Ritxar Bacete: "Todos los hombres tenemos un pasado del que tal vez no nos sintamos orgullosos"
Cómo la revolución de las mujeres y el feminismo han conseguido que los hombres empiecen a plantearse su masculinidad y su papel en esta lucha.
La masculinidad, tal y como se ha conocido hasta ahora, está en crisis. Esto se debe a los grandes avances feministas y a que el papel de las mujeres se ha redefinido durante el último siglo. Ahora, como explica el escritor Ritxar Bacete en su libroNuevos hombres buenos (Ed Península), muchos empiezan a preguntarse: "¿Quién soy yo en este mundo nuevo? ¿Qué es ser hombre hoy? ¿Qué se espera de mí? ¿Puedo cambiar? ¿Debo cambiar? ¿Como me relaciono con otros hombres? ¿Y con las mujeres? ¿He sobrepasado alguna vez alguna línea roja en mis relaciones? ¿Soy machista?"
Durante los últimos años, las mujeres han derribado miles de muros cuando hablamos de sexismo y desigualdad de género. Pero la mayoría de los hombres —cada vez son más los que apoyan el feminismo— no se han sumado al proceso a la misma velocidad. Por eso, se ha empezado a cuestionar la masculinidad hegemónica, esa que llevada al extremo tiene como modelo a Donald Trump.
Bacete, especialista en género, masculinidades y políticas de igualdad, invita con esta lectura a la creación de una nueva masculinidad. A iniciar un camino que "no es fácil y está lleno de contradicciones, pero que libera".
Su libro va dirigido a los hombres, especialmente a aquellos que están un poco perdidos y cuestionándose su papel. ¿Qué les está pasando? ¿Qué es la masculinidad hegemónica? ¿Cuales son las nuevas masculinidades?
Este libro está dirigido fundamentalmente a mí. Tiene que ver con un proceso personal imperfecto de deconstrucción. Cuando un hombre se implica en el proceso feminista, lo que hace es pulir aún más su propia contradicción, sus propias equivocaciones... De ahí que me haya desnudado con el libro. Esto puede llevar a algunos chicos a cuestionarse también su propia identidad. Es un proceso de ampliación de capacidades humanas. Algo apasionante pero con momentos duros.
Vosotras, las feministas, habéis puesto un espejo enfrente de los hombres. Y yo creo que mirarnos en él es identificar los elementos tóxicos que nos hacen menos libres y que están directamente relacionados con la masculinidad tóxica, con la incapacidad de gestionar las emociones de una forma positiva, que a veces nos hace deshonestos, a veces nos hace mentir... Actitudes que yo también he tenido. Identificar eso nos hace empezar a funcionar en clave de mayor humildad y nos conecta con virtudes clásicas. La propuesta que les hago a estos hombres y que me hago a mí mismo es transitar hacia un espacio ético donde la equidad nos libere a todos. A mí me libera desde las luces, pero sobre todo, a mí me libera porque me señala mis propias sombras.
También explica que, en los últimos años, las mujeres han avanzado mucho en los movimientos feministas y se han empoderado. Y parece que los hombres no han avanzado tanto en ese sentido. ¿Qué es lo que hace falta para que se produzca ese progreso en ellos?
La transformación que han tenido las mujeres a partir de la Revolución Francesa nos ha demostrado que es posible avanzar hacia humanidades más completas. Vosotras habéis derribado el muro, esa división radical que ha procurado el sistema sexista, que nos ha separado, que nos ha dividido y que ha hecho que construyamos identidades separadas. Habéis derribado el muro del sexismo de una forma pacífica, comprensiva y generosa. Ahora sois seres más completos. Tenéis rasgos humanos positivos como la experiencia expresiva, la educación para empatizar, para cuidar, para conectar... Son rasgos que serán mucho más positivos aún en un contexto estructural de igualdad. Pero los hombres no hemos hecho el camino inverso. No hemos hecho ese tránsito por el reconocimiento de nuestra vulnerabilidad, el camino de conexión emocional expresiva con otros hombres... Es decir, tenemos que romper la homofobia estructural, que ha sido uno de los elementos fundamentales en la definición y en la construcción de una identidad masculina tóxica.
