El día que Madina se mojó
Ayer por fin, el diputado que un día dijo "no" a Zapatero para liderar el partido, rechazó la portavocía del Grupo Socialista, desdeñó la oferta de Rubalcaba para encabezar la lista al Parlamento europeo, descartó la propuesta de Chacón para sumarse a su proyecto y despreció el liderazgo del PSE que le brindaron a cambio de que no se presentara a las primarias, dio un sonoro puñetazo en el tablero de juego.
Entre una declaración y otra median más de dos años, decenas de "noes", dudas personales, nubes existenciales, vacilaciones... Y ayer por fin, el diputado que un día dijo "no" a Zapatero para liderar el partido, rechazó la portavocía del Grupo Socialista, desdeñó la oferta de Rubalcaba para encabezar la lista al Parlamento europeo, descartó la propuesta de Chacón para sumarse a su proyecto y despreció el liderazgo del PSE que le brindaron a cambio de que no se presentara a las primarias, dio un sonoro puñetazo en el tablero de juego. En su pretensión, un doble objetivo: abortar una componenda orgánica en el congreso extraordinario convocado para el 19 y 20 de julio y desmarcarse de una operación con la que algunos pretendían que acabara siendo un secretario general tutelado por los aparatos.
Ni tutelajes, ni componendas, ni operaciones de blanqueo... Al hombre que no se veía hace dos años ni con volumen ni con tamaño para dirigir el PSOE, le han hecho crecer en dos días. 24 horas en las que ha sentido la "traición" de un Zapatero que "le dejaba por otra", ha detectado el pretendido tutelaje y ha madurado en solitario la decisión de echar un pulso a los cuadros del partido para cambiar las viejas normas de mesas camilla y cambalaches orgánicos. De no haber sido así, la militancia a la que se le prometió voz y voto en unas primarias hubiera tomado la sede de Ferraz, seguro.
Desafiaba de este modo al "Viejo Testamento" que pide respeto a las normas y los estatutos de un PSOE en el que en los congresos sólo votan los 1.000 delegados elegidos por los aparatos de las federaciones. Al pedir que la militancia eligiera mediante voto directo al próximo secretario general, Madina lanzaba a primera hora de la mañana una bomba de neutrones contra el establishment del PSOE. Y a ella se sumaron los barones de Asturias, Castilla-La Mancha, Extremadura, Castilla y León, País Vasco, Valencia... La onda expansiva hizo incluso que desde el entorno de Carme Chacón, otra de las aspirantes a las primarias, emitieran señales de retirada y se pusieran a disposición del vasco. Está por ver si en ello hay o no impostura. Pero faltaba que emitiera Andalucía, justo la federación que en la Conferencia Política celebrada el pasado noviembre dinamitó una propuesta de la federación asturiana para elegir al secretario general mediante voto directo, un sistema que requiere -dicho sea de paso- que sea aprobado en un congreso.
Madina, que a las 7.30 de la mañana avisó sólo a Elena Valenciano de que iba a lanzar un obús sobre el poder establecido, obligaba así a la dirección federal saliente a recomponer las reglas del juego y a Andalucía a retratarse. Su secretario de Organización, Juan Cornejo, tuvo que salir al paso y sumarse a la partitura. Nadie se atrevió a lo contrario porque después de tres años de derrotas consecutivas, liderazgos aplazados y promesas incumplidas, los cuadros del PSOE han perdido legitimidad y la militancia no tolera un manejo más.
El órdago está echado, el "joven" diputado ha crecido y el cambio de modelo de partido parece inaplazable. Pero hasta Madrid llega el eco del arrebato de Susana Díaz, a quien no ha gustado el pulso del vasco. Habrá respuesta, seguro, en los próximos días. Y a Eduardo Madina, que un día se hartó de conjugar el gerundio ("me lo estoy pensando") y ayer pasó al condicional ("valoraría"), no le quedará otra que recitar el presente de indicativo del verbo ir.