¿Quién fue Alberto Fujimori?
Alberto Fujimori llega a la presidencia de Perú en 1990, y lo hace como un outsider de una política nacional que se encontraba fuertemente azotada por la nefasta gestión de su predecesor, Alan García, al frente de la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA), y por la relevancia mediática de su principal opositor, el escritor Mario Vargas Llosa, quien encabezaba el conocido como Frente Democrático (FREDEMO).
Lo cierto es que, contra todo pronóstico, a partir de la primavera de 1990 comienza a ganar relevancia mediática e interés en la opinión pública, al erigirse como una opción intermedia entre el intervencionismo del APRA y el alineamiento con el Consenso de Washington que reclamaba Vargas Llosa. Es decir, sobre el aliento de un gobierno tecnócrata que dirigiese sus esfuerzos a superar las condiciones estructurales de la violencia, unido a una normalización con Estados Unidos y las entidades financieras internacionales y una militarización en la respuesta frente a las amenazas de los grupos armados de Sendero Luminoso y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA). Y es así que el ingeniero agrónomo oriundo de Lima se haría con las elecciones en segunda vuelta el 10 de junio de 1990.
Sin saberlo, Perú iba a abrir una nefasta página de su historia política y democrática que apenas comenzaría a cerrarse más de una década después. A solo pocas semanas de su victoria presidencial, Fujimori, amparándose en la magnitud de la crisis en la que se hallaba inmerso el país, va a poner en marcha un plan de austeridad conocido vulgarmente como el "fujishock" inspirado en recortes, privatización y desregulación, y que iba a ser soportado directamente por las clases populares más vulnerables y pauperizadas por su gestión. Si bien, la macroeconomía se recuperó, las condiciones de la violencia estructural fueron desatendidas y la superación de la violencia se orientó a una suerte de desnaturalización del Estado de Derecho del que presidentes como Álvaro Uribe tomarían buena cuenta años después.
Es decir, el estamento militar pasó a tener un peso específico importante en la estructura del Estado y, en su favor, se flexibilizaron los límites normativos frente a la lucha que inspiraban Sendero Luminoso y el MRTA. Continuamente trató de anteponer la fuerza militar frente a la policía, tratando de atribuirle éxitos, como la captura de Abimael Guzmán - líder histórico de Sendero Luminoso, aunque para ello hubiera que desdibujar el curso de los acontecimientos.
Controló mediáticamente los principales periódicos y cadenas de radiotelevisión en aras de construir una esfera de amenaza continua que justificase los excesos para prevenir y debilitar los grupos armados, aun cuando la violencia cada año se reducía notablemente por la correlación favorable de fuerzas del Estado. Se pusieron en marcha amnistías y leyes que permitían atropellos continuos a la democracia y los derechos humanos. Se criminalizó la protesta social y cualquier atisbo de cuestionamiento a la política fujimorista. Se fomentó el paramilitarismo y la guerra sucia a partir de grupos operativos como el "Grupo Colina", responsable directo de masacres que hacen parte de la historia reciente más sanguinaria de Perú, como Barrios Altos (1991) o La Cantuta (1992).
Igualmente, se procedió con miles de detenciones, muertes y desapariciones forzadas que terminaron por involucrar directamente al Estado y que solo han sido conocidas gracias a la ingente labor de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación, que publicó su informe, de más de 4.000 páginas, en 2003. Se puso en marcha un (auto)golpe de estado en abril de 1992 que desbarataría el Estado de Derecho y a todo un poder judicial que, a partir de ese momento, perdería sus atribuciones como garante de un ordenamiento jurídico organizado en torno a una nueva Constitución, de 1993, que no tardaría en ser desdibujada continuamente. Finalmente se alteraron elecciones y se corrompieron miles de jueces, abogados, fiscales, empresarios y periodistas, tal y como nos mostraron los conocidos como "vladivideos", en donde Vladimiro Montesinos, responsable de la Inteligencia peruana y hombre de confianza de Fujimori, se mostraba como su principal valedor.
Por mucho de todo lo anterior fue condenado Alberto Fujimori a 25 años de cárcel. Una pena con delitos imprescriptibles – como los de lesa humanidad – que sin embargo han quedado en nada fruto de que anteayer, día de Nochebuena, a las 6:00 de la tarde, el actual presidente, Pedro Pablo Kuczynski procedía a conceder su indulto. Mejor dicho, procedía a devolver el favor a un fujimorismo que finalmente tuvo en su poder la decisión de no revocarle de su mandato por el cobro de dinero irregular procedente de Odebrecht. En definitiva, lo llaman democracia y no lo es.