Sunak, el heredero del hundimiento 'tory' que trata de sobrevivir sin esperanzas
El primer ministro de Reino Unido llegó al liderazgo de su partido y a Downing Street con el reto de recomponer a la derecha y hacerla creíble. Nada de eso ha sucedido. Por más que trate de reivindicar sus éxitos económicos, nadie lo ve ganador.
Rishi Sunak (Southampton, 12 de mayo de 1980) parecía el hombre adecuado. Por su labor como ministro de Finanzas, por su aparente templanza y porque no había nadie más dispuesto a presentar batalla -dicho sea de paso-, el Partido Conservador de Reino Unido confió en él en 2022 para tomar un liderazgo doble: el de la formación y el del Gobierno de Downing Street.
Atrás debía quedar el caos encadenado de meses de escándalos, meteduras de pata y liderazgos hundidos: ya no más Boris Johnson, con sus fiestas en mitad de la pandemia de coronavirus; ya no más Liz Truss, con su minipresupuesto enloquecido que la sacó del gabinete a los 45 días. Sunak se veía poco contaminado, dinámico, y eso es lo que prometía: acción, cambio.
No lo ha logrado: el foso en el que está su partido es demasiado profundo y sus políticas y su carisma no lo han sacado de allí. Nunca ha logrado remontar en las encuestas, que dan a los laboristas una mayoría holgadísima. Ni por su labor ni por su personalidad. No cae bien ni ha hecho grandes cosas que cambien el país, aunque se vanagloria de su meneo a la economía patria en malos tiempos de guerra. Confiado en la mejora de algunos indicadores, a finales de mayo anunció unas elecciones anticipadas que ya están aquí, el 4 de julio, y que no deberían tener lugar hasta diciembre. Era su última carta, para pillar desprevenido al oponente progresista y lucir algún buen dato.
No parece que la jugada haya cambiado nada entre los electores, esos que hace cuatro años y medio dieron la mayoría absoluta a Johnson y que hoy no quieren ver a un tory ni en pintura. Las encuestas le dan, en el mejor de los casos, un 23 % en intención de voto frente al 44 % de los laboristas de Keir Starmer. Hasta escándalos ha tenido en plena campaña, con investigados y detenidos de su propio equipo por ir apostando a cuál sería la fecha de las elecciones generales. Por si le faltaba algo.
Sin precedentes
El hasta ahora primer ministro de Reino Unido nació en Southampton pero es de origen hindú. Llegó rompiendo moldes porque fue el primer premier en la historia del país que no era de raza blanca ni de religión cristiana. También era, a sus 42 años, el joven en más de 200 años. Su imagen de empresario innovador, muy rico, que podría haberse dedicado a cualquier otra cosa pero estaba en política para servir, lo hacía atractivo. "El Obama de Londres", lo llamó la CNN, saltándose todas las barreras ideológicas.
En apenas mes y medio la vida le dio la vuelta: primero fue derrotado en las primarias de los tories ante Truss, tras la salida urgente de Johnson por hacer lo que le dio la gana en plena crisis del covid-19. Pero en Reino Unido las cosas van muy rápido en política del Brexit (2016) y hasta ahora, los jefes de Gobierno conservadores se queman como cerillas, en una bajada a los infiernos que Sunak ha querido parar y no ha logrado, y en ese río revuelto pudo pescar: Truss tuvo que irse y la falta de otros candidatos con presencia y apoyos, sumada a su ambición, lo colocaron en el 10 más famoso del planeta. Al principio, sólo se le pedía aguantar más que su predecesora. Luego fue a más: enmendar la carrera, cuesta abajo y sin frenos, de unos conservadores que en 2019 aspiraban a cinco años de paz con su rodillo parlamentario y que ni con tres primeros ministros remontaban.
Sunak fue considerado durante mucho tiempo el más probable candidato para suceder al propio Johnson, pero Truss fue más lista y se le adelantó. Al final se impuso sin competencia y como parche desesperado, pero aún así no traía un mal currículum que lucir. Siempre se había presentado como un candidato fiscalmente conservador, pero orgulloso de haber aprobado ayudas sensibles en tiempos de pandemia, muy bien acogidas por los ciudadanos, especialmente las relacionadas con el empleo. "Pragmático" es el calificativo que repetíansus asesores. Era el mandatario "con mejores calificaciones que cualquier político desde los días de apogeo de Tony Blair", decían los analistas.
