La ofensiva y la presa: cómo la inundación en Kajovka puede alterar los planes de batalla en Ucrania
Ya era complicado que Kiev saltara el Dnieper y atacase a los invasores, pero ahora ese posible flanco de ataque queda imposible. Sin embargo, donde hay combates cada vez más intensos es en Zaporiyia y Bajmut.
Los ojos del mundo trataban de escudriñar si se producían movimientos inusuales de tropas y material, si se incrementaban los combates, si alguien desde Ucrania hacía un gesto o una declaración que pudiera dar por empezada la anunciada contraofensiva contra Rusia, su invasor. Y, de pronto, bajo la lupa, estalló un embalse, el de Nova Kajovka, en Jersón, al sur. Lo inundó todo, literal y metafóricamente. Ahora, mientras llega la ayuda humanitaria, se hace repaso de daños y se buscan alternativas de suministro, la pregunta es si también el agua desdibuja los planes de Kiev de reconquistar ese 20% del país que está en manos rusas y que este sábado se ha dado por confirmada desde el Gobierno.
Aún no se sabe la autoría de la voladura, si fue Moscú, si fue Kiev o fue el desgaste de la estructura, sometida durante meses a daños por los combates próximos. No se sabe cuándo las aguas volverán a su cauce por completo -aunque se han estabilizado notablemente ya este fin de semana-, qué pasará con los afectados en 80 pueblos, con las 3.700 casas que han tenido el agua hasta el tejado o con los 3.000 evacuados -la guerra ha dejado esta populosa región sin gente-. Lo que sí se sabe es que guerra abierta en el tramo final del río Dnieper, donde el caudal ha llegado a triplicarse, será complicado ver en semanas, como poco.
Las dudas sobre si contraofensiva ucraniana es ya una realidad o no han quedado despejadas ya con palabras y con hechos. Ayer, el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, reconoció por primera vez que está en marcha, aunque no quiso dar detalles, obviamente. "Se están llevando a cabo acciones defensivas y contraofensivas en Ucrania (...)", dijo el jefe de Estado en una rueda de prensa con el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, quien visitó por sorpresa Kiev. Zelenski únicamente recalcó que está en contacto diario con los comandantes a cargo de "varias frentes" y que "todo el mundo tiene un espíritu positivo".
Según Rusia y diversos analistas occidentales, la contraofensiva llevaba ya en marcha seis días, al menos. Medios norteamericanos como ABC o The Washington Post así lo afirmaban, por sus posiciones sobre el terreno, al igual que el tanque de pensamiento que se ha convertido en referente en esta contienda por sus mediciones diarias de los ataques, el Instituto para el Estudio de la Guerra (ISW, por sus siglas en inglés), con sede en Washington. El Ministerio de Defensa de Reino Unido confirmaba esta semana un "aumento sustancial" de los combates en "numerosos" sectores, algunos de ellos relativamente tranquilos en estos casi 16 meses de contienda.
Ucrania había indicado en reiteradas ocasiones que esto no es una película, no habrá lazo cortado, disparo de pistola, un preparados, listos, ya. Siempre ha confirmado que, una vez que la ofensiva vaya avanzando, será evidente para todos. Y así lo es ya.
En las últimas jornadas, a raíz de lo que el Gobierno de Volodimir Zelenski califica de "terrorismo" y "ecocidio" en la presa de Jersón, las autoridades locales han insistido en que la inundación no va a cambiar sus planes, sean cuales sean. Que la contraofensiva sigue siendo su hoja de ruta, la hayan diseñado como la hayan diseñado. En palabras del propio Zelenski, la voladura "no detendrá ni a Ucrania ni a los ucranianos". Un mensaje que transmitió a quienes se afanan en devolver la zona a la normalidad con una visita de urgencia, el pasado jueves.
"La detonación en la presa no afectó a la capacidad de Ucrania de desocupar sus propios territorios", ha concretado el comandante en jefe de las fuerzas ucranianas, el general Serhiy Nayev. Explica en medios ucranianos que no sería "inteligente" dejar toda la estrategia a un único flanco y que, además, la posibilidad de ataques rusos a infraestructuras esenciales como la balsa están siempre previstos, para actuar en consecuencia. "Acciones insidiosas", las llama. Ante la ONU, Ucrania ha denunciado que los plantes del Kremlin para acabar supuestamente con esta presa se conocían desde hace meses.