Hoy en día tenemos niñas con referentes de princesas que ya no son las sumisas. Como Brave, que es el modelo de referencia de mi hija. O como Vaiana, la primera princesa feminista. Y la gran duda es: ¿dónde está ese modelo positivo para los chicos? La idea de que vosotras habéis transformado y nosotros no, hace que tengan que convivir chicas empoderadas con chicos que no saben dónde están y que no tienen elementos positivos de referencia.
La gran aportación del feminismo es la crisis que ha generado en la masculinidad y a la que hay que buscar una solución, viéndola como una oportunidad. Estamos ante la posibilidad de que sigan prevaleciendo modelos tóxicos: si yo digo Donald Trump o La Manada, todo el mundo sabe a qué tipo de identidad masculina nos referimos. Pero no ocurre lo mismo si hablo de Justin Trudeau, de Carles Francino... Hay tantos hombres imperfectos, contradictorios, con manchas en el currículum y en su pasado que tienen que reconocer y reparar... Ninguno somos perfectos ni estamos exentos de sexismos, como tampoco lo estáis las mujeres.
Parece que, cuanto más feminismo hay, más machismo resurge. ¿Tienen miedo los hombres a perder privilegios?
El miedo genera respuestas tóxicas. Tienes miedo, no estás conectado con tu propio cuerpo, no sabes de qué va esto de la empatía y de ponerte en el lugar de la otra persona y eso se refleja. Tenemos que recuperar confianza y abrir espacios juntos y juntas para el encuentro.
Para mí, la quinta ola del feminismo tiene que ser el amor. Tenemos que creer que es posible vivir mejor. Porque si esto que estamos haciendo no nos sirve para ser más felices, tiene poco sentido. En ese sentido, las expresiones de violencia y los espacios que la legitiman no me interesan.
Hay que mirar a aquellos que hemos conseguido transformar. Las manifestaciones del 7 de noviembre del año pasado estaban llenas de hombres, hombres con agenda y contradicciones. Todos tenemos un pasado del que tal vez no nos sintamos orgullosos, pero yo creo que debemos mirar al futuro y hacer un compromiso con la acción. Y ese compromiso pasa necesariamente por la no violencia, por la toma de conciencia de nuestra propia agenda, por nuestra implicación en el cuidado y en todos los ámbitos relativos a la equidad de género en instituciónes, empresas, sindicatos... La igualdad no es cosa de mujeres, es una cuestión de la humanidad que también nos afecta a los hombres: necesitamos equidad y esto no sería posible sin la implicación del 50% de la sociedad.
¿Cómo convences a esos hombres que se han quedado atrás? ¿Cómo les conciencias de que el feminismo también es bueno para ellos?
Para muchos hombres, el feminismo tiene una connotación histórica que de primeras nos da miedo. Lo bueno es que, aunque no lo sepamos, empezamos a transitar por los elementos liberadores que nos regala el feminismo. En cuanto nos acercamos y tenemos ese despertar desde una perspectiva feminista o de género, nos sentimos aliviados porque es quitarse la armadura o apartarla en algunos momentos hasta dentro de un tiempo. Es fundamental tener claro que la desigualdad es intolerable, que la violencia es insoportable y que no habrá democracia real sin la equidad. Y que este proceso está lleno de alegrías y contradicciones. Tenemos mucho que disfrutar pero también hay que mitigar la sensación de vértigo que nos da a los hombres esa pérdida de privilegios.
Insistes en el libro en que no se trata de cambiar sólo tu cabeza, ni de que cambies solo tú. También con tus amigos, compañeros de trabajo, grupos de WhatsApp... No como los amigos de La Manada, que ninguno dijo nada cuando pasaron el vídeo.