En su campaña en las primarias contra Truss, se enfrentó a ella por lo que llamó su "cuento de hadas", su plan sobre reducir inmediatamente los impuestos y dar más ayudas. Sunak avisaba: no se puede hacer cuando la inflación está en los peores datos en 40 años, sobre todo por culpa de la guerra de Ucrania. Lo que parecía un argumento de campaña se confirmó luego como un aviso planetario, del Fondo Monetario Internacional al Banco Mundial. Lo que quería hacer la excanciller era una locura. Y lo acabó siendo, tan extrema que le costó el cargo en un suspiro. Sunak prometió reducir los impuestos pero "de forma responsable" y sólo "cuando hayamos controlado la inflación".
Venía con buena fama. Diputado desde 2015 en la Cámara de los Comunes (baja), Sunak fue ministro de Economía del 13 de febrero de 2020 hasta su dimisión el 5 de julio de 2022, en protesta por la gestión de Boris Johnson de uno de sus escándalos, el contrato de un diputado tory que había sido investigado por acoso y que contribuyó a desencadenar la caída del primer ministro. Durante esa etapa en el Gobierno, fue alabado por su plan de protección del empleo durante la pandemia pero manchó su imagen el haber sido multado, junto con su jefe, por participar en una de aquellas fiestas que violaron las normas anticovid en las oficinas de Downing Street, el Partygate. Pidió disculpas y siempre defendió que sólo estaba de paso.
Ahora, se enorgullece de sus logros económicos en sus menos de 20 meses en el Gobierno, como conseguir la reducir la inflación de más de un 11 % en 2022 al 2,3 % actual. También luce como una medalla la aprobación de la controvertida ley que designa a Ruanda como país seguro para enviar a potenciales refugiados que lleguen clandestinamente por el Canal de la Mancha, contestada en los tribunales y calificada de "inhumana" incluso por miembros de su propio partido. También ha promovido nuevas licencias para gas y petróleo en el mar del Norte, lo que le ha valido críticas por su falta de compromiso en la lucha contra el cambio climático.
Hasta ha encabezado un polémico veto a la ley de autodeterminación de género de Escocia. "Las personas no pueden ser del sexo que quieran. Un hombre es un hombre y una mujer, una mujer", ha dicho, en las declaraciones más rancias de un hombre de su generación sobre la transexualidad en la política reciente -con permiso de Juan García-Gallardo-.
Todo muy de derechas. Pero es que Sunak siempre lo ha sido y no lo ha ocultado. Una cosa era la moderación en sus formas o los llamamientos a la calma porque metían la pata sus predecesores o, otra, que su ideario fuera distinto. Joven, sí. Progresista, no. Es más: la prensa británica cree que no sólo ha mostrado su verdadero rostro sino que ha endurecido su agenda para robarle votos al populismo que vuelve por sus fueros y, en la parte empresarial, para que el liberalismo que amenaza con convertir a la derecha en tercera fuerza del país no conquiste a la patronal. Es estrategia y es fondo. Cuando en su juventud hablaba con gesto elocuente de que no tenía amigos "de clase obrera" quedaba claro.
Ha intentado encarnar la nueva generación del conservadurismo, que tiene que venir a limpiar un pasado poco edificante, vistiéndose de buen gestor, entendiendo el Gobierno como una empresa que ha de ser exitosa, pero la crisis del coste de la vida de la primavera tampoco le ha permitido echarse flores. Los ciudadanos han detectado cierta lejanía de la calle, desde su torre de marfil, ante problemas reales de los que menos tienen. De ahí que su popularidad nunca haya pasado del 20% en el último año, cuando empezó su andadura con un 50%.
El premier fue criticado en sus tiempos de ministro cuando salieron a la luz revelaciones sobre los acuerdos fiscales de su esposa para evitar pagos y el hecho de que tuviera una tarjeta de residencia estadounidense mientras él servía en el Gobierno, detalles que dañaron su marca y que se han recordado en este tiempo de mandato, afianzando esa línea entre el rico rico y los demás. Cuando Sunak hace ese gesto tan suyo de echar la cabeza hacia atrás, abrir la boca y reír a tope, no es empatía lo que genera.
