Las claves del nuevo juicio a Trump por violación y difamación rescatado por el #MeToo
La escritora E. Jean Carroll sostiene que la abordó en un cambiador y la agredió. Su caso, prescrito, ha revivido por nuevas leyes logradas por el feminismo.
"¡Olvídalo! Tiene 200 abogados. Te enterrará". Ese es el consejo que una amiga dio a la columnista y escritora Elizabeth Jean Carroll cuando le relató que había sido violada por uno de los hombres más poderosos de Estados Unidos, el magnate Donald Trump. Estábamos a finales de 1995, quizá primeros de 1996. Ese silencio se acabó. Los tiempos han cambiado, el movimiento #MeToo ha echo desaparecer muchos miedos y ha llevado a que aquella mujer denuncie. Su caso, ahora, lleva ante los tribunales no ya al millonario de entonces, sino a todo un expresidente de EEUU que aspira a volver a la Casa Blanca el año que viene.
Este martes, un juzgado de Nueva York atenderá la denuncia contra el republicano de E. Jean Carroll, una reputada autora y periodista, especializada en temas de mujer. Los intentos de los abogados de Trump de retrasar la cita o anularla han sido infructuosos y tendrá que responder, cuando ya el pasado 4 de abril se ganó el deshonroso título de primer exmandatario del país procesado, en este caso por falsificación de documentos.
La denuncia es doble, por violación y por difamación, ya que cuando la denunciante desveló el caso, Trump la acusó de "mentirosa". No se sabe qué compensación pide por la escritora por daños y perjuicios compensatorios y punitivos por dolor y sufrimiento, daños psicológicos, pérdida de dignidad y daños a la reputación, pero sí que reclama, además, que el multimillonario se retracte de sus palabras.
El caso
El jurado y los jueces deben revisar un caso con casi 30 años. En otras circunstancias, se daría por prescrito, pero gracias al empuje del movimiento feminista en EEUU se aprobó la Ley de Sobrevivientes Adultos en Nueva York, que permite que las víctimas denuncien si sufrieron una agresión sexual cuando tenían más de 18 años y tuvo lugar en una fecha que excede los límites de tiempo que existen en la mayoría de los delitos graves. Estas personas tienen un año para denunciar, desde que entró en vigor la norma, y Carroll se abrigó con ella y dio el paso al frente que entonces su amiga le desaconsejó.
Según el New York Times, bajo esta ley se han presentado alrededor de 11.000 demandas en Nueva York contra iglesias, hospitales, escuelas, campamentos y otras instituciones. También se ha logrado romper esa barrera temporal -inspirada en los casos de abusos a menores- en territorios como California, Arizona y Montana.
Carroll ya había denunciado su supuesta violación en 2019, cuando Trump era presidente, a través de un libro titulado ¿Por qué necesitamos a los hombres? Una modesta opinión. "No es mi tipo", dijo él para echar balones fuera. Sus comentarios llevaron a la autora a presentar entonces una demanda por difamación contra él, pero el proceso se enredó en los tribunales de apelación en una disputa legal sobre si Trump estaba protegido de las reclamaciones legales por los comentarios realizados mientras era presidente. Es sólo ahora cuando ha podido presentar una denuncia en firme, lo hizo el pasado noviembre, dos años después de que relatase lo ocurrido por primera vez.
Lo que contó en el libro es que a mediados de los 90 del pasado siglo se encontró casualmente con Trump en los grandes almacenes Bergdorf Goodman de Nueva York, un multimarcas de lujo. Él era ya el súper famoso que hacía cameos en Solo en casa y ella, presentadora del programa televisivo Pregúntele a E. Jean, inspirado en su famosa columna de la revista Elle, un consultorio entre lo sentimental y lo sexual.
Carroll explica que reconoció a Trump y le habló. "Tú eres el magnate inmobiliario", le dijo. Él le comentó entonces que estaba comprando un regalo para "una chica". Dos famosos de charla. La escritora sostiene que Trump sabía que en ese momento ella tenía un segmento televisivo de consejos en la NBC y comenzaron a bromear sobre los consejos que ella daba en su espacio. Primero la llevó a la sección de bolsos, luego a la de sombreros y al final se animaron a probarse algo de lencería. La mujer alega que luego fueron a un probador, y ahí fue donde, según ella, ocurrió la violación.