El ISW destaca que las áreas situadas en la zona inundable en un radio de 120 kilómetros de la presa destruida, las más dañadas por la catástrofe, se encuentran geográficamente lejos de las áreas de la línea de frente donde se está identificando una "actividad combativa reciente" en los últimos días. "La inundación del curso bajo del río Dnieper no tendrá probablemente impacto en las zonas" donde se está combatiendo, concluye en uno de sus reportes de esta semana.
Ahora tenemos pueblos invivibles y un terreno abierto, en los 60 kilómetros hasta la desembocadura del río, donde es lógicamente complicado avanzar, si se quisiera. La prioridad es atender a las personas afectadas y fuentes consultadas por El País indican que hasta dentro de "semanas" no podría llevarse a cabo operación militar alguna en la zona. Tampoco parece que fuera esa la primera orden de Zelenski, teniendo como tiene más de mil kilómetros de frente de batalla donde elegir y sabiendo que la aventura en el río necesita de más medios, de superioridad aérea y de resistencia ante un enemigo fortificado que, hoy, no tiene en la zona.
El Dnieper separa a ucranianos de rusos, a la altura de las provincias de Jerson y Dnipropetrovsk, donde hay constantes choques desde que empezó la primavera. Los invadidos habían logrado algunas posiciones avanzadas, pero no muchas ni fuertes ni numerosas, porque saltar el río al otro lado se planteaba, sin balsa rota, como muy complicado. Ahora, se ha duplicado la distancia que habría que salvar, por la crecida, así que una operación anfibia es aún más difícil. También han sufrido daños las carreteras cercanas al río, esenciales para la logística, para tener un suministro estable de todo lo necesario. Otro problema añadido, el terreno impracticable.
Los informes del ISW sostienen que la geografía y la topografía de la zona han cambiado por la fuerza de la naturaleza desatada en el sur de Jersón. 600 kilómetros cuadrados han llegado a estar bajo las aguas en las primeras horas. Eso ha llevado a que al menos 29 asentamientos (19 ucranianos y diez rusos) se hayan visto afectados, inundados. Unos, en posiciones de ataque; los otros, en posiciones de defensa. La portavoz del Mando Operativo del Sur de Ucrania, Nataliya Humeniuk, añade que los invasores han tenido que llevarse su personal y su equipo a entre cinco y 15 kilómetros de donde estaban antes del suceso. Fuera del alcance de la artillería, por lo tanto.
El think tank de EEUU afina que esta retirada se está haciendo "con un alto grado de desorganización", lo que está "agravando" los daños a la población civil en las zonas ocupadas. Rusia puede tener el beneficio de que Ucrania no le ataque por la zona de Jersón, a causa de la nueva coyuntura, pero ha tenido el inconveniente del movimiento de posiciones y añade, también, los problemas de suministro de agua que se esperan en la península de Crimea, que se anexionó ilegalmente en 2014, y que depende de un canal de agua dulce cercano a la presa rota. Los dos han tenido que hacer ajustes y los dos tendrán que sufrir retrasos.
En Zaporiyia y Bajmut
Es complicado saber aún si el relativo optimismo mostrado por Zelenski y los suyos respecto al efecto de lo ocurrido en Kajovka sobre la ofensiva es sólo discurso de cara al ánimo de su gente o realidad. Sí es cierto, se le ponga el nombre que se le ponga, reconquista, preparativos o primeros compases, que en paralelo a este desastre se están produciendo movimientos, sobre todo en el sureste.
Está claro ya que las fuerzas ucranianas han intensificado sus actividades a lo largo de la línea del frente al sureste de la ciudad de Zaporiyia, sobre todo, y que también se redoblan los intentos de rehacerse con Bajmut. El ISW sostiene que se han dado "avances tácticos limitados" en estos frentes. Aún es demasiado pronto para hacerse una idea real de lo que está ocurriendo y de hasta qué punto Ucrania ha hecho ya su apuesta, con todo, y qué posibilidades tiene de avanzar.
