Votar con las emociones
De ello son conscientes los partidos políticos y sus consultores y estrategas de campaña, que las utilizan permanentemente.
Las emociones son herramientas poderosas para persuadir a los ciudadanos a la hora de votar en unas elecciones. De ello son conscientes los partidos políticos y sus consultores y estrategas de campaña, que las utilizan permanentemente.
Los motivos por los que los ciudadanos votan a una opción u otra son diversos y cambiantes y están influidos por el contexto del momento. No son los mismos que influían al inicio del periodo democrático actual, ni cuando el PSOE ganó sus primeras elecciones en 1982, cuando las ganó el PP en 1996 o cuando hubo una explosión de nuevos partidos después de la última gran crisis económica, que llevó a que la representación parlamentaria cambiara radicalmente respecto a lo que estábamos acostumbrados, entrando con fuerza partidos con pocos años de existencia.
El contexto actual es muy distinto al que hemos vivido en otros momentos y los partidos políticos deben ser conscientes de ello si quieren mejorar sus opciones electorales. Estamos saliendo de una pandemia que cambió nuestras vidas durante un periodo muy largo en los últimos años, ahora estamos inmersos en una guerra en suelo europeo, sin saber cuáles van a ser las consecuencias en un futuro, más allá de las que ya estamos viviendo en el ámbito económico.
A esto se une que la revolución tecnológica está cambiándolo todo y a gran velocidad: muchos empleos se perderán, otros nuevos aparecerán, los algoritmos y los robots sustituirán a muchas personas en sus puestos de trabajo y nuestras relaciones, tanto en el ámbito laboral, como en la contratación de servicios, se hará a partir de aplicaciones y con reglas del juego difusas. Aparecen nuevas monedas, se están diseñando nuevos escenarios virtuales a través del metaverso que promete cambiar muchas cosas.
Si en otras épocas triunfaban aquellos que apelaban a sentimientos positivos, los que hacían una llamada al corazón, ahora tienen las de ganar aquellos que utilizan permanentemente el miedo, el odio… apelando a los bajos instintos, y aquí es donde la ultraderecha está jugando la partida y no renuncia a ganarla.
Ante esto los que creemos en otro tipo de política, los que solo sabemos construir y no destruir, los que trabajamos con propuestas concretas ¿podemos hacer algo para evitar el triunfo de la ultraderecha? ¡Claro que se pueden hacer cosas! La primera y más importantes es generar certidumbre de futuro a la población. Es cierto que es más complicado que en otras épocas, pero claro que se puede hacer. Para ello, es imprescindible marcar un escenario claro del futuro en el que vamos a trabajar, cuáles son los principios que vamos a defender y los objetivos que queremos conseguir independientemente del escenario en el que nos encontremos.
Para eso, el Gobierno de coalición debe tener claro que aquellas discrepancias que pueden surgir respecto a las soluciones a aplicar respecto a determinados problemas tienen que debatirse internamente de manera discreta, pues de lo contrario solo conseguiremos alimentar a la derecha. Debemos ser conscientes de cuál es la percepción de los ciudadanos y las emociones que influyen en cada momento. Es necesaria mucha empatía, pues de lo contrario, solo quedará la resignación en las próximas elecciones y la izquierda, a lo largo de la historia, nunca se ha resignado.
Los medios de comunicación tradicionales, y ahora las redes sociales, juegan un papel muy importante en la percepción de los ciudadanos sobre la realidad de cada momento, utilizando también técnicas de motivación emocional par influir en el clima y las tendencias políticas y electorales. Los programas de “prime time” están llenos de opinadores que “saben” de todo y opinan de todo, la mayoría de las veces con argumentos poco solventes y demagógicos destinados a influir políticamente en los telespectadores.
Este es el campo de juego al que se van a enfrentar los partidos políticos en el próximo ciclo electoral, embarrado, con lluvia y con un público muy apasionado y enfadado. O somos conscientes de ello o solo nos quedará la resignación y, como decía antes, la izquierda nunca se ha resignado y ahora tampoco debemos hacerlo.