¿Por qué la pandemia no tumbará el papel de las ciudades?
Lejos de representar una amenaza para la sociedad como consecuencia de la pandemia del coronavirus, constituyen un elemento fundamental para encontrar la solución a la actual crisis.
Son tiempos difíciles para las ciudades. Un informe reciente de Naciones Unidas sobre el impacto de la COVID-19 en el mundo concluye que las ciudades son las zonas más castigadas por la pandemia global, catalogadas como los principales focos de contagio y dispersión del virus. Debido a esto, son cada vez más las voces que relacionan la alta densidad poblacional de grandes ciudades como Madrid o Barcelona con una mayor propensión en la dispersión del virus, mayores tasas de infección y, por tanto, de mortalidad. Todo esto anticipa las consecuencias negativas que podría tener la pandemia para el desarrollo futuro de las ciudades. Es ante estas amenazas, conviene recordar el rol fundamental de las ciudades como motor de desarrollo económico y progreso social para el conjunto de la sociedad.
Y es que, como consecuencia de las economías de aglomeración (que son los beneficios que aparecen cuando empresas e individuos se agrupan en una determinada localización geográfica), los efectos positivos derivados de la concentración espacial que representan las ciudades no sólo provocan una reducción en los costes de producción, de distribución y financieros; sino que, además, constituyen el elemento esencial para el impulso de la innovación.
La presencia de empresas que prestan servicios especializados, la existencia de avanzadas estructuras de investigación y formación (universidades y centros de investigación), la aparición de intensos vínculos interindustriales producto de una localización espacial próxima y la gestación de una demanda sofisticada y específica, propia de las grandes ciudades, constituye el verdadero motor de la innovación. Así, las ciudades, con todos estos atributos que las caracterizan, actúan como reductoras de las incertidumbres y del riesgo empresarial que conllevan los procesos de innovación. Son, por otro lado, fuente de creatividad empresarial y de renovación industrial dado que concentran en un espacio muy reducido una gran multiplicidad de individuos, ideas e inquietudes.
Tres procesos se ponen en evidencia que constatan el papel de las ciudades como garantes de la innovación:
Las ciudades son incubadoras naturales de empresas
Planteadas como iniciativas diseñadas para acelerar el crecimiento y asegurar el éxito de proyectos emprendedores, las incubadoras de empresas prestan apoyo a través de una amplia gama de recursos y servicios que puede incluir el alquiler de espacios físicos, la capitalización, el coaching, la introducción a redes de networking, y otros servicios básicos como Internet o limpieza. A través de una red consolidada de servicios (transporte, agua, telecomunicaciones, electricidad y demás), la proximidad a los principales órganos decisorios y un volumen mayor de población; las ciudades ejercen, de manera natural, el papel de incubadoras asegurando el acceso a información más precisa, a un mercado más amplio y sofisticado y a conocimiento en un determinado ámbito de especialización. Además, gracias a la presencia de una red diversificada y especializada de servicios urbanos, que reduce los costes de implantación, la ciudad posibilita que la dimensión inicial de las empresas sea pequeña.
El ciclo de vida de los productos
Las ciudades tienen, también, un papel clave en el ciclo de vida de los productos y en la dinamización industrial. La concentración espacial propia de las mismas resulta imprescindible para la renovación o modernización de aquellos productos cuya comercialización se encuentra ya en una fase tardía y cuyo volumen de ventas es reducido. Dado el papel estratégico que en estos procesos de relanzamiento desempeñan las funciones de concepción y de diseño propios de las grandes ciudades, donde se agrupan creativos y diseñadores, su función como motores de innovación se ve reforzada.
Otra condición que determina el papel decisivo de las ciudades en los procesos de innovación es la reducción del ciclo de vida de los productos. Y es que muchos productos han visto reducir drásticamente su período de permanencia en el mercado desde los 20 a los 3-5 años, cuando éstos son sustituidos por nuevos bienes. Dicha innovación en los productos se elabora en estrecha relación con la innovación en los procesos de fabricación, dado que éstos deben, en cortos plazos de tiempo, llegar al mercado en condiciones de bajos costes de producción. Todo esto da, una vez más, ventaja a las grandes áreas metropolitanas, donde se pueden localizar en un único espacio físico unidades integradas de investigación-fabricación-ingeniería de productos nuevos. Es el caso, por ejemplo, de la revitalización de las ciudades mexicanas fronterizas a raíz del fenómeno de las maquiladoras o el despegue de las grandes áreas metropolitanas chinas como consecuencia de la dinámica industrial del país en las últimas décadas.
Los procesos de innovación en las grandes ciudades
Si los nuevos productos, en la fase inicial y pionera de su ciclo de vida (desde la invención, industrialización y comercialización) encuentran en las grandes ciudades ecosistemas favorables para su lanzamiento, y muchas pequeñas empresas y emprendedores, en las cuales los procesos de innovación se identifican con su misma existencia, muestran una preferencia localizativa similar, parece legítimo asegurar que la ciudad es el lugar preferido para que se den procesos de innovación.
La densidad de información relevante propia de las grandes aglomeraciones urbanas donde confluyen órganos decisores públicos y privados, además de avanzadas estructuras de investigación y formación, así como la concentración de interacciones y de sinergias entre empresas, la reducción de incertidumbres y de riesgos para las empresas y la existencia de condiciones favorables de oferta y de demanda, así como una mayor facilidad para establecer contactos directos con los grandes centros de investigación extranjeros constituyen algunos de los principales aspectos por los que las ciudades constituyen elementos imprescindibles para que se den procesos de innovación que contribuyan, en último caso, al progreso de la humanidad.
Así, las ciudades, lejos de representar una amenaza para la sociedad como consecuencia de la pandemia del coronavirus, constituyen un elemento fundamental para encontrar la solución a la actual crisis, dado que concentran los procesos de innovación e investigación necesarios para encontrar una vacuna que posibilite la vuelta a la normalidad, y prevenga futuras pandemias que amenacen nuestro estilo de vida.