Negociando el Brexit: la importancia de una sola voz europea
Imposible saber cómo terminará todo, pero de momento la UE ha aprobado el examen final de una asignatura que no había estudiado nunca porque no estaba incluida en el temario: la salida de uno de sus Estados miembros.
Sin precedentes y, por lo tanto, sin itinerarios en los que inspirarse, la Unión ha sido capaz de aplicar por primera vez en su historia el Artículo 50 del Tratado cumpliendo con los plazos y con las previsiones.
Pocos auguraban cuando comenzaron las negociaciones entre Londres y Bruselas que la UE no se iba a dividir a lo largo de las mismas y menos aún que alcanzaría prácticamente todos los objetivos que se había marcado.
Por el contrario, eran muchos los que consideraban poco menos que imposible que se saliera con la suya en temas cruciales, desde la factura a abonar por el Reino Unido hasta la formulación del período transitorio, pasando por los derechos de los ciudadanos comunitarios que residen en el Reino Unido (que permanecerán intocables).
¿Habilidad de la Comisión Europea?, ¿solidaridad mutua entre los 27?, ¿hacer de necesidad virtud? Seguro que una mezcla de todas esas razones y otras tantas que sería prolijo enumerar –entre ellas, la debilidad británica, autoinfligida vía referéndum- están en la base del éxito de la Unión en las negociaciones.
Pero quizás la razón fundamental estribe en que la UE ha negociado con una sola voz capaz de articular de forma coherente el interés comunitario. Un argumento más a favor de la Europa federal.
La UE pierde -si lo pierde finalmente- un gran país, pero gana en experiencia y, sobre todo, patenta un antídoto frente a posibles aventuras abandonistas: irse no es para nada un buen negocio, ni a corto ni a largo plazo.
La palabra la tiene ahora el Parlamento británico, que puede rechazar o aprobar el tratado de salida casi con un 50 % de probabilidades en cada caso.
Pero se vaya o se quede en última instancia el Reino Unido, es hora de que la UE se plantee nuevos pasos en su profundización, a través de un nuevo ciclo político que debería comenzar con las elecciones europeas de mayo de 2019.
Hacer frente al populismo (el resultado del referéndum sobre el Brexit fue uno de los logros de esa ola) necesita de inteligencia y firmeza, no de apaciguamientos. En las conversaciones con Londres, Bruselas ha aplicado ese principio. Ahora toca hacerlo para conseguir nuevas reformas que nos acerquen a culminar la unión política europea, sorteando los obstáculos que los gobiernos euroescépticos pondrán en ese camino.
Para conseguirlo, la unidad de criterio entre Alemania, Francia y España (cuyo Gobierno ha apostado fuerte sobre Gibraltar, obteniendo un excelente resultado) será clave. Pero habrá que actuar deprisa y con decisión.