Y que Gallardón queme una bruja
No es que la ministrería popular sea meapilas. O que, aparte de la destrucción sistemática del Estado de Bienestar, no sepan detrás de lo que andan y acudan a la oración en su desesperación. No, lo que estamos es ante un Consejo de Ministros vintage: toman métodos clásicos de gobierno, concretamente del Medievo.
No es que la ministrería popular sea meapilas. O que, aparte de la destrucción sistemática del Estado de Bienestar, no sepan detrás de lo que andan y acudan a la oración en su desesperación. No, lo que estamos es ante un Consejo de Ministros vintage: toman métodos clásicos de gobierno y los transportan directamente al siglo XXI; métodos clásicos, concretamente del Medievo.
¿Quién no conoce una historia de cómo nuestros antepasados después de sufrir una prolongada sequía veían recobrada la lluvia tras una advocación al santísimo de turno? ¿O cómo nuestro piadosísimo monarca, superado por las mesnadas mahometanas, acababa ganando la jornada tras una oración de emergencia al apóstol Santiago? Puede que no fueran métodos con raíz científica, pero ciertamente funcionaban, a juzgar por las crónicas.
Entonces, ¿por qué tanta extrañeza ante un Gobierno que recurre a fórmulas de éxito para solucionar los graves problemas por los que atraviesa nuestro país? Cierto es que el método Báñez, encomendándose a la Virgen del Rocío, no parece que haya funcionado demasiado, pero todos sabemos que fuera de nuestras fronteras tampoco es que pinte mucho en el contexto divino.
Ahora podemos estar mucho más tranquilos, nuestro ministro de Interior ha recurrido a Santa Teresa como "intercesora" para España "en estos tiempos recios", añadiendo que "pinta mucho ahí arriba". Eso es lo que necesitamos, alguien con peso en el panteón celestial, una primera división que ayude a nuestro querido Gobierno a encontrar el recto sendero.
Porque, visto lo visto, tampoco podemos descartar que el maligno esté detrás de todo. ¿Cómo si no se explica que tras una magnífica reforma laboral para precarizar el mercado de trabajo, se haya destruido más empleo y el que resta se haya... precarizado? ¿O que el tradicional amigo americano se atreva ahora a afearnos nuestra cifra de desempleo, estropeando el tour triunfal de nuestro presidente? ¿O que hasta el empresariado español, contra toda ley natural, clame contra el PP? ¿O que haya salido a la luz en el ordenado Burgos un misterioso grupo de violentos itinerantes, con el don de la ubicuidad? ¿O peor aún, que la abrumadora mayoría de la menesterosa grey española esté en contra de la (medieval también) reforma del aborto gallardoniana?
Para atajar la ofensiva del príncipe de las tinieblas, ahora que nos hallamos en plena reforma del Código Penal y plenamente en el espíritu que la alimenta, propongo que Gallardón recupere otro clásico: la quema de la bruja. A toda aquella mujer que veamos con trazas (participe en manifestaciones, lea un libro...), que se le aplique la prueba del ganso de Los Caballeros de la Mesa Cuadrada y, si pesa lo mismo que el ánade, a la hoguera. Porque si de agentes de Satán estamos hablando, está claro que adoptarán la forma de mujer, fuente de toda tentación y pecado.
A la hoguera, sin miramientos. Así aprenderán a no poner palos en la rueda de la recuperación.