Y Ayuso, ¿por qué?
¿Cuáles han sido las razones del éxito electoral de Isabel Díaz Ayuso?
¿Cuáles han sido las razones del éxito electoral de Isabel Díaz Ayuso? ¿Qué factores la han llevado a pasar en dos años de poco más de 700.000 votos a más de 1.600.000 y de 30 escaños en 2019 a 65 en 2021? Obviamente, los factores que explican su indudable éxito son varios. Intentemos aproximarnos a ellos.
En primer lugar, Madrid ha sido históricamente una plaza fuerte para el PP —lleva gobernando ininterrumpidamente la comunidad autónoma desde 1995, tras tres legislaturas consecutivas del socialista Joaquín Leguina—. Por lo que partía de un suelo electoral que es más elevado del que dispone en la mayoría de las restantes comunidades autónomas.
En segundo lugar, se ha aprovechado del hundimiento del que fue su socio de Gobierno, Ciudadanos, que en esta ocasión ha perdido sus 26 diputados y casi medio millón de votos —a pesar de la muy buena campaña de Edmundo Bal, clamando en el desierto—, lastrado y condenado al ostracismo por los errores estratégicos cometidos durante la época de Albert Rivera. Este partido creció en Madrid mucho más que en otras comunidades autónomas por el flanco de la derecha liberal y más concretamente gracias a exvotantes del PP defraudados en su momento con su partido y que confiaron en la formación naranja cuando esta decidió ocupar su espacio e intentar sustituirlo.
En tercer lugar, Ayuso ha sabido jugar con inteligencia su papel de azote del Gobierno de España, ayudada por la torpe decisión de Pedro Sánchez de convertir unas importantes elecciones autonómicas en unas elecciones de alcance nacional donde parecía que nos jugáramos el futuro de la humanidad —fascismo o democracia—, justo en un momento en que se hacía visible el desgaste del Gobierno central tras un año de pandemia y miles de ciudadanos cansados de las restricciones y víctimas de la crisis económica consecuencia de aquella.
En cuarto lugar, esa sensación de que Ayuso se enfrentaba ella sola contra todos los demás, algunos de los cuales no escatimaron adjetivos descalificativos, la mayoría exagerados y fuera de lugar. Esto hizo que la votaran muchos que nunca la habían votado antes, como respuesta a una situación política polarizada plagada de exabruptos e insultos y carente de argumentos y alternativas.
En quinto lugar, Ayuso ha contado con el apoyo de hosteleros y pequeños autónomos —y, desde luego, tabernarios, a los que torpemente incluyó el PSOE en la campaña, azuzándolos para que la votaran a ella, como si fueran pocos—, a los que al menos verbalmente ha apoyado y puesto en valor, en lugar de hacerlos responsables de los contagios.
En sexto lugar, sus cualidades personales: el desparpajo para ir por libre —incluso independiente de la cúpula nacional de su partido, actitud que tanto gusta—, la naturalidad de sus expresiones y gestos, la libertad para decir en cada momento lo que consideraba y, si me lo permiten, esa chulería (madrileña) que le aporta un toque irreverente… aun siendo conservadora-
En séptimo lugar, su hábil manera de convertirse en defensora, no ya de su particular proyecto político, sino de Madrid como tal, en una suerte de regionalismo madrileño que, como todos los regionalismos, es tan eficaz, incluso al parecer en Madrid, donde tan pocos madrileños de nacimiento hay pero donde tan orgullosos viven a pesar de las dificultades.
Finalmente, el hecho de que enfrente no hubiera casi nadie y desde luego nadie capaz de hacerle sombra: con un Ciudadanos agónico, un Pablo Iglesias al que lo conocemos demasiado, un Vox ocupando su espacio pero solo su espacio y un Gabilondo desubicado y convertido en un títere de Pedro Sánchez e Iván Redondo (ay, la importancia de no dejar de ser uno mismo, también en política). Solo quedaba la opción vigorosa de Más Madrid, convertido por méritos propios en líderes de la oposición.
En lugar de hablar de los problemas reales, presentar un proyecto alternativo al PP y criticar lo que de verdad debían criticar (las privatizaciones, los recortes en los servicios públicos, los fondos buitre o la política fiscal), los supuestos partidos de izquierdas se confabularon contra el fascismo, como si tal cosa fuera creíble. Como luchar contra la lluvia en Almería.
En política, no se trata solo de tener buenas ideas (en el caso de que se tengan ideas). sino de utilizar la estrategia apropiada para lograr buenos resultados, actuar con inteligencia política, ocultar los errores propios y, desde luego, aprovecharse de los errores del adversario, que en este caso han sido muchos. Y quizás porque en la comunidad autónoma de los ciegos el tuerto es el rey, Ayuso, quién lo iba a decir, ha demostrado no ser tan tonta como se decía sino la más lista de la clase. Y por eso ha arrasado en las recientes elecciones a la comunidad autónoma de Madrid, donde al voto tradicional del PP ha sumado miles de votos de personas progresistas, huérfanos de referentes políticos y decepcionados con la izquierda oficial que pacta con Podemos e independentistas.
Y por ello hay quienes han comenzado a dar saltos de alegría, a pesar de que los mismos problemas que existían antes existen ahora y sin visos de que vayan a ser resueltos. En Madrid y en el conjunto de España.
Porque, ¿quién va a impulsar una reforma electoral que haga que el voto de los ciudadanos valga igual independientemente del lugar desde donde se emita, acaso quienes nunca movieron un dedo para cambiarla? ¿Quién va a promover la despolitización de la justicia, acaso los mismos políticos que la politizaron?
¿Quién va a defender una España de ciudadanos libres e iguales, sin desigualdades flagrantes ni derechos históricos ni privilegios forales? ¿Quién va a defender que la educación o la sanidad sean competencia del Estado? ¿Quién va a negarse a pactar el Gobierno de España con quienes quieren romperla, si todos lo hicieron antes?
¿Quién va a defender el papel del Estado y promover la mejora de los servicios públicos que recibimos los ciudadanos? ¿Quién va a invertir en investigación y desarrollo, promover un nuevo modelo productivo y acabar o al menos reducir el paro juvenil? ¿Quién va a promover un sistema fiscal justo que impida la competencia fiscal a la baja entre comunidades autónomas?
¿Qué va a pasar con la crisis económica y con los ciudadanos abocados a empleos precarios y sueldos de miseria? ¿Quién va a solucionar los problemas de la vivienda? ¿Quién va a hacer frente al fraude, la evasión o la elusión fiscal y al fraude laboral? ¿Qué va a pasar con las pensiones de nuestros mayores? ¿Quién va a defender la justicia social? ¿Quién va a anteponer los intereses de España, el interés general y el bien común a sus propios intereses personales o partidarios?
Ayuso nos ha librado de Pablo Iglesias, cosa que se agradece. Pero ¿qué hay de todo lo demás?