Trump se niega a asumir su derrota, pero nadie duda de que Biden será presidente en enero
Los recursos judiciales del presidente saliente de EEUU tienen "poco recorrido".
Lo que debía resolverse en una llamada amistosa horas después de conocerse el resultado se ha convertido en un berrinche propio de un niño que se niega a reconocer que ha perdido. El problema es que el protagonista de esta pataleta no es ningún niño, sino el todavía presidente de los Estados Unidos, Donald Trump.
Los meses previos a las elecciones Trump ya dejó entrever que, de haber una transición de poderes, no sería del todo pacífica. Ahora, cuatro días después de confirmarse la victoria de su rival, el demócrata Joe Biden, Trump sigue haciendo caso omiso a los hechos, en una realidad paralela en la que él es el vencedor, y hasta donde ha arrastrado a más de un republicano prominente.
Líderes de todo el mundo han felicitado ya al demócrata como presidente electo, incluidos grandes colegas de Trump como el británico Boris Johnson y el israelí Benjamin Netanyahu. El expresidente George W. Bush hizo también lo propio, y se especula con que hasta la primera dama, Melania Trump, le habría pedido a su marido que madurara y aceptara la derrota.
Pero Trump también tiene a gente con poder de su lado. El último en sumarse a esa lista ha sido el secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo, que este martes sorprendió al afirmar que habrá “una transición suave”... pero hacia un segundo mandato de Donald Trump.
Así respondió Pompeo cuando le preguntaron en rueda de prensa si había habido contactos en el Departamento de Estado con el equipo de transición de Biden, que se ha quejado de la falta de acceso a documentos, recursos y agencias gubernamentales para preparar el traspaso de poderes.
Lo cierto es que no quedó del todo claro si Pompeo hizo ese comentario con ironía o si se estaba haciendo eco de la teoría conspiranoica del presunto fraude electoral, para el que todavía no hay evidencias.
Este miércoles, los equipos de verificación de CNN, FactCheck.org y The New York Times han desmentido el bulo de que durante las elecciones se emitieron miles de votos en nombre de personas muertas en Michigan y en Pensilvania. “No se encontró ni una sola instancia de que eso sucediera”, señala CNN. Según las últimas proyecciones, Biden cuenta con 290 votos en el colegio electoral, por encima de los 270 que otorgan la victoria. Trump se ha quedado atascado en los 214.
El equipo de Trump ha ido presentando estos días varias demandas para que se repita el conteo de votos o para que se paralizara en algunos estados. Todas y cada una de ellas fueron revocadas por los jueces, salvo en Pensilvania, donde se accedió a que se separaran los votos que llegaron después del 3 de noviembre, tal y como pedían los republicanos. Pero eso no impidió que Pensilvania se tiñera de azul demócrata.
“Todo indica a que las denuncias del equipo de Trump tienen poco recorrido”, sostiene Carlota García Encina, investigadora principal de EEUU y Relaciones Transatlánticas del Real Instituto Elcano. “No hay ninguna evidencia de que haya habido ningún tipo de fraude. El conteo ha sido extremadamente lento, minucioso y transparente, y no hay ninguna prueba de lo contrario”, afirma.
“Los abogados de Trump están poniendo querellas aquí y allá en cosas que son realmente pequeñas, y que en general no están saliendo adelante”, señala la investigadora, que apunta que seguramente esas demandas “no lleguen ni siquiera a la Corte Suprema”, pese a que Donald Trump aseguró que lo haría.
“Me parece muy, muy improbable que los resultados vayan a cambiar”, comenta Pedro Rodríguez, profesor de Relaciones Internacionales de Comillas ICADE y experto en política estadounidense, que enseguida reconoce, entre risas, “que en la política de Estados Unidos empieza a ser muy arriesgado hacer predicciones”.
“Lo de Trump es algo excepcional”, constata el experto. “Es cierto que tiene derecho a exigir recuentos, sobre todo si los resultados son muy ajustados, y todavía tiene cierto margen de maniobra, pero ante todo empieza a sonar con fuerza una fecha: el 8 de diciembre, que es cuando los estados tienen que certificar el resultado de las elecciones”, explica Rodríguez. “A la siguiente semana se produce la reunión del Colegio Electoral en las capitales de cada estado y es cuando se formaliza la elección, o sea que el proceso sigue adelante”, señala.
Y Trump sigue erre que erre. “Estamos haciendo grandes progresos”, escribió el magnate desde su cuenta de Twitter este martes. “Los resultados empezarán a llegar la próxima semana. Volvamos a hacer grande a Estados Unidos”, dijo, sin dar más detalles.
