El relato de una refugiada tras dejar Ucrania que remueve conciencias: "Me siento culpable"
Alina ahora trabaja ayudando a jóvenes y pide que se cuide la salud mental de los más de 2,5 millones de refugiados
Se llama Alina y, como más de 2,5 millones de personas, la guerra en Ucrania le obligó a abandonar su país para asegurar su vida. En el décimo día de invasión y ataques rusos decidió salir y buscar refugio en el extranjero, dejando atrás tod, también su familia.
Ahora trabaja en Aldeas Infantiles SOS y, como recoge Europa Press en un reportaje sobre ella, ahora se enfrenta a la “culpa del superviviente”. “Entiendo que aquí estoy a salvo, pero emocionalmente me encuentro peor”, declara
Tanto ella como su marido y dos niños pequeños resistieron los primeros días en casa de un amigo, pero la situación lejos de calmarse, “se estaba volviendo aterradora”. “Pusimos cinta adhesiva en las ventanas y preparamos un escondite, pero pronto vimos que esto no era muy seguro, y tampoco lo era correr al refugio antiaéreo más cercano, que no estaba cerca de nuestra casa”, ha explicado. Cambiaron de casa, pero el destino era igual de inseguro.
La situación no le dejó otra opción real que abandonar el país. Tanto su hijo como su sobrino, del que están al cargo estaban teniendo pesadillas y “mientras dormían gritaban y saltaban como si fueran a echar a correr a alguna parte”, entre tic nerviosos a causa del miedo y el continuo estrés.
“Todo era un terrible caos. Nos enteramos de que un tren salía de Kiev hacia el oeste de Ucrania. Para nosotros no importaba a dónde ir. Lo más importante era alejarnos de lo que estaba pasando. Ya había controles militares y se estaba haciendo difícil salir del lugar en el que estábamos”, explica Alina a Europa Press.
Su camino, después de tres días, pasó por un tren hacia Uzhgorod, ciudad del oeste fronteriza con Eslovaquia, un trayecto de 17 horas que hicieron de pie en el vagón. Apenas recuerda detalles, confiesa: “Para ser sincera, ahora estoy totalmente confundida con las fechas. No sé qué pasó ni cuándo. Solo sé que hablaban de que se avecinaba una noche difícil, y justo en ese momento decidimos seguir avanzando”, ha explicado.
El ‘sentimiento de culpa’
No solo es dejar su tierra, es dejar atrás su casa, su gente... y su marido. Y el sentimiento de culpa que no esconde pese a no tener ninguna culpa. “La verdad es que emocionalmente me siento mucho peor que en casa. Aquí estoy sin la persona que podría calmarme: mi marido. Creo que sería capaz de relajarme un poco si él estuviera aquí”, ha explicado.
“Me siento culpable. Entiendo que aquí estoy a salvo, nadie está disparando, no necesito correr a ningún lado, estoy en un lugar cálido, los niños y yo estamos cuidados. Pero emocionalmente me siento mucho peor aquí que cuando estaba en Ucrania”, ha insistido.
El relato de Alina a Europa Press es una llamada a la urgente “ayuda psicológica” que deben recibir refugiados como ella. Sabe de lo que habla, ya que es psicóloga. “Entiendo que no podré ayudar a los jóvenes si no tengo la oportunidad de cuidar también de mis propias emociones”, ha explicado.
En Aldeas Infantiles SOS se encarga de ayudar a los jóvenes, con los que está en contacto constante. “Tuve una llamada hoy con algunos de ellos. Cinco de ellos se encuentran en un pueblo de la región de Kiev donde se bombardeó una iglesia. Todos están bien. Estoy en contacto regular con ellos y dicen que ahora están bien”, explica.
Esas llamadas, cuenta, le dejan tocada. “es el momento en que piensas más y empiezas a sentirte mal emocionalmente. Escucho el miedo y la ansiedad en sus voces”, por eso reclama que la atención humanitaria no sea solo de primeros auxilios, alojamiento o alimentos. Reclama ayuda para cuidar la salud mental de los que han dejado atrás su tierra y su hogar.