a los Estados frágiles, a través de la Asociación Internacional de Fomento (AIF), el fondo para los más pobres; la Corporación Financiera Internacional (IFC), la institución que se dedica al sector privado; y el Organismo Multilateral de Garantía de Inversiones (MIGA), la entidad que se ocupa de otorgar seguros contra riesgos políticos. El Banco está reevaluando su tolerancia al riesgo y trabajando para ser más ágil. Tenemos que procurar que prime la rapidez y reducir la burocracia. Queremos asegurar que los países obtengan respaldo de alta calidad.
Ahora que las operaciones militares están terminando, se están preparando nuevos programas para Malí con el fin de ayudar a restablecer los servicios de salud, educación y redes de protección social en beneficio de las poblaciones pobres y vulnerables del norte del país. El personal del Banco en la región del Sahel también está elaborando una estrategia regional que ayude a guiar la crucial respuesta a las necesidades a corto y largo plazo de Malí.
En tercer lugar, debemos obtener mejoras inmediatas. Aunque es necesario que nos centremos en el largo plazo, los primeros resultados pueden ayudar a ganar la confianza del público en la creación de instituciones.
En cuarto lugar, se trata de generar más y más trabajos para contribuir a romper el círculo de pobreza y violencia. En Côte d'Ivoire, los excombatientes me dijeron que agradecían la oportunidad de capacitarse para un empleo y dar la espalda a los conflictos, pero que también estaban preocupados por sus amigos que no eran parte del programa.
En última instancia, la creación de empleo depende de un fuerte sector privado. En Myanmar, un país donde el 70% de la población no tiene electricidad, el Grupo del Banco Mundial está trabajando con el Gobierno en un plan con el sector privado que agregaría 120 megavatios, suficiente energía para 5 millones más de personas. Las pequeñas y medianas empresas también necesitan acceso a financiación para crear puestos de trabajo.
Y en quinto lugar, se trata de poner en marcha asistencia para el desarrollo coordinada en vez de desarticulada. He visto cómo los esfuerzos bien intencionados pero fragmentados de los donantes pueden abrumar a un país que emerge de las cenizas de un conflicto. También tenemos que colaborar más dentro de los países, para fomentar el establecimiento de coaliciones inclusivas que trabajen por el cambio, y garantizar que las mujeres estén en primer plano.
Los desafíos dan que pensar, pero soy optimista. Sabemos que no hay una solución rápida. La tarea consiste en comprender las causas de los conflictos, ocuparse rápidamente y con flexibilidad de las iniciativas prioritarias, obtener resultados a corto plazo, crear empleos y ayudar a coordinar a todos los actores en el desarrollo. Los Estados frágiles pueden ser sacados de esa situación. No deben considerarse como casos perdidos. Tenemos mucho trabajo por delante, pero también hemos aprendido cómo ser eficaces. Ahora tenemos que redoblar nuestros esfuerzos y ayudar a estos países.