Guía de las elecciones legislativas en Francia: todo lo que debes saber de una cita crucial
El presidente Macron adelantó los comicios en un intento de cortocircuitar a los ultras, embravecidos por su victoria en las europeas. Es un órdago en el que pide a sus ciudadanos que se retraten y que puede dibujar un escenario insólito.
Ha llegado la hora de la verdad. Los franceses están llamados a votar en unas elecciones legislativas a doble vuelta que deben aclarar si se lanzan definitivamente en brazos de la ultraderecha, como hicieron en las elecciones europeas del 9 de junio, o recapacitan y cambian su papeleta, demostrando que para Bruselas se vota con las tripas -el cabreo- y para casa, con la cabeza.
El presidente galo, el liberal Emmanuel Macron, sorprendió en la misma noche electoral disolviendo la Asamblea Nacional, en un intento de cortocircuitar a los radicales o, como poco, desgastarlos obligándolos a afrontar la verdadera gestión del país. Una jugada de ajedrez complicadísima, para nada visceral sino muy pensada, dicen los analistas, pero que nadie sabe cómo puede acabar.
Macron claramente quería romper con un estancamiento que le estaba desgastando, después de no lograr una mayoría absoluta en la Asamblea Nacional en junio de 2022. La aprobación de leyes se ha convertido en un verdadero dolor de cabeza: ha tenido que forzar la aprobación de reformas de pensiones sin votación, por decreto, mientras que las normas de inmigración se le acabaron yendo a la derecha, lejos del centro, para poder sacarlas adelante. "Francia necesita una mayoría clara si quiere actuar con serenidad y armonía", argumenta ahora.
De momento, aquí tienes las claves de la convocatoria, las encuestas y los posibles escenarios, que sólo los ciudadanos pueden aclarar.
¿Qué se vota?
Los más de 49 millones de franceses inscritos en el censo electoral están llamados a las urnas los próximos días 30 de junio y 7 de julio para decidir la nueva composición de la Asamblea Nacional y el color del próximo Gobierno. Es una convocatoria anticipada, toda vez que la legislatura que se inició el verano de 2022 no debía finalizar hasta 2027. El presidente, entre sus competencias, tiene la de disolver el parlamento en casos de compleja gobernabilidad y esa es la vía por la que ha optado Macron, impidiendo que sus adversarios festejen los buenos datos de las europeas y con tan poco tiempo para organizar la campaña que ni encuestas buenas se han podido hacer.
En juego hay 577 escaños de la Asamblea, incluidos 13 distritos de ultramar y 11 distritos electorales que representan a los franceses expatriados en el extranjero. Para obtener mayoría absoluta un partido necesitan 289 de esos diputados.
La alianza de Macron (que bajo el nombre de Ensemble incluía a su partido, Renacimiento, más Horizontes y MoDem, todos centristas) tiene sólo 250 escaños en la Asamblea saliente y durante estos años ha vivido con el agua al cuello en cada votación. Tampoco ahora se espera una mayoría absoluta de nadie, por lo que la dinámica agónica puede no cambiar, sólo tendrá nuevos protagonistas.
La primera vuelta, la de este domingo, elimina a todos los candidatos que no logran obtener el apoyo del 12,5% de los votantes registrados localmente. Lo normal es que pasen dos o tres, no más. En las últimas elecciones de esta naturaleza, quedaron la Agrupación Nacional, los ultras de Marine Le Pen, y el bloque de Macron. Cualquier formación que obtenga el 50% de los votos con una participación de al menos una cuarta parte del electorado local gana automáticamente, pero es un escenario que no se da en estos momentos y que, en general en la historia de Francia, es bastante extraño.
La segunda vuelta, ya el 7 de julio, suele ser un sprint final en el que aumenta la participación y hay quien vota no por sus predilectos, sino para que no gane un candidato odiado. Esta dinámica suele ir contra la ultraderecha. Algunos candidatos pueden retirarse antes de la llegada de esa segunda vuelta para darle a un aliado más posibilidades de impedir que gane un rival.
