Bipartidismo al borde de un ataque de nervios

Bipartidismo al borde de un ataque de nervios

Se entiende el nerviosismo de PP y PSOE y de los medios afines a uno y otro, sobre todo si con un mínimo de perspicacia reconocen sus asesores de imagen o quienes puedan emitir una opinión con cierta imparcialidad que mensajes como el de Pablo Iglesias en Bruselas, denunciando las torturas de la CIA, tienen el calor y el convencimiento de quienes creen en lo que dicen.

JOSEP LAGO/AFP

El director de una publicación digital muy afín al PSOE se despachaba a gusto contra Podemos y el Partido Popular. Es de esperar que no haya variación en esa línea editorial a lo largo del año que viene. A los de Podemos los califica de oportunistas, demagogos y populistas, claro que sí, y al PP lo llama el partido del horror. Aprovecha la ocasión para echar flores a don Alfonso Guerra, que se jubila tras una vida de escaño, y al tándem Guerra/González, por su eficacia histórica.

Es lo que corresponde con quien firma el artículo, cuyas simpatías partidistas nunca disimuló, aunque como profesional de larga trayectoria debería evitar tanto los excesos ditirámbicos como las falacias flagrantes. Podemos nunca puso a parir a la Transición, que yo sepa. Sus críticas se centran en el régimen corrupto y agónico que la Transición forjó y que toca su fin, puesto en trance de remate por la dictadura financiera y la corrupción política al unísono.

En cuanto al deseo del firmante de que el socialismo o la socialdemocracia gobiernen de nuevo, mire, estimado colega, la última legislatura de Zapatero va a servir de respuesta a muchos ciudadanos para recapitular una vez más la distancia que media entre el PSOE de las promesas a flor de mitin y el de las realidades de gobierno, con la diferencia esta vez de que hay vida más allá de esas siglas. Y si la hay, es porque su PSOE no hizo los deberes que le corresponderían con arreglo a ese socialismo o socialdemocracia a la que usted apela y hace equivalentes.

Recientemente se dieron cita en un reputado restaurante de Madrid, con ocasión de las fiestas navideñas, un grupo de políticos de los partidos que tocaron poder en España: exministros de UCD, PP y PSOE, además de diplomáticos jubilados, juristas con cargos de responsabilidad en altos tribunales, etc. Parece que durante el almuerzo las discusiones sobre la posibilidad del fin del bipartidismo y la perspectiva de Podemos no pasaron del diálogo cordial, pero hete aquí que a los postres, con el calor del vino y los licores, uno de los comensales (jurista) afirmó que la existencia del nuevo partido de Pablo Iglesias beneficia al Partido Popular. Fue en ese momento cuando en la reunión afloró la bronca, solventada gracias al concurso de un exministro de un importante departamento, que reprochó a quien así se había manifestado que eso lo podía decir Pedro Arriola, no el jurista en cuestión.

Júzguese por el grado de excitación apreciable a los postres entre quienes fueron poder político, el que se dará en las interioridades de las ejecutivas de los dos partidos mayoritarios, alternantes hasta ahora en la gobernación de España. Se entiende su nerviosismo y el de los medios afines a uno y otro, sobre todo si con un mínimo de perspicacia reconocen sus asesores de imagen o quienes puedan emitir una opinión con cierta imparcialidad -si esto fuera posible- que mensajes como el de Pablo Iglesias en Bruselas, denunciando las torturas de la CIA, tienen el calor y el convencimiento de quienes creen en lo que dicen y lo saben participar a la ciudadanía más despierta y más harta del bipartidismo que nos ha conducido adonde estamos.