Reunión Biden-Xi: estabilizar, aclarar y abrir, los retos de una cita en busca del deshielo
Que se vean los líderes de las dos principales economías del mundo, enfrentadas a cara de perro, es una buena noticia. Pero tampoco lancemos las campanas al vuelo: de San Francisco no saldrán soluciones definitivas, pero quizá sí un par de acuerdos.
Este 15 de noviembre está marcado en rojo -del grueso y brillante- en las agendas internacionales: el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y el de China, XI Jinping, se va a reunir en San Francisco, en los márgenes del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC). Que los líderes de las dos principales economías del mundo, enfrentadas a cara de perro, se vean en persona, es una buena noticia. Más aún si nos atenemos a los buenos términos con que las dos partes han dado cuenta de la cita en los días previos. Pero tampoco esperemos milagros: no van a salir soluciones definitivas a su choque, pero quizá sí un par de acuerdos. Y a esos se aferra el mundo, que necesita (un mucho) de calma.
El encuentro, según han indicado funcionarios de EEUU a medios como AFP y The New York Times, busca "tomar medidas para que se estabilicen las relaciones bilaterales, aclarar ciertos malentendidos y abrir nuevas líneas de comunicación", pero desde el realismo. Aunque se conocen desde hace más de diez años, esta será la segunda vez que los dos mandatarios se ven desde que Biden llegó al poder, en 2021, su séptima conversación directa en la legislatura y la primera visita de Xi a suelo norteamericano desde 2017.
Este deshielo tan anhelado no va a acabar con titulares concretos, pero es que no es ese su propósito. La idea es gestionar la rivalidad mutua y sacarla de la permanente crisis en que ha vivido en los últimos años, especialmente a costa de Taiwán y la guerra comercial, para abordarla desde el realismo de dos gigantes a los que las marejadas no van bien. Esos serán sus principales temas de debate: la situación de Taiwán, que China reivindica como isla propia; la guerra comercial y por los chips, en particular; la inteligencia artificial y sus retos; el respeto a los derechos humanos; la seguridad y el tráfico en el Mar de China Meriodional, y el acercamiento creciente de Pekín a Rusia o Irán o el de Corea del Norte a Moscú, sin dejar de lado las grandes crisis planetarias del momento, Ucrania y Gaza.
Las dos partes buscarán claridad en los posicionamientos para saber dónde está cada cual, poder gestionar la competencia y mantener abiertos cauces para hablar, taponados en otro tiempo, y que ahora se llevan ablandando más de un año. Desde que Biden y Xi se vieron en noviembre de 2022, en la cumbre del G20 en Bali (Indonesia), sus funcionarios han ido y venido, comunicándose para templar las relaciones. La crisis de febrero pasado por la detección de globos espía de Pekín en los cielos de EEUU frenó esos intentos de acercamiento, pero las cosas remontaron y cuajaron en junio con el viaje del secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, al país asiático. De todos esos movimientos nace el encuentro de este miércoles.
Lo que busca Biden
"No hay otra vía que la intensa democracia", resume Jake Sullivan, Consejero de Seguridad Nacional de la Casa Blanca. Sin embargo, apostar por hablar y no por agredirse tampoco garantiza que en San Francisco se vaya a disipar la "atmósfera de sospecha mutua", como la llama Reuters. Con que se asiente una base sólida para hablar es ya suficiente.
En el caso de Biden, tiene empeño en que se pueda hablar de la competencia económica cada vez más feroz entre los países pero evitando malentendidos que podrían conducir a un conflicto directo entre las dos potencias, dicen sus asesores. Se espera que defienda ante Xi la expansión estadounidense de los controles de exportación de chips semiconductores y las inversiones millonarias que son una de sus políticas estrella del mandato y que tanto incomodan a China, que ve una amenaza directa a su mercado y donde Taiwán también juega un papel clave. Pero, mientras, debe hacerle ver a su interlocutor que su apuesta es por EEUU y no contra China, "en medio de señales continuas de que la economía de China está luchando por recuperarse de las perturbaciones económicas de la pandemia", como señala AP.
