Siete décadas de tensión entre China y Taiwán explicadas a quien no sabe por dónde empezar
La importancia estratégica y económica de la isla, reconocida como provincia china de forma mayoritaria, explica las tensiones recrudecidas en la zona.
Taiwán y China, China y Taiwán. En los últimos años, las tensiones entre los dos territorios -¿o son sólo uno?- no dejan de acaparar titulares y de incrementar la preocupación en la comunidad internacional ante un hipotético nuevo conflicto armado en el planeta, por si hubiera pocos. La importancia estratégica y económica de la isla, reconocida como provincia china de forma mayoritaria, explica las tiranteces y la fiebre armada, porque nadie quiere prescindir de un bocado tan sabroso. Tampoco Estados Unidos, el tercero en discordia, dispuesto a robustecer su presencia en el Indo-Pacífico y a no dejar que sea Pekín quien tome mejores posiciones.
En estos días, este conflicto-Guadiana vuelve a primera plana por una nueva cadena de acontecimientos que estiran la cuerda, después de que la presidenta de Taiwán, Tsai Ing-wen, ha pisado EEUU y mantenido varias reuniones en su suelo de camino a visitas oficiales en América Latina, un gesto que en China Pekín se ha visto como una provocación; entiende que se han cruzado "líneas rojas" y amenaza con tomar represalias por el viaje. De momento, ha vuelto a rodear Taiwán con maniobras militares con fuego real, bloqueando un país que, de facto, es independiente y cuenta con su propio Gobierno democrático, su Ejército y su moneda, pero cuya soberanía es reclamada por Pekín. Un bucle en la recurrente (y peligrosa) crisis política y militar que se sucede en la zona y que, con cada vuelta, más realista vuelve un choque armado.
Pero ¿de dónde viene este conflicto, largo de siete décadas? ¿De quién es Taiwán? ¿Por qué lo reclama China? ¿Qué le va en ello a Washington? A continuación tratamos de explicarlo en esta taiwanpedia de urgencia.
De quién es la isla
El nombre oficial de Taiwán se remonta a su fundación en 1911, tras el colapso de la última dinastía imperial de la China continental. Durante breves periodos, la zona llegó a estar en manos de potencias coloniales como Países Bajos o Japón, pero la mayor parte del tiempo su control estuvo en manos de Pekín. Tras la Segunda Guerra Mundial, tanto EEUU como Reino Unido avalaron que China siguiera al mando de la zona, pero poco más tarde, en 1949, China entró en guerra civil y las cosas se alteraron.
El Gobierno del Partido Nacionalista o Kuomintang (KMT), liderado por Chiang Kai-shek, llevaba un tiempo enfrentándose al creciente poder de los comunistas chinos liderados por Mao Zedong, hasta que finalmente fue derrocado. El mandatario, entonces, escapó a Taiwán, llevando consigo a millón y medio de seguidores, muchos de ellos militares. Tras acabar con una breve incursión de las tropas comunistas en la isla, los refugiados lograron estabilizarse allí y crear un Gobierno, el 7 de diciembre del 49. Es por eso que, inicialmente, las potencias mundiales reconocieron su Ejecutivo como el único legítimo de China, de toda China, aunque hubiera perdido la guerra. Y es por eso a Taiwán se le llama, también, República de China, frente a la República Popular China, la comunista.
Las fuerzas de Mao, en cambio, expandieron su control en el territorio continental de China y desde entonces consideran a Taiwán como una provincia renegada pero propia, una "parte inalienable" que en algún momento retornará al control de Pekín. La unificación es "inevitable", en palabras del actual presidente chino, Xi Jinping.
¿Qué hizo EEUU? No reconoció inicialmente la legitimidad del Gobierno comunista en la China continental, sino que continuó dando su apoyo político a Taipei. En 1950 convierte a la isla en su aliada, en el contexto de guerra contra China en Corea. Empieza la toma de posiciones que hoy explica muchas cosas.