La V República tiene, desde 1958, una Constitución que establece este sistema semipresidencial. Por un lado, hay un presidente con amplias competencias, entre las que se cuentan la designación de tres de los nueve miembros electos del Consejo constitucional, la ejecución de poderes excepcionales en momentos de amenaza, la dirección del Consejo de Ministros y la posibilidad de escoger al primer ministro. Este puede ser cesado por el presidente en cualquier momento y sin necesidad de aprobación por parte de otras instancias -ni tan siquiera la Asamblea-. El presidente de la República también ejerce como copríncipe de Andorra.
El primer ministro debe ser aprobado por la Asamblea Nacional y, a su vez, conforma su gabinete con la ratificación del presidente. Entre sus funciones destaca la toma de decisiones sobre el centro político del país, desde sanidad a economía, pasando por agricultura o relaciones exteriores. El parlamento, al fin, aprueba las leyes, controla al Gobierno y puede destituir al primer ministro mediante una moción de censura.
Los candidatos
En estas elecciones, pesan más los bloques ideológicos que los candidatos a primer ministro, que eso y no otra cosa es lo que está en juego porque, no, el presidente no se cambia, Macron ha dicho que aunque pierda seguirá en el cargo hasta las elecciones presidenciales de 2027. En este caso, son tres los bloques con más posibilidades de lograr escaños.
Por un lado, está el partido del presidente Macron, Renacimiento, y sus aliados centristas MoDem y Horizontes. Este último no acude esta vez en la misma papeleta, sino por separado, pero es seguro que, si los liberales tienen posibilidades de forjar una alianza, estará del lado de los macronistas. Si reeditan la mayoría parlamentaria actual, su candidato a primer ministro sería Gabriel Attal, que es quien ocupa el cargo actualmente, el más joven que ha tenido Francia en su historia. Su mensaje: son ellos o el caos extremista.
Luego tenemos al favorito, la Agrupación Nacional de Le Pen, de derecha extrema. En 2022 consiguió 89 diputados en el que fue su mejor resultado en unas legislativas, pero fue insuficiente para hacerse con la Cámara. Siempre, los ultras arrastran la complicación añadida de sumar, porque en Francia existe lo que se llama el Frente Republicano, que no es más que un cordón sanitario de los demócratas contra los neofascistas o sucedáneos.
Vienen fuertes de ganar en las elecciones europeas con más del 32% de los votos y también se han reforzado ideológicamente tras pactar con el presidente de la formación conservadora de siempre, Los Republicanos, Éric Ciotti, lo que ha costado una enorme crisis interna en la formación de derechas. En el caso de que sean ellos los que se impongan el elegido para premier será Jordan Bardella, el joven revelación de la ultraderecha. Le Pen no quiere ese cargo, porque su aspiración mayor es ser la presidenta de Francia en tres años.
Finamente, tenemos el bloque progresista. Una izquierda heterogénea, muy atomizada, que por una vez ha sabido moverse rápido y entender que la urgencia del momento llamaba a la unión. Sin perderse esta vez en peleas, como es costumbre, el llamado Nuevo Frente Popular ha pactado para presentar candidatos unitarios en la mayoría de circunscripciones, con el aval de cuatro formaciones: La Francia Insumisa, Partido Socialista, Europa Ecología-Los Verdes y Partido Comunista. Este todos ha una ha gustado al electorado, que hasta sitúa al bloque como posible segunda fuerza. La Francia Insumisa cuenta con 75, Los Republicanos, 62, los socialistas 31 y los ecologistas 23. Ahora, hasta el expresidente François Hollande, con fama de templado, los apoya y reivindica el nombre elegido para la alianza, el de la plataforma creada por Léon Blum en 1935 para frenar el avance del fascismo.