"Estados Unidos no tiene ningún deseo de desvincularse de China. Una separación total de nuestras economías sería económicamente desastrosa tanto para nuestros países como para el mundo", dijo la secretaria del Tesoro, Janet Yellen, al viceprimer ministro chino, He Lifeng, cuando se reunieron el viernes pasado ya en EEUU, en las jornadas previas al encuentro de la APEC. "Buscamos una relación económica saludable con China que beneficie a ambos países con el tiempo", dijo entonces Yellen, que calificó de "francos, directos y productivos" los encuentros con su contraparte china, en busca de relaciones comerciales "saludables" entre ambos.
Una de las metas concretas que sí espera lograr EEUU es reabrir las comunicaciones militares que cesaron en gran medida después de que la entonces presidenta de la Cámara de Representantes, la demócrata Nancy Pelosi, visitara Taiwán en agosto de 2022 y generase una enorme polémica. Pekín considera a Taiwán, una isla autónoma de 23 millones de habitantes, como parte del territorio chino, una provincia más con la que promete unificarse por completo, usando la fuerza s es necesario.
Biden "está decidido a ver el restablecimiento de los vínculos entre militares porque cree que es de interés para la seguridad nacional de EEUU", dijo el domingo Sullivan, y varias fuentes militares se han mostrado esperanzadas en que se pueda dar este paso. Washington no sólo quiere tener conectados los niveles más altos de la Defensa, que eso sí se ha mantenido mal que bien, sino que entiende que es bueno para todos más relación en niveles operativos. "Es absolutamente esencial", dice una fuente a AFP, explicando que se busca evitar confusiones "potencialmente peligrosas" y más cuando la presencia militar de China en aguas de Taiwán se intensifica. Pekín, por su parte, no tiene tanta urgencia, por lo que Biden tendrá que presionar.
El presidente de EEUU tendrá que ser claro sobre Taiwán, porque sus idas y venidas verbales han enfadado mucho a China. Ha llegado a afirmar que Washington intervendría militarmente si Pekín tratara de tomar la isla por la fuerza, lo que rompe con la ambigüedad estratégica del país sobre el conflicto y con su respeto al modelo de "una sola China". En los últimos tiempos, y se espera que ahora también, ha insistido en que no busca ningún cambio en el status quo en Taiwán. Washington reconoce formalmente a Pekín como el gobierno de China y no tiene relaciones diplomáticas con Taiwán, aunque sí, e intensas, en otros ámbitos. Xi y su equipo creen que el abrigo de Biden y los suyos a la isla es un estímulo para sus aspiraciones de independencia, por eso le reclamará palabras claras a su otra parte.
También se espera que Biden le haga saber a Xi que quiere que China utilice su creciente influencia sobre Irán (medió en marzo para que restableciera relaciones diplomáticas con Arabia Saudí, por ejemplo), para dejar en claro que Teherán o sus representantes no deben tomar medidas que puedan conducir a la expansión de la guerra entre Israel y Hamás, como ha amenazado con hacer. La administración norteamericana cree que los chinos, grandes compradores de petróleo iraní, tienen una influencia considerable sobre los ayatolás, que es un importante patrocinador de Hamás.
A menos de un año de las elecciones presidenciales de Estados Unidos, funcionarios de la administración dijeron a AP que Biden dejará en claro que no se tolerará la interferencia china en la votación. Los expertos en desinformación advierten que Pekín podría apuntar a Estados Unidos, sembrando discordia que podría influir en los resultados electorales a nivel local, especialmente en distritos con un gran número de votantes chino-estadounidenses.
Y hay otro compromiso doméstico, importante para EEUU, que Biden quiere sacar de esta cumbre en San Francisco: un plan para frenar el suministro de los químicos con los que se fabrica el fentanilo, cuyas primeras líneas se han conocido este martes. Funcionarios estadounidenses han adelantado que China se ha comprometido a meter mano de una vez por todas a las empresas que desde el gigante asiático exportan los precursores químicos necesarios para fabricar el mortal opioide sintético que ha dejado cientos de miles de muertes en EEUU.