Pese a ese primer reconocimiento de la legitimidad de Chiang Kai-shek, el 5 de octubre de 1971 hay un vuelco: los países miembros de la ONU reconocen la legitimidad de la República Popular, incluyendo su asiento permanente en el Consejo de Seguridad, que hasta entonces ocupaba Taipei. Un paso decisivo en la consolidación de la idea de que es China quien manda en la isla.
En 1979, EEUU da el paso definitivo en la lejanía con Taipei, que era ya una constante en las relaciones internacionales. El acercamiento entre China y EEUU iniciado a principios de la década de 1970 y en medio de la Guerra Fría llevó al establecimiento de relaciones diplomáticas formales entre Washington y Pekín y al traslado de la embajada estadounidense desde Taipei a la capital china. Fue un reconocimiento formal del relato de Pekín. No obstante, el Congreso estadounidense mantiene aún el suministro de armas a Taiwán para su autodefensa, sería su mayor aliado militar en caso de un conflicto bélico con China, según consta en el Acta de Relaciones con Taiwán. Es por eso que el presidente de EEUU, Joe Biden, sigue actualmente repitiendo que, si la isla es atacada por China, contará con su apoyo.
Washington había sido más cauteloso años atrás, para no incomodar a los chinos, pero recientemente ha disparado sus ventas de armamento: empezó Donald Trump, en 2017, aprobando intercambios militares y nuevos contratos, y ha seguido su estela el actual presidente Biden, quien en 2021 vendió 5.000 millones de dólares en armas a Taiwán, incluyendo aviones de combate F-16 y misiles Patriots.
El reconocimiento internacional
Hoy por hoy, la Casa Blanca y casi toda la comunidad internacional adoptan la política de "una sola China", que excluye las relaciones diplomáticas simultáneas con Pekín y Taipei. Lo que ocurre es que, después de que el Kuomintang gobernase Taiwán con mano dura durante décadas, con el cambio de siglo llegó la democracia a la zona y se han ido robusteciendo los contactos con otros países con los que, pese a todo, no hay relaciones diplomáticas directas, como ocurre con EEUU. El ascenso de un presidente elegido sin imposiciones, como fue el primero, Chen Shui-ban, asentó la idea de una posible independencia y elevó, en paralelo, los miedos de China.
Actualmente, Taiwán cuenta con su propia Constitución, líderes elegidos en elecciones libres, instituciones que funcionan de forma autónoma y hasta un ejército de 300.000 efectivos para defender a sus 23 millones de habitantes. No obstante, la mayoría de la población, según las encuestas, desea conservar la autonomía actual, no quiere ni la independencia respecto de China y tampoco la anexión, sino el statu quo. Prefieren quedarse como están, aunque hay un pequeño grupo, cada vez más peleón, que sí apoya la unificación, sin inclinar la balanza.
En comunidad internacional existe un importante consenso en considerar Taiwán como parte de China. Eso incluye a EEUU, que pese a las idas y vueltas y los juegos de palabras acaba reconociendo que su política no ha cambiado y sigue hablando de "una sola China", pese a su cercanía con Taipei. Se llama "ambigüedad estratégica". Quedó de manifiesto, una vez más, cuando el año pasado visitó la isla Nancy Pelosi, la presidenta de la Cámara de Representantes de EEUU, causando una de las mayores crisis bilaterales que se recuerdan con Taiwán de por medio.
La Taiwán independiente sólo es reconocida actualmente por 15 países del mundo, que son los que siguen:
- 4 en América Central: Nicaragua, Honduras, Guatemala, Belize.
- 4 en el Caribe: Haití, Federación de San Cristóbal y Nieves, Santa Lucía, San Vicente y las Granadinas.
- 1 en América del Sur: Paraguay.
- 4 en Oceanía: Palau, Islas Marshall, Nauru, Tuvalu.
- 1 en África: Suazilandia.
- 1 en Europa: Ciudad del Vaticano.
