Israel pide a los palestinos que abandonen Gaza, pero obvia una cosa: que no pueden
La franja está bloqueada por el propio Israel y por Egipto desde 2007, por tierra, mar y aire. No hay manera de saltar vallas, escapar en barco, coger un avión. Queda buscar refugio en edificios de la ONU, mientras se pelea por pasillos humanitarios.
Israel ha recomendado a los habitantes de Gaza que se vayan, porque les viene la "ofensiva total" en respuesta al ataque masivo y sin precedentes de Hamás, el pasado sábado. Pero eso es un imposible. De Gaza no se puede escapar desde hace 16 años. No hay por dónde.
La franja está bloqueada por tierra, mar y aire desde 2007, cuando Israel, en connivencia con Egipto, decidió dejar a su gente encerrada porque un año antes había votado mayoritariamente por Hamás, en un momento de bloqueo del proceso de paz y de aumento del radicalismo. La situación hoy es terrible: paro, falta de recursos, de bienes esenciales, de esperanza. Si de ella no se puede escapar, menos aún cuando arrecian las bombas o la artillería, cuando nadie crea pasillos humanitarios y piensa en la gente inocente, que no es de Hamás, a la que afectarán las represalias.
Ni tierra, ni mar ni aire
La idea de una cárcel al aire libre que suele usarse para describir Gaza es tan manida como justa. Es exactamente así. Israel domina sus cielos, que vigila incesante, por los que no pueden cruzar más que las cometas que se vuelan en la playa. En sus 365 kilómetros cuadrados no hay aeropuertos -un día sí, en el pasado, pagado en parte con dinero de la cooperación española: el entonces presidente del Gobierno, José María Aznar, fue el primer mandatario extranjero en aterrizar en él, en 1998-, la franja no está conectada por aire con ningún lado.
Por el mar, tampoco. Todo el tráfico marítimo hacia y desde Gaza está prohibido, aunque ese cerco lo hayan intentado romper simbólicamente algunas Flotillas de la Libertad. Según el derecho internacional y de los Acuerdos de Oslo (1993), Gaza, que tenía una zona de pesca de 20 millas náuticas de ancho desde su costa, que quedó reducida a tres millas por Israel a partir de enero de 2009. El acceso está prohibido a los pescadores palestinos en sus franjas septentrional y meridional. En este contexto, las pescas han disminuido de más del 70%, cuando hablamos de un sector económico vital para ellos.
Desde principios de 2019, estas restricciones se suavizaron ligeramente, el espacio marítimo accesible a los palestinos abarca teóricamente ahora 12 millas en su parte central y las seis millas en sus franjas septentrional y meridional. Sin embargo, es un puño que se abre y se cierra, o sea, se expande o se contrae, en función de la situación con las milicias.
Más allá de la necesaria pesca, por supuesto que los barcos no son una vía para escapar. Tampoco llegan ni salen de Gaza. En diversas ofensivas, hay quien ha usado la playa de resguardo, pero no barcos, porque la Armada de Israel también dispara. Por ahí tampoco se sale.
Y si hablamos de tierra, más de lo mismo. Israel controla la frontera norte y este y Egipto, la sur. Se trata de un perímetro de valla y muro, electrificado, vigilado por métodos sofisticados y por personal del Ejército, que aún nadie sabe cómo Hamás logró superar el sábado con excavadoras o vehículos empotrados. A lo largo de ese perímetro, Israel tiene hasta cinco entradas por las que da paso a materiales -sólo los que permite el bloqueo y en las cantidades que decide Tel Aviv- y también a personas, desde cooperantes a periodistas y diplomáticos, pasando por los escasos civiles gazaríes que tienen permiso para trabajar fuera de la franja, estudiar o recibir tratamiento médico. Por descontado que no va a dejar que los palestinos escapen a su territorio.
Egipto, por su parte, sólo tiene un cruce fronterizo con Gaza, el de Rafah, al sur, que es muy pequeño y con muy poca capacidad. Se calcula que unas mil personas pueden salir por día en circunstancias normales, pasando el control de Hamás a la salida y de Egipto a la entrada. Desde 2007, ha estado cerrado durante larguísimas temporadas.
"Si se decidiera que ése es el sitio por el que tienen que crearse los corredores humanitarios, la capacidad diaria para sacar a personas de allí sería muy reducida, hablamos de unos pocos miles de personas que podrían salir cada día", afirma a El HuffPost Raquel Martí, directora ejecutiva de UNRWA España.
No sólo no es factible sacar por ahí a una población de 2,3 millones de personas (la mitad, menores de edad) por su pequeñez, sino que desde el mediodía del martes el paso está completamente cerrado, ya que Israel atacó la zona desde el aire en uno de sus bombardeos de represalia y la infraestructura no funciona. Naciones Unidas reclama que todo se adecente a la mayor brevedad y se cree, al menos, un pasillo humanitario. Por ahora, lo único para lo que vale ese paso es para el paso de "algún material humanitario", confirma el Gobierno de El Cairo. También dice que impedirá un "éxodo masivo" de palestinos por su barrera. Un aviso.
Si alguien se lo pregunta, no, tampoco se sale en tren, como en Ucrania. Es una imagen imposible, porque tampoco hay vías en Gaza.