En lo que no se han puesto de acuerdo aún es en el candidato a primer ministro, porque dicen que prefieren esperar a ver la fuerza parlamentaria que tienen para tomar decisiones. Es un tema espinoso. A los debates han llevado, por ejemplo, al socialista Olivier Faure, pero la verdadera pelea es entre Jean-Luc Mélenchon (LFI) y el también socialista Raphaël Glucksmann, que, por decirlo suavemente, no se tienen mucho aprecio y chocan constantemente en cuestiones como la guerra de Ucrania y la de Gaza.
Qué va a pasar
El sistema de dos vueltas significa que no hay nada seguro, pero existe un riesgo real para el bando de Macron, porque muchos de sus diputados se pueden quedar atrás, el centrismo y los liberales pueden pagar seriamente la polarización nacional y que se quede borrada esta opción templada, como tan gráficamente señalaba estos días The Economist.
Actualmente, los de Le Pen tiene 88 escaños en el parlamento saliente, pero las encuestas sugieren que podrían ganar 220 a 260, con entre el 32 y el 35% de los votos. Se necesitan 289 para tener la mayoría absoluta, por lo que le queda lejos. Sólo una firma, la encuestadora Harris Interactive Toluna, pronostica entre 250 y 305 escaños de 577 para el RN, lo que sí les daría poderes plenos.
La previsión es que el segundo mayor bloque sea el de la izquierda, con entre 190 y 235 escaños, según las previsiones. En su caso, la estimación es que lograrán un 28 o 29% de los sufragios. Los liberales, al fin, se quedarían en tercera posición -realmente humillante para Macron-. Las encuestas empezaron dándoles no más de un 17%, pero con los días han ganado algo de cuerpo, entre tres y cuatro puntos más. Podrían pasar a la segunda vuelta, parece.
Una participación mayor de lo habitual también podría transformar la votación. Alrededor de dos tercios de los votantes habilitados planean emitir su voto, lo que sería el nivel más alto desde 1997.
Será el momento de ver si la desesperación de los ciudadanos, ese miedo en el que pesca la ultraderecha, acaba imponiéndose o si se usa el llamado vote utile (voto útil o táctico), que se incline en segunda vuelta por la formación o formaciones que no sean AN, para hacer contrapeso y alejarlos del poder. La fórmula ha funcionado profusamente en Francia, donde los lepenistas apenas gobiernan en algunos ayuntamientos y regiones.
La diferencia, en esta ocasión, es que se han acentuado los extremos, ante el hundimiento de partidos tradicionales -sobre todo, el tándem socialistas-republicanos, y l mismo que hay muchos votantes que prefieren votar con la nariz tapada con tal de no tener a los ultras mandando, hay quien está dispuesto a votar a Le Pen para que no crezca La Francia Insumisa. Las distancias son enormes, pero las percepciones, menos.
Macron sabe, con estos números, que el paso que ha dado es complicado, pero los analistas entienden que, o bien espera que el voto a Agrupación Nacional se reduzca, porque los ciudadanos los voten sólo para patalear, en elecciones como las europeas que les importan menos, o bien espera que, si ganan, se desgasten por completo ante la tarea de gobernar de verdad. Así llegarían débiles a las presidenciales del 27, con sus promesas sin cumplir y su programa expuesto.
¿Qué es eso de la cohabitación?
Si el partido de Macron pierde y gana Agrupación Nacional, entonces la pregunta es si AN puede obtener una mayoría absoluta o una mayoría relativa similar a la que ostenta desde 2022 el bando del presidente. Bardella ha dicho que sin absoluta no se ve haciendo de secretario de Macron, una manera de meter presión a sus electores para que vayan a por todas, que les den el mando completo.