Taiwán no tiene acceso a ser miembro de pleno derecho en la mayoría de las principales organizaciones internacionales. Sin embargo, ha consolidado su democracia en las últimas décadas y se ha mostrado sobre todo como un importante socio comercial, a ojos especialmente de EEUU. Ahí están los made in Taiwan de los productos que copan los mercados.
Acercamientos y choques
Batallas a gran escala no han protagonizado las dos partes desde 1958, cuando las fuerzas chinas llevaron a cabo más de un mes de bombardeos de las islas Kinmen y Matsu, controladas por Taiwán, incluidas batallas navales y aéreas. Lo que se han ido viviendo son etapas, luego, de calma y tensión, sin que la sangre llegase al río. En 1987, Taiwán autorizó viajes a la China continental para facilitar reuniones familiares y se abrió así la vía a los intercambios comerciales, que ahora son fundamentales en las dos direcciones. En 1991, Taipei suspendió también las disposiciones que instauraban el estado de guerra con China. Pasos todos en la dirección de la convivencia y el entendimiento.
Pero en 1995, sin embargo, China suspendió las negociaciones de normalización para protestar contra un viaje del presidente taiwanés Lee Teng-hui a EEUU, de nuevo. Al año siguiente, Pekín lanzó misiles cerca de las costas taiwanesas, poco antes de la primera elección presidencial por sufragio universal, el 23 de marzo. Pekín, molesto por lo que percibió como un mayor respaldo de EEUU a Taipei, decidió realizar una exhibición de fuerza con ejercicios militares que incluyeron el lanzamiento de misiles hacia el mar, a unos 30 kilómetros de la costa de Taiwán. Washington respondió enviando a dos grupos de portaviones. En aquel momento, China no tenía portaviones y contaba con recursos limitados para amenazar a las embarcaciones estadounidenses, por lo que dio marcha atrás y se enfrió la tensión.
Poco después, Pekín llevó a cabo pruebas de misiles en aguas cercanas a la isla con la esperanza de evitar que los taiwaneses votaran por Lee Teng-hui, de quien China sospechaba que albergaba deseos independentistas. Lee ganó finalmente la elección, no le dio resultados.
Comenzó un tiempo de altibajos, en el que nunca se ha rozado de veras la temperatura de guerra. Incluso cuando el 14 de marzo de 2005 China adoptó una ley antisecesión que prevé medios "no pacíficos" si Taiwán declara la independencia.
Desde entonces, las pruebas de material bélico, las maniobras militares y las amenazas son habituales en la zona. Y, no obstante, no han dejado de ir de la mano de tibios acercamientos: en 2008, China y Taiwán reanudan el diálogo suspendido en 1995, en 2010 firman un acuerdo marco de cooperación económica y cuatro años más tarde, establecen un diálogo intergubernamental. El 7 de noviembre de 2015, los presidentes chino y taiwanés llegaron a entrevistarse en Singapur, por primera vez desde la separación de 1949.
La actual es posiblemente la peor época en cuando a sus relaciones bilaterales. En 2016, Tsai Ing-wen, procedente de un partido favorable a la independencia, se convierte en presidenta de Taiwán y sus gestos pro independencia han alterado a Pekín. Al año siguiente, Trump autorizó una importante venta de armas a Taiwán, no alcanzada antes, y en 2018, EEUU adopta una ley que refuerza sus relaciones con la isla. Se han disparado, luego, los desencuentros. En 2019, Xi recuperó el viejo discurso de grandeza territorial, en un momento en el que quería reforzar su imagen desde el nacionalismo, y comenzó a decir lo que no deja de repetir desde entonces: que no renunciará a la fuerza para recuperar Taiwán y que Washington debe ser consciente del riesgo de "jugar con fuego". Por "jugar" se entienden gestos como el de la venta de armas, sostenida también por la administración demócrata.
En enero de 2020, Tsai Ing-wen, ya reelegida, afirmó que Taiwán es "un país". Nueve meses después, Xi pidió a su ejército "prepararse para la guerra". Si las cosas se templaron un poco fue porque el coronavirus paró el mundo.