Emigrante pero con dinero
Sunak viene de la emigración, pero no de la necesidad. Nada que ver. Sus abuelos llegaron a Inglaterra provenientes de la región india de Punjab en los años 60 del siglo pasado. Él nació en Southampton en 1980 y sus padres, un médico general y una farmacéutica local de religión hindú, tenían un poder adquisitivo que les permitió llevar a su hijo a Winchester College, un elitista internado privado para chicos al que también fueron sus dos hermanos pequeños. Allí hizo las amistades y contactos que hoy marcan su carrera.
Estudió Filosofía, Política y Economía en la Universidad de Oxford, la famosa triple licenciatura que en Reino Unido parece garantía de poder en el mundo público (hasta tres primeros ministros, cuatro con él, vienen de las mismas aulas), y gracias a una beca Fulbright, completó sus estudios con un máster en Administración de Empresas en la Universidad de Stanford (EEUU).
Fue allí, en California, donde conoció a su futura esposa, Akshata Murty, la hija de N. R. Narayana Murthy, el empresario multimillonario indio que fundó Infosys, una empresa multinacional de servicios de tecnologías de la información con base en Bangalore y casi 130.000 empleados. Hoy ella, con la que tiene dos niñas, es directora de la empresa de inversiones de su padre, Catamaran Ventures y diseñadora. Viven juntos en Kirby Sigston, en Yorkshire Norte: casas enormes con mucho mucho mucho verde alrededor.
Antes de entrar en política, Sunak trabajó en finanzas en empresas como Goldman Sachs y como socio en las firmas de fondos de cobertura The Children’s Investment Fund Management y Theleme Partners y llegó a crear su propio fondo de inversión. Un emprendedor. De hecho, Sunak y Murty son dos de las 222 personas más ricas de Gran Bretaña, con una fortuna combinada de 730 millones de libras a partir de 2022.
A la política llegó más tarde, como un joven de éxito con aspiraciones. Sunak fue elegido miembro de la Cámara de los Comunes por Richmond (Yorks) en Yorkshire del Norte en las elecciones generales de 2015, sucediendo a William Hague. Apoyó el Brexit en el referéndum de 2016, para enfado del entonces mandatario, David Cameron, lo que le llevó a alinearse con el ala dura de su partido, la de Johnson.
Al Gobierno llegó de la mano de Theresa May, con quien fue designado como subsecretario de Estado Parlamentario para Gobierno Local en la reorganización de 2018, en el segundo gabinete de la primera ministra. No fue de los díscolos que rompieron la disciplina de voto y pusieron a May contra las cuerdas en el Parlamento, sino que votó tres veces a favor del acuerdo de salida del Brexit de May.
Después de la renuncia de la premier, Sunak apoyó la campaña de Boris Johnson para convertirse en líder conservador. Quién no iba a hacer, cuando arrasaba. Y después de que Johnson fuera elegido y nombrado primer ministro, Sunak salió premiado como secretario principal del Tesoro. Reemplazó a un peso pesado del partido, Sajid Javid, como ministro de Hacienda después de su renuncia en la reorganización del gabinete de febrero de 2020.
Se presenta a sí mismo como un político inspirado por la creatividad del Silicon Valley estadounidense, al que le gustan el cricket y el fútbol para desengrasar. Ha confesado que es adicto a la Coca Cola y súper fan de La Guerra de las Galaxias. Siempre ha combinado sus acciones, las ayudas en pandemia, su marcha contra un Boris arrinconado, con una relativa buena imagen en medios, que se ha desgastado con el ejercicio del poder. Ya se hacen menos memes sobre su supuesto atractivo sexual y su dinero y más sobre su falta de respuestas o las encuestas que lo hunden. Por eso mismo, ya lo encaja con menos humor.
Falta le va a hacer para encajar el golpe previsible de estar liderando un partido que pierde el apoyo de la población. Él, que nunca pasó por elecciones, sólo por las internas de su partido, estaba ansioso por mostrarse legitimado por los ciudadanos y dejar atrás esa inseguridad, pero la crisis interna de los tories tras 14 años en el poder y la suya, sumadas, son demasiado peso. "Que la Fuerza te acompañe" queda hoy, para él, en una frase vacía cuando la previsión es que ni siquiera saque escaño por su circunscripción.