Prepárense, republicanos
En este 11 de septiembre estamos pendientes de una sentencia que puede limitar la acción popular tachándola de violenta.
En este 11 de septiembre de 2019, en Catalunya estamos pendientes de conocer la sentencia del Tribunal Supremo a los líderes soberanistas que permanecen ya cerca de dos años en prisión preventiva. La sensación mayoritaria en nuestra sociedad es que la sentencia quiere ser una especie de castigo, una advertencia a navegantes que se opongan al mantenimiento de todos los cerrojos del régimen constitucional de 1978, demostrando, de facto, que no es cierto que se pueda hablar políticamente de todo en ausencia de violencia. Con las “cosas de comer” el régimen no permite ni el debate parlamentario ni la especulación pública y, utilizando de ariete al poder judicial, doblegará interpretativamente la legalidad hasta donde haga falta para cercenar cualquier atisbo de disidencia.
Prepárense, republicanos, sindicalistas, feministas, altermundistas y resto de radicales democráticos, la jurisprudencia del Tribunal Supremo está a punto de sentar cátedra sobre la única interpretación posible; la acción popular masiva y mayoritaria (evidentemente no violenta) no podrá cambiar nada ya que inmediatamente será tachada de violenta, rebelde y sediciosa, como forma de dejar claro que sus ideas no tienen ninguna posibilidad, no ya de triunfar, sino simplemente de formar parte del debate público de una democracia madura.
Es posible que en el debate político en Madrid, la capital del reino, sigan a lo suyo; posiblemente intentaran que la sentencia del Supremo no represente un problema excesivo para su atolondrada agenda, seguiremos observando cómo el PSOE maneja la coyuntura de forma absolutamente frívola con la única perspectiva que la electoralista y partidaria (los problemas de la gente y sus soluciones son, como mucho, un aderezo de la propia y permanente campaña electoral), y a las tres derechas intentando utilizar el tema de Catalunya como ariete de oposición para desgastar al PSOE criminalizando, sin rubor, a demócratas que ya lo eran cuando esta misma derecha flirteaba con el franquismo o ahora con Salvini, Orban o Le Pen.
Se espera más de la izquierda de tradición obrera o hija del 15M, se espera que no acepte acríticamente la hegemonía del pensamiento conservador cuando piensa en el Estado español, sus pueblos, su pluralidad y su futuro democrático, porque un proyecto común es posible pero solo, como decía un clásico del federalismo, si se basa en el respeto y el reconocimiento entre iguales, el “pacto entre iguales”. Y, hablando de clásicos, en España es evidente aquello de que “un pueblo que oprime a otro pueblo no puede ser libre”. Se utilizará el sesgo reaccionario que proclaman partidos e instituciones contra la mayoría social catalana, contra la izquierda y los demócratas españoles una vez estos consigan la movilización popular y los objetivos de cambio de régimen que en Catalunya hemos acariciado.
En fin, un poco de perspectiva de fondo haría que no jugásemos a la repetición electoral y al regate corto, jugaríamos a intentar estabilizar un diálogo entre la izquierda y entre demócratas para frustrar a la derecha y recordar que los problemas de la democracia moderna se solucionan con más democracia y no con corralitos judiciales.
En Catalunya se inicia una nueva etapa después de la sentencia del Tribunal Supremo, etapa que requiere de análisis y reflexión y que no puede reproducir las mismas claves que nos han llevado hasta aquí, en que la hegemonía del proceso soberanista en demasiadas ocasiones ha pivotado sobre la derecha conservadora catalana, dificultando la entrada de sectores populares relevantes en nuestro país.
Queda pendiente conseguir una mayoría en Catalunya mucho mayor de la que disponemos, que deberá ir ligada a un modelo social avanzado, libre de corrupción, democráticamente participativo, municipalista, feminista y consciente del reto climático, que haga ilusionante y deseable para toda la sociedad catalana el modelo republicano que defendemos. Para ello, necesitamos un foro de diálogo de la izquierda soberanista, un entendimiento y colaboración amplia del conjunto del soberanismo republicano rupturista para combatir la estrategia de las fuerzas políticas e instituciones que trabajan para cerrar la ventana de oportunidad de cambio que el 15M y el proceso soberanista han representado.