El jueves, el canal de Telegram del Ministerio de Defensa ruso citó al ministro de Defensa, Sergei Shoigu, diciendo que la 47ª Brigada Mecanizada de Ucrania había hecho cuatro intentos de romper las líneas rusas con hasta 1.500 personas y 150 vehículos blindados cerca de Zaporiyia, tomada al 80% por Rusia, incluyendo la central nuclear más grande de Ucrania y de Europa. Los ataques habían sido repelidos, dijo Shoigu, añadiendo que las fuerzas ucranianas habían sufrido importantes pérdidas tanto de soldados como de armas. Acompañó sus palabras de vídeos en los que se ven drones frenando el envite. Entre el material que Rusia dice haber inutilizado puede haber ya tanques Leopard, entregados por países occidentales y ya en uso. Tanques, blindados, artillería, infantería... Si no es la punta de lanza de la reconquista es, cuando menos, un ataque potente.
Vladimir Rogov, un funcionario de la región de Zaporiyia respaldado por el Kremlin, reafirmó que hay "combates feroces" en el frente sur de Ucrania, según dijo a la agencia oficial RIA Novosti. Y usó las palabras exactas que Kiev no quiere decir: "Hay una contraofensiva de las Fuerzas Armadas ucranianas". Y en un comentario más de Telegram, recalco: "Todo no ha hecho más que empezar".
En la mañana del viernes, Semen Pegov -uno de los propagandistas rusos más leídos de los que cubren la guerra- informaba con menos entusiasmo de que las fuerzas armadas ucranianas habían avanzado al sur de Orikhiv hacia la ciudad de Tokmak, en territorio controlado por Rusia. La situación a la que se enfrentaban las fuerzas rusas era muy grave, en sus palabras. Los logros en esta villa también han sido confirmados por Hanna Maliar, la viceministra de Defensa de Ucrania, quien en la misma intervención concedió que su país estaba efectuando acciones ofensivas "en algunas direcciones", sin especificar más ni nombrar la palabra mágica, contraofensiva.
La atención se centra en esta parte de la línea del frente desde hace meses, por lo que la intensificación de la actividad ucraniana no es tampoco una sorpresa. Lo que pasa es que todos buscamos signos que sumen, que eleven, que permitan hablar de ofensiva. Romper el puente terrestre de Rusia a Crimea, haciendo retroceder a las fuerzas rusas hasta el Mar de Azov, es claramente un objetivo militar central para Ucrania.
Tokmak está en la carretera de Melitopol, una de las tres grandes ciudades bajo control ruso -las otras son Berdiansk y Mariúpol- que se encuentran en la costa, es un importante nudo de comunicaciones. Tomarla es muy positivo para partir el territorio en dos y acabar con ese corredor entre el Donbás, según Moscú una de sus nuevas regiones, y la península. Y abriría el terreno a seguir avanzando en los dos óblasts que la componen, Donetsk y Lugansk, más al este.
Las autoridades ucranianas han dicho muy poco sobre cómo van las cosas. Zelensky apenas habla de "batallas muy duras" en curso, entre otras cosas porque los de Vladimir Putin llevan meses blindándose para la llamada ofensiva de primavera, que ya roza el verano. Añadió: "¡Hay un resultado, y estoy agradecido a todos los que garantizan el resultado!", aunque se refería en este caso a los combates en torno a Bajmut, que se encuentra en una parte muy diferente de la línea del frente, y donde las fuerzas ucranianas han logrado avances limitados recientemente.
La ciudad, que Moscú dio por tomada gracias a sus mercenarios del Grupo Wagner, no está tan garantizada y fuentes ucranianas citadas por la BBC indican que en tres días de esta semana se ha recuperado tanto como se perdió en la zona en toda la primavera. "Bajmut, bien hecho. Paso a paso", alienta Zelenski.
La guerra, que durante tantos meses vimos enquistada, es ahora un hormiguero en el que las piezas no descansan un segundo.