Los últimos encontronazos
Más allá del mar de fondo, en los últimos años se han producido una serie de crisis que han hecho crecer la preocupación en la comunidad internacional. Así, el 12 de abril de 2021, aviones militares chinos penetran a la zona de identificación de defensa aérea (Adiz) de Taiwán. De enero a comienzos de octubre, más de 600 aviones chinos fueron detectados en esa zona.
China defiende que sus aviones no pasaron sobre la isla sino que se quedaron en la llamada Zona de Identificación de Defensa Aérea (ADIZ) en el Mar Oriental de China; se trata de un espacio en el que la identificación, ubicación y control de aeronaves se realiza en interés de la seguridad nacional, pero que no está regulada ni definida por ningún organismo, desde que EEUU creó la primera de las ADIZ tras la Guerra de Corea, en 1950. No corresponden estas zonas al espacio aéreo soberano ordinario y la de Taiwán toma parte de la China continental. Aún así, Taipei habla de agresión en su zona suroreste, repetidas desde entonces ocasionalmente.
El 22 de octubre de ese año, el presidente Biden afirmó por primera vez que su país está dispuesto a defender militarmente a Taiwán en caso de ataque chino. Tuvo que desdecirse, sus asesores entraron en juego para decir que seguían reconociendo la política de una sola China... pero Biden acabó repitiendo sus palabras este mismo año, para irritación de China.
El revuelo fue mayor porque la presidenta de Taiwán tuvo que reconocer que un pequeño número de tropas estadounidenses estaban en territorio taiwanés para entrenar a sus fuerzas. Llevaban un año y ni contarlo. Lo publicó el diario The Wall Street Journal, que especificó que el objetivo tanto movimiento era “preservar la libertad de navegación en la zona”, justifican en EEUU. Taipei confesó que en el mismo tiempo se produjeron aterrizajes de aviones militares de EEUU en la isla y por sus aguas han navegado buques de guerra norteamericanos. Y todo, en los mismos días se anuncó la firma del pacto bautizado como Aukus entre EEUU, Reino Unido y Australia para mejorar su cooperación militar en la zona y pertrecharse contra China.
Más recientemente, el año pasado, estalló el caso Pelosi. La entonces presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos aterrizó en Taiwán el 2 de agosto, después de que Pekín advirtiera de "consecuencias". Pelosi señaló que su visita es prueba del "compromiso indefectible" de su país con la "vibrante democracia taiwanesa". China lanzó, como represalia, sus ejercicios militares más importantes en la zona hasta la fecha, durante una semana, y ensayó un cerco a Taiwán el 4 de agosto.
Los ejercicios incluyeron el despliegue de cazas y buques de guerra, y el disparo de misiles balísticos. Justo como los de estos días, de castigo por la visita / escala de la presidenta taiwanesa a EEUU. Taipéi respondió con sus propios ejercicios militares a la asfixia de China y en las semanas siguientes Washington envió igualmente buques de guerra al estrecho de Taiwán y anunció nuevos paquetes de ayuda militar a la isla.
En los últimos tiempos, Biden había tratado de aliviar las crecientes tensiones con Pekín, como se vio con una llamada hecha a Xi en la que ambos mandatarios se comprometieron a “evitar un conflicto” y que el mundo “sufra”, y más tarde con su discurso ante la Asamblea de la ONU de 2021, cuando afirmó que no quería ver una nueva “Guerra Fría” con China. Pero la invasión de Ucrania y la actitud de Pekín de no condena expresa a Moscú ha complicado también las cosas, a lo que se añaden roces nuevos como la crisis de los globos espía. Sigue habiendo puntos en los que es necesaria la cooperación, como el cambio climático, y otros en los que no se avanza, como Taiwán.