¿Qué es lo que queda, si todo está cerrado a cal y canto y no hay ni refugios antiaéreos o sirenas, como en el otro lado de la frontera? Queda buscar alojamiento en algún edifico de Naciones Unidas, especialmente en las escuelas de la UNRWA, que se supone que son zonas neutrales porque la legislación internacional prohibe atacarlas.
No obstante, la Agencia de la ONU ha indicado a través de un comunicado que el domingo pasado un proyectil impactó en una de esas escuelas, donde se alojaban en ese momento 225 personas. Que se pase de los daños materiales a los personales es sólo cuestión de tiempo si se tienta la suerte. En este momento, más de 175.000 personas están protegidas en hasta 88 centros internacionales.
El resto, hasta más de 260.000 personas que han dejado ya sus casas, son palestinos que han ido con familiares o que directamente se mueven, de aquí para allá, por la franja. Para que no se les caiga la casa encima. Son desplazados internos que no serán refugiados en ningún país si nadie les abre las puertas.
La mayoría de los gazatíes, sin embargo, siguen en sus casa. Quienes se aventuran a salir de ellas lo hacen sólo para realizar diligencias esenciales o para buscar a sus desaparecidos, en medio de la carnicería de los ataques israelíes. Las calles están dañadas y cubiertas de escombros. Hay muy poca actividad y, con el paso de las horas, menos bienes. Hay gente que, aunque pudiera irse, tiene a los suyos por atender en los hospitales. Salen también para eso, pese a los riesgos.
El daño
Los bombardeos de represalia de la aviación israelí se han cobrado al menos 1.055 vidas y dejado 5.184 heridos en Gaza. Destaca el daño causado en nueve instalaciones médicas y 15 ambulancias han sido objeto de ataques, cuando el sistema de salud ya está de por sí en una situación grave, una gran escasez de medicamentos y material y afectado por los cortes de electricidad y de combustible.
"El Ministerio de Sanidad hace un llamamiento a las autoridades para abrir de inmediato un pasillo seguro para que pueda entrar ayuda sanitaria y delegaciones médicas (a la Franja de Gaza) y se facilite el traslado de heridos y pacientes que no pueden recibir tratamiento en Gaza", señala el comunicado facilitado por el Ministerio de Salud de la franja.
Léo Cans, coordinador general de Médicos Sin Fronteras (MSF) en los Territorios Palestinos Ocupados desde Jerusalén, relata a través de una nota de prensa que "la situación en Gaza es catastrófica", que "la gente no sabe adónde ir, se encuentra a la intemperie en mitad de la noche bajo una lluvia de bombas". "Los hospitales están desbordados. El número de heridos es extremadamente alto: hay una afluencia constante a todos los hospitales de la Franja de Gaza. Los equipos médicos están agotados, trabajan sin descanso para tratar a los heridos", añade.
"Muy a menudo la gente no sabe adónde ir; se encuentra a la intemperie en mitad de la noche, bajo una lluvia de bombas. ¿Dónde pueden encontrar seguridad?", se pregunta, tras explicar que "a veces la gente recibe un mensaje de texto en mitad de la noche pidiéndoles que evacuen sus casas" y entonces "tienes que despertar a tus hijos en mitad de la noche y salir de casa, sin llevarte ninguna pertenencia, para ponerte a salvo".
Los desplazados, esos que no pueden salir por más que diga el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, arrastran importantes carencias. "Necesitan de todo: agua, un lugar donde asearse, comida, un colchón donde dormir... en fin, necesidades variadas pero básicas", indica Cans. Ahora, el Gobierno israelí hasta ha decidido cortar por completo el suministro de agua y electricidad, y la red telefónica ha sufrido graves daños.
"La población está aterrorizada", resume el miembro de MSF. El miedo a que haya una ofensiva terrestre, que arrase con todo, causa una angustia nueva, en esta sexta guerra que vive la franja en 15 años. "Dicen que esta vez es diferente: no ven una salida y se preguntan cómo va a acabar todo. Sufren una angustia mental terrible. No hay palabras para describir lo que está pasando la gente", ahonda. La "poderosa venganza por este día negro", como dijo el premier, pesa.
La crítica
Desde 1992, el Banco Mundial cuenta con un programa de asistencia para los territorios palestinos, que incluye donaciones y financiación de proyectos de la Autoridad Palestina para llevar agua y energía, así como proyectos de salud y educación. Según sus datos, publicados este mismo año en un informe, las restricciones de movimiento y de acceso que han sido impuestas por Israel han "limitado gravemente" el desarrollo palestino en Gaza y en Cisjordania. Es decir, que el daño de años, las guerras constantes y lo que se viene formar un magma ideal para la miseria y el dolor.
El Gobierno de Israel siempre ha defendido su postura de bloqueo, bajo el argumento de que las restricciones a Palestina buscan "mejorar la seguridad de Israel y de sus ciudadanos". Pese a que Naciones Unidas ha pedido que se permitan la entrada de mas materiales o bienes, siguen decidiendo qué y cómo entra. Muy polémico fue saber que se habían calculado hasta las calorías que un palestino necesitaba para no morir de hambre, y así decidir cuánto se abría el grifo.
Este intenso bloqueo de Israel a la población palestina en Gaza ha sido considerado por el Comité Internacional de la Cruz Roja como ilegal, como una violación de derechos humanos, un castigo colectivo que ahora impide a las personas hasta escapar de la guerra.