EEUU ha vuelto, según Obama, pero con cautela
Obama habló mucho sobre cómo Estados Unidos se ha recuperado de la Gran Recesión y sobre el plan del presidente de utilizar nuevos programas de gobierno y bajar los impuestos para resolver el grave estancamiento del salario de las clases medias. Pero las propuestas del presidente son parches destinados a suavizar el lado oscuro del capital globalizado: la implacable presión cuesta abajo de los sueldos.
Al fin y al cabo, el discurso se llama del "estado de la Unión", no del estado del mundo. Por tanto, quizá se puede excusar que el presidente Barack Obama se haya centrado en la economía estadounidense y haya ignorado las crisis económica y política del planeta.
Se habló mucho sobre cómo Estados Unidos se ha recuperado de la Gran Recesión y sobre el plan del presidente (el cual es muy probable que rechace un Congreso predominantemente Republicano) de utilizar nuevos programas de gobierno y bajar los impuestos para resolver el grave estancamiento del salario de las clases medias.
Sin embargo, a pesar de lo firme que se mostró Obama acerca de la durabilidad y la creatividad de la economía en Estados Unidos, en el caso de los problemas globales (desde economía hasta terrorismo, pasando por medio ambiente) ocurrió lo contrario.
Si es verdad que Estados Unidos ha vuelto -como "la nación indispensable" que describen sus líderes- entonces Obama necesita ser más franco, activo y visionario de lo que lo fue.
Para empezar, apenas se mencionó París. El presidente pronunció los típicos clichés sobre la tolerancia y la naturaleza pacífica de las religiones, pero no sonó ninguna alarma nueva ni se propusieron nuevas ideas para enfrentarse a una obsesión planetaria justificable con el terrorismo.
Las consecuencias se ven en todo el mundo, también en Estados Unidos, donde los últimos sondeos muestran que (ahora que la economía se está fortaleciendo) el terrorismo y la seguridad nacional se encuentran entre las principales preocupaciones de los votantes.
Ahora sabemos que el presidente pasó de puntillas por encima de muchos temas de guerra.
Los ataques de drones no son política exterior. Nadie cree que Estados Unidos realmente retire a los militares de Afganistán e Irak. Y, ¿dónde está la prueba de que Irán está negociando de buena fe para abandonar lo que sus líderes tanto codician: el estatus de la energía nuclear?
Las propuestas del presidente para la "economía de la clase media" son parches destinados a suavizar el lado oscuro del capital globalizado: la implacable presión cuesta abajo de los sueldos.
No obstante, el hombre que se unió al antiguo presidente George W. Bush para sacar de apuros y proteger a Wall Street y a los bancos estadounidenses no propondrá reformas sistémicas globales. Ni lo hizo la pasada noche.
En su lugar, presionó para un gran acuerdo de nuevo comercio con países asiáticos además de China. Seguramente tiene razones geopolíticas para hacerlo (EE. UU. no quiere una hegemonía china en la región). Pero Obama no mencionó lo que los sindicatos estadounidenses saben: que ese trato conlleva, cuanto menos, una mezcla de ventajas e inconvenientes precisamente para la clase media que él se propone salvar.
Por último, y por supuesto, se habló sobre el calentamiento global. En este sentido, el presidente ofreció las pruebas del progreso de su acuerdo con los chinos para limitar las emisiones de carbón... Progreso, ¿cómo no?
Sin embargo, si los científicos tienen razón y las posibilidades de la catástrofe se están acelerando, el presidente tenía la responsabilidad de haber propuesto un plan urgente y de gran alcance y de ofrecerse a utilizar su confianza renovada para liderarlo.
Hubo cierto pavoneo en el discurso de Obama la pasada noche. Pero fue de consumo nacional, no global.
Este artículo fue publicado originalmente en la edición estadounidense de 'The Huffington Post' y ha sido traducido del inglés