Según su relato, Trump cogió un body de color lila grisáceo, le pidió a ella que se lo probase y la acompañó al pasillo. "En el momento en que la puerta del probador está cerrada, se abalanza sobre mí, me empuja contra la pared, golpeando mi cabeza bastante fuerte, y pone su boca contra mis labios. Estoy tan estupefacta que le empujo de vuelta y me empiezo a reír. Él me agarra los dos brazos, me sujeta contra la pared con sus hombros, mete a la fuerza sus manos bajo mi vestido y me baja las medias. Estoy asombrada por lo que voy a escribir: yo sigo riéndome. Al momento siguiente (...) se baja la bragueta y, forzando sus dedos por mi parte privada, empuja su pene dentro de mí hasta la mitad, o completamente, no estoy segura", sostiene. Tras una lucha entre ambos, logró escapar y salir corriendo.
No fue a la Policía. No tenía pruebas y no sabía por dónde empezar. Habló con dos amigas. Una la animó a denunciar y la otra le dijo que no lograría nada. Tanto Trump como Carroll tenían alrededor de 50 años en ese momento, y él estaba casado con la actriz Marla Maples, la segunda de sus esposas y madre de su hija Tiffany.
Defensa de Trump
Tanto en 2019, cuando salió el libro, como en noviembre pasado, cuando la denuncia se formalizó, Trump negó los hechos, diciendo que las acusaciones son "un engaño, una mentira, una ficción". “No conozco a esta mujer, no tengo ni idea de quién es, más allá de que parece que consiguió una foto mía hace muchos años, con su marido, dándome la mano en una cola de recepción en un acto benéfico de famosos”, dijo Trump en un comunicado remitido a la agencia Associated Press.
Sus "200 abogados" han peleado para que el juicio no se celebre o, al menos, se retrase. Primero, buscaron ganar tiempo. Pidieron un mes más, no empezar este martes, "hasta que las aguas se calmen", en palabras de abogado principal de Trump, Joe Tacopina. Quería un tiempo muerto, porque no hace ni un mes del paseíllo de Trump por la Corte Penal de Manhattan, de la toma de huellas y la foto policial que no vimos ni veremos, de la lectura de cargos, hasta 34, graves y contundentes, en el caso Stormy Daniels, el pago a una actriz porno para tapar una supuesta aventura que pudo implicar falsificación de documentos. El juez que lleva el proceso, Lewis Kaplan, les dijo que no.
Viendo que el del calendario era un callejón sin salida, fueron a por lo formal. Los letrados alegaron que que la primera acusación se produjo cuando Trump era presidente y, por tanto, funcionario del Gobierno, así que entienden que quien tendría que responder es el Estado, el Departamento de Justicia en concreto. El juez, de nuevo, negó la mayor: "No existen razones para que el Estado sea demandado en lugar del señor Trump", decidió. Y más: "No existe ninguna justificación para el aplazamiento. Este caso no tiene ninguna relación con el proceso estatal".
Es "pura especulación" decir que el espectáculo mediático puede obstaculizar el caso, añade. Hasta le echa la culpa al propio Trump, sin piedad: asegura que la cobertura mediática que casi paralizó Manhattan con el caso Stormy fue consecuencia "significativa o totalmente" de la propia "invitación o provocación" de Trump. Unas palabras que fueron muy aplaudidas en las redes sociales por parte del movimiento #MeToo.
Un Tribunal Federal revisó el caso el viernes pasado y decidió que no se pronunciaba tampoco sobre los llantos de la defensa y que pasaba de nuevo la pelota a Kaplan; ya sabemos su opinión y no ha cambiado, dice su equipo a los medios de EEUU.
Los abogados de Trump han confirmado que no asistirá a la vista de hoy. Ya escribió la semana pasada al juez diciendo que "no desea comparecer en el juicio". Su equipo alegó las "cargas logísticas y financieras" que el desplazamiento de Trump causará a la ciudad, contando sólo el despliegue del servicio secreto que requeriría su presencia desde muchas horas antes de cada intervención suya, informa EFE. El diario The New York Times señala que el juicio en la corte del Distrito Federal de Manhattan no será muy largo, y podría durar entre una y dos semanas. Ahora quedará elegido el jurado, que quedará en el anonimato, incluso para los abogados de las partes, ante la posibilidad de que sufran algún tipo de acoso o ataque por parte de los seguidores de Trump.
