Yo no escogí ser egoísta, escogí ser liberal
Hoy, una vez más, volví a ser testigo de una de las situaciones que, como un día cualquiera, cambió mi vida por completo. Una situación que, como ocurrió en aquel entonces, me hizo descubrir, y no solo descubrir, sino posicionarme por una corriente filosófica e ideológica, mediante la cual, se han guiado todas las decisiones relevantes y que tendrían influencia en mi vida.
Mientras mantenía una conversación con una persona, ésta conversaba acerca de la prostitución y, por ende, aquellos efectos negativos en las mujeres. Para ello, basaba sus afirmaciones en los estigmas que posee la sociedad acerca de la prostitución y aquellas profesionales que, libremente, ejercen esta "lícita" profesión.
Antes de continuar me gustaría añadir algo. En el párrafo anterior, como se puede comprobar, añado las palabras "lícita" y "libremente", pues quiero hacer alusión a aquellas mujeres o chicas que ejercen la profesión libremente -sin coacciones mafiosas-, de forma autónoma y dentro de los márgenes que marca la ley en materia de prostitución.
Por seguir con la conversación que manteníamos, la persona que conversaba me afirmaba que sentía lástima por estas chicas, pues sabía, con seguridad, que ellas preferían ejercer otra profesión distinta y, en este caso, una profesión regulada y con necesidad de titulación de acceso. De este modo, las chicas serían más felices y vivirían mejor, concluía.
Como podemos observar, este tipo de posturas -por mucho que nos pese- muestran el lado más egoísta del ser humano. La necesidad de decidir el rumbo de vida de alguien, por la simple percepción de lo que se considera como lo "correcto" socialmente, nos lleva a querer influir y tomar decisiones en nombre de otra persona, sin, si quiera, preguntar a la interesada y, cómo ocurre en infinidad de ocasiones, perjudicando al individuo en sí.
Una práctica egoísta, pero que, sin embargo, solemos aplicar a diario. Muchas veces nos dejamos llevar por estigmas y por la corriente de masas, tachando a las personas en base a nuestros ideales de vida. Esta forma de actuar, aunque no queramos verlo así, es una actitud que, en la mayoría de casos, implica un mayor daño en las personas de lo que creemos; pues debido a esto nacen términos como "exclusión social" o "marginados".
Este tipo de términos no son más que el producto de la intervención de las personas. Cuando una persona no se comporta y actúa tal y como ordenan los cánones sociales, la sociedad tiende a repugnar y rechazar todo aquello que no le gusta, denominándolo como "no correcto", simplemente porque no se asemeja a nuestro forma de querer vivir la vida. Una viva imagen del egoísmo en estado puro.
Esto mismo ocurre con la forma de actuar de los gobiernos. Aquellas corrientes donde el intervencionismo prima sobre la libertad de actuación y decisión de las personas, tales como el socialismo o el marxismo, aunque no lo queramos ver, son corrientes basadas en el egoísmo. Una corrientes que priorizan los intereses del estado frente a los de los propios individuos que conforman el pueblo.
Sea como sea, aunque muchos lo defiendan como una corriente -pues ni el propio Marx lo definía como un sistema- que aboga por la justicia social, estas corrientes basan sus modelos de actuación en la imposición de normas y reglas para la consecución de unos objetivos óptimos para determinados interesados. Algo totalmente opuesto a lo que hace el liberalismo.
Por mucho que a algunos le duela, el simple principio liberal mediante el que se defiende la libertad individual, preconizando el estado limitado -restringiendo su intervención- y promoviendo una iniciativa libre, privada y justa ante la ley, muestra una corriente de pensamiento, una filosofía, que defiende la libre elección de las personas, sin la necesidad de coaccionarlas.
Retomando la conversación que mantenía con esta persona. En ella, cuando tocó mi turno, yo le intentaba cuestionar y, mas allá, le planteaba la posibilidad de que esas prostitutas estuviesen de acuerdo con su profesión. Además, también le planteaba si podía ser que estas chicas estuviesen ejerciendo la profesión que ellas habían escogido.
Para esto, me basé en un programa que se publicó en televisión, en el que entrevistaban a prostitutas y, para mi sorpresa, muchas de ellas afirmaban ser felices con su profesión y estar desarrollando una actividad de forma libre. Esto, aunque es chocante, es una muestra de cómo un estigma ataca, y coacciona, la libertad de muchas personas -muchas veces sin darnos cuenta-.
A continuación, esta persona recapitulaba, afirmando que, de ser así, es totalmente respetable que aquellas chicas que lo deseen, puedan ejercer la actividad libremente y sin coacciones. Todo esto mientras yo le explicaba lo más primitivo del liberalismo y utilizaba el ejemplo para exponer cómo la ideología liberal basa su actuación en el no cuestionar, ni coaccionar, la libertad de las personas para actuar.
Seguidamente, continué con la objeción de que, en todos los casos, esta libre actuación, de considerarse liberal, tenía que ir precedida de actuaciones que no implicasen la privación de libertad de otras personas, pues de ser así, no estamos hablando de liberalismo. Como intuía, unas afirmaciones que sorprendieron a mi acompañante, pues no imaginaba esta figura del liberalismo, basando sus creencias en apariencias meramente capitalistas.
Es por estas razones por las que me convertí al liberalismo, pues el simple hecho de no coaccionar a las personas por su forma de pensar, de actuar o relacionarse, me genera, personalmente, un estado de satisfacción inmenso. Saber que sigo una doctrina basada en la libertad del individuo como principio fundamental es uno de los pilares que sostiene mi filosofía de vida.
Si se estudia el liberalismo, en él se puede ver el principio fundamentado en la paz, la libertad, la justicia y el libre albedrío (libre elección), entre otros. Un sistema que, a diferencia de otros, va en contra de privaciones de liberad tales como el absolutismo, el despotismo ilustrado, conservadurismo y aquellos sistemas que tanto daño nos han causado como los autoritarios, dictatoriales y totalitarios.
El liberalismo, en general, va en contra de todo aquello que se oponga a libertad de las personas. El liberalismo va en contra de la coacción la privación de un derecho tan fundamental como es la libertad de elección. Una libertad que, por ley de vida, debería considerarse como un derecho universal y que, sin embargo, muchos otros sistemas amenazan con eliminarlo.
Como buen liberal, estoy completamente de acuerdo con aquellas personas que, de manera fundamentada, defiendan sus propios ideales y creencias, creyendo que son lo correcto para la sociedad. Estoy completamente de acuerdo con que haya personas que no estén de acuerdo con mis afirmaciones y vean el sistema liberal como una amenaza para los derechos civiles.
Como liberal, estoy de acuerdo que exista una infinidad de culturas y formas de pensar, pues de ello nace la riqueza cultural que posee nuestro planeta. Pero para concluir, no podría irme sin argumentar que el simple hecho de seguir una doctrina que se basa en, principalmente y grosso modo, el "vive y deja vivir", ya me hace estar orgulloso de ser liberal y seguir las filosofías y principios del liberalismo.