Pero ahora tenemos a Tsai realizando dos escalas en EEUU en su minigira por Centroamérica (a Guatemala y Belice), y en la segunda de ellas se reúne el 5 de abril en California con el presidente de la cámara baja norteamericana, McCarthy. Pekín insiste en que Taiwán es parte de su territorio, y el 8 de abril, al día siguiente del regreso de Tsai a Taipéi, lanza tres días de ejercicios militares que incluyen un nuevo ensayo de cerco a la isla.
Este mismo lunes 10, Pekín ha organizado ejercicios con munición real cerca de Pingtan (sudeste), punto de China continental más cercano de Taiwán. “Hay una sola China y el gobierno de la República Popular es el único legítimo y Taiwán es parte de China”, señala el Ministerio de Exteriores en Pekín.
¿Puede haber guerra?
Pekín ha aprovechado estos últimos años para imprimir un nuevo impulso a sus fuerzas armadas, que ahora tienen unos misiles significativamente mejores y dispone de portaaviones, hechos en casa y dotados de todo lo necesario para plantar cara incuso al ejército más poderoso del mundo. Ahora mismo, entiende la Inteligencia de EEUU, China no está lista para presentar batalla a lo grande, pero sí en unos años. Pocos.
La idea común ha sido hasta ahora que una invasión de Taiwán sería demasiado costosa para China. Significaría una cifra espeluznante de muertes en el campo de batalla, interrumpiría una economía china entrelazada con las cadenas de suministro globales y ensuciaría -más- la imagen internacional de Pekín. Pero la dinámica está cambiando y eso asusta. De ahí el deseo de EEUU de retrasar a China lo suficiente como para que Occidente y sus aliados aparezcan con fuerza en la zona y aminoren su poder, ya que tiene importantes fuerzas militares y la ventaja de luchar en su propio territorio. Tiempo y apoyos ha ganado Washington en la OTAN, ya que ha asumido el nuevo Concepto Estratégico de Madrid, que considera que China “desafía” los “intereses, seguridad y valores” de la Alianza Atlántica. A un paso de ser enemigo, como Rusia. Y eso que costó, porque los socios occidentales de Biden no están necesariamente por la labor de enredarse, también, en Oriente.
Taiwán sostiene también que China posee miles de misiles balísticos de corto y mediano alcance, así como misiles de crucero apuntados a su isla. Considera, además, que Pekín lleva a cabo una sofisticada campaña de desinformación en redes sociales e internet para socavar la confianza en el Gobierno. Ellos, por su parte, además de buscar la ayuda de EEUU, han reforzado la producción nacional, incluido el desarrollo de misiles de largo alcance y nuevos buques de guerra, bautizados como “asesinos de portaaviones”.
“Deberían recordar que si Taiwán llegara a caer, las consecuencias serían catastróficas para la paz regional y para el sistema de alianzas democráticas”, avisa la actual mandataria. “Sería una señal de que en la contienda global de valores de hoy, el autoritarismo tiene la ventaja sobre la democracia”, sostiene.
Un informe reciente del Departamento de Defensa ante el Congreso de EEUU destacó que en 2000 consideraba que las fuerzas armadas de China eran “de gran tamaño pero en su mayoría arcaicas”, pero hoy día es un rival que ya rebasó a la milicia estadounidense en algunas áreas, como la construcción de barcos. China tiene hoy la mejor Marina del mundo, con portaaviones (tiene dos y está en camino de fabricar un tercero) y nuevos submarinos.
Ahora mismo, entiende Taiwán, no está listo Pekín para presentar batalla a lo grande, pero sí en unos años. De ahí su deseo de retrasar a China lo suficiente como para que Estados Unidos y sus aliados aparezcan con fuerza en la zona. Tiene importantes fuerzas militares y la ventaja de luchar en su propio territorio.
La evaluación del Departamento de Defensa de Taiwán sobre las capacidades de China, presentada al parlamento en agosto de 2021 y obtenida por la agencia The Associated Press, sostiene que China ya tiene la capacidad de sellar los puertos y aeropuertos de Taiwán, pero que actualmente carece de transporte y apoyo logístico para operaciones de desembarco conjuntas a gran escala, aunque está mejorando día a día.