Una victoria de la ultraderecha podría abrir la puerta a casi tres años de "cohabitación", o poder compartido, que es la situación en la que el presidente de un partido encabeza el Estado y otro partido dirige el Gobierno. Ya ha sucedido antes, con la política interna en manos del primer ministro y la política exterior y de defensa en manos del presidente. La diferencia es que se ha dado entre los dos grandes bloques que se han alternado en la historia del país, los conservadores y los socialistas, y ahora el panorama político está más atomizado y escorado. Ahora las ideologías son aún más diferentes.
En concreto, Ha habido tres períodos de convivencia en el pasado:
- 1997-2002: El socialista Lionel Jospin fue primer ministro durante el gobierno del presidente de centroderecha Jacques Chirac.
- 1993-95: El primer ministro de centro derecha, Edouard Balladour, trabajó con el presidente socialista François Mitterrand durante su segundo mandato.
: 1986-88: Jacques Chirac fue primer ministro durante la presidencia de François Mitterrand.
Si ese caso llega a darse, lo relativo a la política interior queda en manos del primer ministro y de la Asamblea. El presidente está relegado a un papel secundario; puede negarse a firmar ciertas decisiones del Ejecutivo, pero su capacidad de bloqueo es limitada: por ejemplo, en la primera cohabitación, Mitterrand se negó a firmar los decretos elaborados por el Gobierno para la privatización de algunas empresas públicas, ante lo que el Ejecutivo buscó una alternativa legislativa y las aprobó en la Asamblea mediante un proyecto de ley.
Se suele decir que la política exterior y la defensa son “ámbitos reservados” del presidente, la Constitución no es tan clara y pueden darse choques. El jefe de Estado es también chef des armées y es la única persona con capacidad para decidir sobre el empleo de armas nucleares, pero gabinete y Parlamento tienen el control del presupuesto y de la organización de la defensa nacional. A efectos prácticos, el Ejecutivo podría oponerse al envío de material militar o soldados a otros países, aunque así lo solicite el presidente. Le Pen ya ha dicho que no mandarán soldados a Ucrania si se diera el caso.
Sí, son ultras
Durante años, Marine Le Pen ha tratado de "desdemonizar" a su partido, algo que le ha ido muy bien y en menor tiempo a líderes como la italiana Giorgia Meloni. El partido que encabeza, antes liderado por su padre Jean-Marie, tiene raíces antisemitas y extremistas de su padre. Ella le ha cambiado el nombre, de Frente Nacional ha pasado a ser Agrupación Nacional, pero por ejemplo Bardella sigue siendo un enamorado declarado de los programas del primer Le Pen.
Gran parte de su atención se centra ahora en la crisis del precio de vida, porque saben que es una de las mayores preocupaciones de los franceses, pero muchas de sus estrictas políticas antiinmigración persisten -lo han dejado claro en los debates- y un fallo de este año del Consejo de Estado, el tribunal administrativo más alto de Francia, confirmó que podría considerarse "extrema derecha" por su filosofía, por más que rechacen la etiqueta.
El capitán del fútbol francés, Kylian Mbappé, advirtió a sus compatriotas de que "los extremos están a las puertas del poder", lo que llevó a Bardella a responder a las figuras multimillonarias del deporte "que dan lecciones a personas que luchan por llegar a fin de mes". Es aspirante a primer ministro quiere prohibir a los franceses con doble nacionalidad ocupar puestos estratégicos sensibles, calificándolos de "medio nacionales". También quiere limitar el bienestar social para los inmigrantes y deshacerse del derecho automático a la ciudadanía francesa para los niños de padres nacidos en el extranjero. La prohibición prevista de llevar velo en público no es por ahora una prioridad, cuando siempre ha sido central en su programa.
Las políticas anti-OTAN y anti-UE también se han suavizado y los estrechos vínculos de Agrupación Nacional con la Rusia de Vladimir Putin se han abandonado silenciosamente. Salir de la UE no ha estado en la agenda desde 2022. En cambio, Bardella se centra en recortar el IVA (impuesto sobre las ventas) sobre la energía y una lista de cien bienes esenciales y derogar las reformas de las pensiones de Macron en cuestión de meses.