Las consecuencias
Alex Conant, un estratega republicano que colaboró con la campaña presidencial del senador Marco Rubio en 2016, ha sido entrevistado por AP y afirma: "Lo que más escucho en los grupos de opinión de votantes republicanos es que están hartos del drama constante que acompaña a Trump". ¿Estará cansando ya tanto circo? Por ahora, los niveles de popularidad de Trump estaban por las nubes gracias entre otras cosas a los procesos judiciales en su contra, porque se vende como víctima de una "caza de brujas". El martirologio da réditos, pero nadie sabe cuánto durará.
Si Trump sale ganador, probablemente lo presentará como un nuevo ejemplo de cómo derrota lo que llama las acusaciones espurias, dijo Conant. Si pierde, el impacto dependerá de las circunstancias del veredicto, de su contundencia. Hay que ver cómo pesa en el ánimo de los electores. ¿Los trumpistas pueden pasar página igual de unos papeles falsificados, de maltratar información clasificada, de acusar sin pruebas de fraude electoral y de una violación a una mujer?
En 2016, cuando se impuso en las elecciones frente a Hillary Clinton, sus comentarios machistas le provocaron algunas de las crisis más sonadas de la campaña. Le daba igual hacerlos contra demócratas o republicanas. Para empezar, a Carly Fiorina, candidata de su mismo partido a la Casa Blanca, le espetó en un debate: "Miren esa cara. ¿Votaría alguien por eso? ¿Se imaginan eso como la cara de nuestro próximo presidente?".
A la periodista de la cadena conservadora Fox Megyn Kelly, que moderó otro encuentro entre candidatos republicanos, le dijo de todo: que era una "mentirosa" y estaba "sobrevalorada", retuiteó comentarios que la llamaban "Barbie" y le afeó que fuera incisiva en sus preguntas. "Uno podía ver que (a Kelly) la sangre le salía por los ojos, que le salía por todas partes", dijo. Todo, porque tuvo el valor de preguntarle por qué tilda de "puercas gordas, zorras y animales repugnantes" a determinadas mujeres.
Más: a la exMiss Universo Alicia Machado la llamó "Miss Piggy" y "Miss Trabajadora Doméstica" por ser, además, latina. Ante la polémica, no se disculpó y lo empeoró: "Desagradable", le dijo. A la actriz y presentadora Bette Midler le fue por el mismo camino: afirmó que es tan fea que es "ofensiva". Y eso lo afirma siendo "políticamente correcto". Como con su colega de oficios Rosie O´Donnell, un "animal repugnante", según Trump.
Y ahí está el vídeo de 2005 en el que se registra la voz de Trump mientras se acerca en un bus del programa Access Hollywood hacia una cámara que le aguarda junto al presentador Billy Bush. En un momento dado, Trump describe cómo se puede tratar de tener relaciones con una mujer casada, quiera o no quiera. También se jacta de cómo las mujeres le dejan besarlas y "agarrarlas" de sus partes íntimas sólo por ser famoso. El poder. "Cuando eres una estrella, te dejan hacerlo -dice Trump en la grabación-. Uno puedo hacer cualquier cosa", recalca.
Poco sorprendente en quien ha afirmado sin sonrojo que "las mujeres son, en esencia, objetos estéticamente agradables", sin más, o: "Ya sabes, da igual lo que los medios escriban mientras tengas junto a ti un trasero joven y bonito".
Este mismo martes, el expresidente va a publicar también su correspondencia privada con personalidades de todo el mundo, lo que se entiende como una manera de desviar el foco sobre este proceso largo de décadas que, gracias al movimiento de las mujeres estadounidenses, al menos podrá ser debidamente investigado. Con Carroll suman al menos 16 las mujeres que han acusado a Trump de agresión sexual, abuso sexual o acoso sexual desde que saltó a la arena política.