En una nueva política de orientación estratégica, el secretario de Marina de Estados Unidos, Carlos Del Toro, identificó a China como el desafío “más significativo” a largo plazo. “Por primera vez en al menos una generación, tenemos un competidor estratégico que posee capacidades navales que rivalizan con las nuestras, y que busca emplear agresivamente sus fuerzas para desafiar los principios, las asociaciones y la prosperidad de Estados Unidos”, decía el documento.
Xi, defensa aparte, quiere que en su legado político esté el regreso de Taiwán al redil chino, lo que casa con el nacionalismo al alza en el país. Sería, más que una conquista militar, la confirmación de que China es una, única, y que bajo su mandato se ha asegurado al mundo que no hay dudas sobre ello. Su confirmación en el poder, por tercer mandato, impulsa también la idea de herencia, de trabajo por hacer y de deudas pendientes.
¿Pero por qué es tan importante?
Más allá del debate político, soberanista, Taiwán es importante en lo estratégico y en lo económico. Es central tanto para los intereses de Pekín como para los de Washington. Para Pekín, hablamos propiamente de su alma, su soberanía, y es por eso que tiene que lanzar al mundo el mensaje de que su integridad no puede ser dañada, que la isla es parte de su estado y que no se toca. A EEUU, por contra, le toca lanzar su mensaje de que su poder en el Indo-Pacífico no es endeble sino, al contrario, robusto, y que defiende a sus aliados y sus intereses en ese área.
China ha ganado poderío en la zona, especialmente durante la pandemia, y en ese nuevo escenario se entienden los miedos de EEUU, que trata de blindarse o, al menos, no perder influencia. Lo ha hecho con el Aukus y lanzando mensajes contundentes porque hay quien entiende que no quiere repetir errores como la invasión de Ucrania por parte de Rusia, de la que se tenía hasta fecha y que no se impidió. No desea en Taiwán un ejemplo parecido.
Taiwán es la isla principal de un archipiélago situado a 120 kilómetros apenas de la China continental. Por su localización, forma parte de la llamada "primera cadena de islas", crucial para los intereses de política exterior de Washington, una especie de barrera geográfica desde Filipinas a Corea del Sur y Japón con la que puede bloquear los intereses chinos si le conviene. China ha aguantado estos años con el statu quo pero sabe que tener Taiwán bajo su manto sería tener más poder e influencia en la región, en el Mar de China Meridional.
La zona es esencial para el tránsito de mercancías de y hacia China: el 80% de las materias primas que llegan a China lo hacen por mar, así que un bloqueo en el cuello de botella que es Taiwán pondría en serio riesgo parte de su economía; para eso está construyendo hasta plataformas e islas artificiales, con las que controlar aún más el paso y garantizar el flujo de bienes como el petróleo, que le viene por Malaca. También es clave para el mercado mundial, porque la isla domina el mundo de los chips y los semiconductores, esos que tenemos en cada ordenador y teléfono. Sólo la Taiwan Semiconductor Manufacturing Company (TSMC) tiene la mitad del mercado mundial. Sin Taiwán, se cae el sector. Quien domine Taiwán, lo tiene. EEUU obtiene trato preferente en este mercado crucial, el tecnológico. Buena parte de los componentes de teléfonos, ordenadores, tabletas, consolas o relojes vienen de las empresas de chips del país.
Para la Administración de Joe Biden es de “vital importancia” mantener abierta la comunicación por todo el estrecho de Taiwán, el que separa a la masa continental de China de la isla de la discordia, porque al estar libre garantiza su actual poder, porque la libertad de navegación es esencial en una zona estratégica por la que circula el 30% del comercio mundial, como es el Indo-Pacífico. Y en lo defensivo, ante la amenaza china y para mantener sus relaciones con aliados como Japón o Corea del Sur, frente a Pyongyang, por ejemplo.
Una joya en disputa que promete centrar la atención del mundo en la próxima década.