Para ganar las elecciones en los tribunales, Trump debería darle la vuelta al escrutinio en Pensilvania, Georgia y Nevada o Arizona, estados en los que Biden ya ha sido declarado ganador o lidera el escrutinio de forma clara, pero nadie confía ya en que el republicano se salga con la suya.
En su primera rueda de prensa desde que se convirtió el sábado en presidente electo, Joe Biden restó importancia al impacto que puede tener el bloqueo de Trump en el proceso de transición, mientras su equipo estudia tomar medidas legales para resolverlo cuanto antes si hiciera falta.
″Simplemente creo que es vergonzoso, para ser muy sincero. Esto no ayudará al legado del presidente [Trump]”, afirmó Biden sobre la obstrucción del mandatario saliente, al tiempo que aseguró que su equipo está haciendo “exactamente lo mismo que estaría haciendo si [Trump] hubiera reconocido” la derrota.
El equipo de transición del demócrata ya está en marcha, siguiendo el “proceso pautado y presupuestado” que se lleva a cabo cada vez que hay un cambio de Administración. La diferencia en este caso es que el equipo de Trump se está negando a participar, apunta Rodríguez. “El Gobierno de Estados Unidos es muy complejo; no puede ser que el 20 de enero el equipo de Biden se presente y diga ‘ya estamos aquí’, sin más. Antes de eso tienen que compartir información, tienen que coordinarse los equipos… Hay una coreografía muy pensada, aunque Trump, máximo exponente de la antipolítica, ya se la está saltando” —indica Rodríguez—, en un esfuerzo por construir “la narrativa de que Biden es un presidente ilegítimo”.
El discurso de Joe Biden este martes se produce justo cuatro años después del que dio Barack Obama como presidente saliente, cuando recibió en la Casa Blanca a Donald Trump y se comprometió a favorecer un proceso de transición “fluido”, una antigua tradición en la política estadounidense que Trump ya ha roto. “Van a ser 70 días vertiginosos”, augura Pedro Rodríguez, a quien le cuesta creer que Trump asista a la toma de posesión de su rival en enero.
Por su parte, Carlota García Encina está convencida de que, pase lo que pase, Estados Unidos tendrá “un nuevo presidente el 20 de enero”. “Los demócratas ya tienen su equipo para hacer esta transición, y estoy segura de que ya están hablando con Mitch McConnell [líder republicano en el Senado] y con los líderes del Partido Republicano, porque tiene que haber esa transición de poderes”, sentencia.
“El Gobierno puede poner las pegas que quiera, pero los funcionarios de toda la vida de todas las oficinas y las agencias facilitarán esa transición, que no es otra cosa que poner personal en las oficinas y los departamentos para empezar a trabajar en el nuevo Gobierno”, explica la investigadora.
García Encina confía “en la fortaleza de las instituciones, al margen de que el espectáculo que está dando la Casa Blanca empañe todo el proceso”. Para la experta, la fuerza del país se encuentra en sus instituciones, y en que el sistema sigue siendo una democracia.
En una línea similar se expresaba Jorge Ramos, periodista mexicano de Univision, en una entrevista con El HuffPost dos días antes de las elecciones. “Trump ha dicho en varias ocasiones que no aceptará el resultado, pero yo sigo confiando en el sistema”, afirmaba Ramos.
“Donald Trump es una excepción, un ególatra, un nacionalista nostálgico; lo más importante para él es él, y él puede decir cualquier barbaridad o cualquier estupidez, pero, al final, sigo confiando en que el sistema se va a sostener. Tenemos un Congreso independiente, tenemos una Corte Suprema independiente, tenemos unos militares que no son partidistas, tenemos unos medios de comunicación con absoluta independencia, así que aunque Donald Trump no acepte su derrota, el sistema sigue funcionando”, zanjaba el periodista, que tuvo un sonado encontronazo con Donald Trump en 2015, cuando este le expulsó de una rueda de prensa porque Ramos rebatió las polémicas declaraciones del magnate en las que acusaba a los inmigrantes mexicanos de ser “criminales y violadores”.
Ramos, curtido en América Latina, se considera “bien preparado para lidiar con caudillos”, aunque está convencido de que en Estados Unidos no llegará a poner en práctica esa preparación, muy a pesar de Trump: “La diferencia [de Estados Unidos con América Latina] es que aquí estamos hablando de una democracia de más de 200 años, de una democracia que se va a sostener”. Y ahí está la clave.