Dice muy sabiamente Celia Amorós que hay que construir el pacto entre iguales. Una masculinidad tóxica, que es emocionalmente tan vulnerable y tan débil, necesita de las hermandades de hombres y de esos espacios donde nos sentimos fuertes con esas ideas de poder efímero. Nos consideramos que controlamos, que podemos dominar la sexualidad ajena... Pero esto es como Matrix. Los hombres que estamos ahí dentro no somos conscientes. Pero con que haya un sólo Neo, una persona que te haga ver que estás respondiendo a un sistema tóxico que te hace vivir la sexualidad de forma aberrante... El Matrix lo pueden construir hombres que estando dentro de ese pacto lo rompan. En el caso de La Manada, hubiera sido fundamental que alguno pidiese perdón. Que reconozcan el dolor. La buena noticia hubiera sido que de estos 21 miembros del grupo de Whatsapp hubiese un despertar de Matrix.
O sea, que al final necesitas ser un valiente para romper con La Manada.
Sí, claro. Y es una valentía que requiere de una templanza y profundidad que solo la consigues cuando conectas con tus emociones, con tu vulnerabilidad, con tu cuerpo...
¿En qué beneficia a las sociedades acabar con la masculinidad hegemónica, por ejemplo, económicamente?
Hay muchísimos datos. Por ejemplo, la criminalidad. En España, el 93% de los presos son hombres. Es decir, que tienen un sesgo de mayoría absoluta. Una carrera criminal en Europa —con todos los gastos que acompañan a una persona que comete varios delitos a los largo de su vida, los procesos judiciales...— se estima que cuesta unos 92 millones de euros de media. Si multiplicamos por la población penitenciaria, que es en su mayoría masculina...
Otro dato son los accidentes de tráfico en Europa, que cuestan 200.000 millones de euros. Y más del 90% de los accidentes con consecuencias graves los protagonizan los hombres. Podemos hablar de los suicidios, los accidentes laborales, que tienen un sesgo de género importantísimo... Es tal el impacto de la masculinidad normalizada en la economía que alrededor de un 8% de los recursos totales de nuestro país se pierden por atender a esas causas que normalizamos.
Por otro lado, está el talento oculto y que no aflora de las mujeres. Se calcula que un proceso de empoderamiento y una equiparación del talento de las mujeres aportado al mercado laboral, en EE.UU. por ejemplo, supone el 6% del PIB. La equidad es un factor de desarrollo humano, económico y, lo más interesante, es que suele ser desde una perspectiva de mayor sostenibilidad que aquel espacio de desarrollo económico generado desde una cultura patriarcal.
¿Hay instituciones gubernamentales que están haciendo este tipo de cálculos?
Este es el momento en el que lo estamos empezando a problematizar. Estamos siendo testigos de un momento histórico. Aquello que tiene que ver con un sistema desigual peligra. De hecho, aquellos líderes del llamado 'eje del mal', los más sexistas tienen políticas más xenófobas, reducen gastos que tienen que ver con los cuidados... Y aquellos que son feministas tienen un compromiso diferente. El cambio merece la pena y ya es imparable.
Todos sabemos que, en el caso de la violencia de las mujeres, no es un problema de las mujeres, sino de los hombres que sufren las mujeres. Y tenemos que erradicar la desigualdad y sobre todo la construcción de identidades desiguales que deslegitiman los cuerpos masculinos preparados para la guerra o para el ejercicio de poder. Como decía Simone de Beauvoir, una mujer no nace, se hace. Pues el un hombre no nace, se hace. De la misma forma que hemos sido construidos de una manera tóxica, limitante y patriarcal, podemos conseguir lo contrario. Ese es el mensaje que quiero trasladar: seres imperfectos, contradictorios que, desde un pasado que tenemos todos y todas, vamos a ver qué tramos de camino seguir.
Para acabar, ¿por dónde empiezan los chicos que estén leyendo la entrevista ahora mismo a cambiar?
El libro lo he planteado como un manual. Si lo lees con cariño, te puede llevar a algún lugar porque es un diálogo de experiencias de masculinidad. Una vez terminado, quiero invitar a que se lo pasen a otras personas. Y que por otro lado, tengan en cuenta su agenda: todos podemos ver qué hacer en la relación de pareja, podemos introducir pequeños cambios, empezar a interesarnos...
A los chicos les planteo que merece la pena coger el feminismo, la equidad, el trabajo personal, mostrar nuestras dudas, cuidar a nuestros amigos, dejarnos guiar por las lobas que corren libres.