Wisconsin, Michigan y Pennsylvania: Los tres estados de "la muralla azul" que pueden dar la victoria a Biden
Es el término con el que se conoce el conjunto de estados que han apoyado consistentemente a los demócratas desde 1992.
“Tres días, tres días, solamente faltan tres días”, decían los demócratas el sábado, 31 de octubre, festividad de Halloween, “por favor todos a votar, a ver si se acaba esta pesadilla”. Pasar cuatro años contemplando con impotencia cómo la democracia se erosionaba poco a poco ha sido muy duro y el nivel de estrés de la población es muy alto. Aparte de gran preocupación por el futuro del país, hay mucha ansiedad por la violencia que pueda haber tras las elecciones. En los últimos siete meses, la venta de armas ha aumentado en más de un 90% respecto al año anterior. Ciertos tipos de armas, como las pistolas, están casi agotadas y escasean las municiones. Mientras muchos ciudadanos almacenan armas en su casa, los propietarios de algunos comercios y restaurantes están empezando a cubrir con paneles los cristales de sus escaparates y puertas de entrada en previsión de posibles actos de violencia. En este ambiente de alta tensión avanza a toda marcha la locomotora de la campaña electoral, muy centrada ahora en los estados clave.
El actual residente de la Casa Blanca está a la defensiva, concentrándose en Florida, sin cuyo apoyo no puede ganar, y en los tres estados de la llamada “muralla azul” que ganó por los pelos en 2016. El azul es el color de los demócratas y el rojo el de los republicanos. La “muralla azul” es el término con el que se conoce el conjunto de estados que han apoyado consistentemente a los demócratas desde 1992. En 2016, confiando en la fidelidad de este bloque, Hillary Clinton no le prestó demasiada atención en su campaña electoral y el actual presidente logró ganar por muy pocos votos los estados azules de Wisconsin, Michigan y Pennsylvania, lo que le llevó a la victoria. Los demócratas, decididos a no repetir este error, están concentrando ahora su atención en estos tres estados, a pesar de que las encuestas les dan la ventaja allí.
Debido a las peculiaridades del colegio electoral, los resultados de los comicios dependen de lo que pase en algunos estados clave como Florida por un lado y Wisconsin, Michigan y Pennsylvania por otro. Estos tres últimos son parte del viejo cinturón industrial, donde se han perdido muchos trabajos, ya que se han cerrado muchas fábricas cuyos productos no pueden competir con los de países con salarios más bajos. En 2016, el actual residente de la Casa Blanca ganó por un margen muy pequeño en estos tres estados industriales, que anteriormente habían apoyado al presidente Obama. Lo que llamó la atención de algunos votantes de estos estados fue la promesa que hizo Trump de resucitar las fábricas y restaurar el antiguo estilo de vida de esta región. Pero era una promesa imposible de cumplir. La decepción puede apartar de él ahora a aquellos votantes que se sintieron atraídos por su promesa de devolverles sus antiguos empleos y no por el discurso racista y xenófobo que encandila al núcleo duro de sus seguidores.
Aunque Trump presume mucho de su gestión de la economía, la realidad es que el crecimiento de ésta en los últimos cuatro años no ha sido superior al que hubo con el presidente Obama, quien en 2008 cogió un país abatido por la gran recesión y, mediante una serie de medidas, logró estimular la economía durante los ocho años de su mandato. El crecimiento constante que hubo durante este período simplemente continuó más o menos al mismo ritmo bajo el actual presidente. Fue un crecimiento sólido, pero no el crecimiento espectacular que prometió en su campaña electoral de 2016. Los ricos se han beneficiado mucho de sus recortes de impuestos y de la subida de la bolsa, que ya había alcanzado alturas nunca antes vistas bajo el presidente Obama y siguió subiendo en los años posteriores. Pero esos votantes del viejo cinturón industrial ni son millonarios ni tienen acciones. Lo que ven es que las industrias de antaño no han vuelto y que su vida sigue igual. Como las elecciones van a depender de unos pocos votos en los estados clave, si los ciudadanos de Wisconsin, Michigan y Pennsylvania que en 2016 le votaron por su promesa de trasladarlos al pasado que añoran votan ahora por Biden o simplemente no participan en los comicios, Trump perderá las elecciones.
Por esta razón, Biden, con la ayuda del presidente Obama, está dedicando los últimos días de la campaña a intentar ganar estos tres estados, así como el crucial estado de Florida, sin el cual Trump no puede salir victorioso en las elecciones. Por su parte, Kamala Harris se dedica a hacer campaña en estados que hasta la fecha han apoyado siempre o casi siempre a los republicanos y en los que ahora hay empates estadísticos, como Texas, Georgia, Arizona y North Carolina. Los demócratas desean ardientemente obtener el apoyo de algunos de estos estados rojos para ganar por goleada y evitar así que el actual presidente intente dar un golpe de estado, como amenaza cuando dice que no aceptará los resultados de las elecciones a menos que le sean favorables.
Se comprende la enorme ansiedad con la que la gente está siguiendo las noticias. Recientemente, en un programa de la televisión, salió un psiquiatra hablando de esta situación. Parece que, en estas elecciones, dos tercios de los habitantes del país están experimentando un estrés muy fuerte, muy superior al de las elecciones anteriores. Este psiquiatra proporcionó varias ideas para lidiar con el estrés. El principal consejo que dio a los ciudadanos es que mantengan la esperanza y voten, que no pierdan la fe en el poder de su voto. Y así lo están haciendo. Los ciudadanos están acudiendo a los comicios en números muy altos y se cree que el nivel total de participación podría ser el mayor de los últimos cincuenta años. Y la historia nos enseña que, cuando los ciudadanos acuden a las urnas en masa, los demócratas ganan las elecciones.