Lo que busca Xi
Xi busca otras cosas. Sobre todo, garantías de Biden. Quiere escucharle decir claro, sin circunloquios, que no apoyará la independencia de Taiwán, no iniciará una nueva guerra fría y no suprimirá el crecimiento económico de China, remontando. "Un buen anfitrión debe evitar crear nuevos problemas u obstáculos", dijo Xie Feng, el embajador chino, en un foro en Hong Kong la semana pasada, calentando motores.
Es lo que ya le traslado en noviembre del año pasado cuando se vieron en Indonesia. Ahora, los dos países "necesitan volver a lo acordado entre los dos presidentes en Bali y realmente actuar en consecuencia", enfatizó Wang Wenbin, portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores chino. Las distancias de los meses posteriores, por la crisis de los globos y las declaraciones de Biden -llamar "dictador" a tu contraparte tiene sus consecuencias-, lo han retrasado y Xi tiene necesidad de aclarar las cosas.
El año pasado, Xi le dijo a Biden que la cuestión de Taiwán estaba "en el centro de los intereses fundamentales de China, la base política de las relaciones entre China y Estados Unidos y la primera línea roja que no debe cruzarse en las relaciones entre China y EEUU". Esta vez Xi buscará un lenguaje fuerte por parte de Washington, oponiéndose a la independencia de Taiwán. Habrá que ver con qué palabras se conforman unos y otros para no partir la baraja de nuevo, porque Washington va dispuesto a afearle la "intensificación sin precedentes, peligrosa y provocadora" de sus actividades militares cerca de la isla.
Xi dijo también en Bali que las interacciones entre EEUU y China deberían definirse mediante el "diálogo y la cooperación" de beneficios mutuos, no la "confrontación" y la "competencia de suma cero". Esa fue una réplica al mantra de la administración Biden de que las dos naciones deben competir vigorosamente sin buscar conflictos.
Pero aunque sea sea la filosofía que vende, China se ha enfurecido ante los controles de exportación y otras medidas impuestas por Biden, percibiéndolas como un intento de sofocar el crecimiento económico de China. El norteamericano debe convencerlo de que no es así. Las medidas punitivas de las administraciones Trump y Biden -que sumó nuevas y no quitó las antiguas-, como aranceles, sanciones y restricciones a la exportación de productos de alta tecnología, son "el tema más importante" para China, añaden sus diplomáticos.
Xi, que se espera que se dirija a los líderes empresariales estadounidenses durante su estancia en San Francisco, también buscará reforzar la confianza en que China es un lugar seguro para invertir, ya que necesita inversión extranjera para ayudar a reactivar su economía, dolorida por la pabdemia, que le acabó golpeando más tarde que al resto del planeta.
A los comunistas no les conviene una política de bloques como la del pasado siglo ni en lo económico ni en lo geopolítico, por lo que hablarán con Biden de sus aliados internacionales, de Rusia a Irán, defendiendo sus elecciones pero con margen para el debate, avanzan. Amy P. Celico, codirectora del programa de Asia en Albright Stonebridge Group, explica a EFE que espera que el encuentro servirá al menos para enviar una señal positiva a la comunidad internacional de que las dos mayores economías del mundo están tratando de aligerar tensiones, que surja una "visión realista y clara de dónde pueden y no hacer progresos".
La independencia en la toma de decisiones y la protección de los intereses particulares estará en las dos partes a la orden del día, pero es importante ese marco de cierto entendimiento porque vienen curvas: el año que viene no sólo hay elecciones en EEUU, sino que hay presidenciales en Taiwán, y cualquier comentario, gesto o hecho puede ser interpretado a la luz de estas dos convocatorias.
"Sabemos que la relación entre Estados Unidos y China estará llena de tensiones en 2024", asevera Celico, quien recuerda que la competencia con el gigante asiático será "un tema candente" en la campaña y anticipa un Biden precavido "para no alienar a un electorado aún muy sensible sobre los efectos de la globalización".
De momento, pese a que las expectativas ya estén puestas en su sitio, se espera la foto de los dos líderes como agua de mayo, en estos tiempos de desencuentro. El gesto, qué menos.