Madrid, las Termópilas de Pablo Iglesias
A la derecha y a la ultraderecha les ha costado siete años derrotar a Pablo Iglesias.
Pablo Iglesias finalizó esta semana su carrera política en unas elecciones en las que sabía que no ganaría, pero en las que luchó, sin éxito, para conseguir que la alianza de derecha radical (PP y Vox) no gobernase la Comunidad de Madrid.
La historia nos cuenta que la batalla de las Termópilas fue uno de los episodios más míticos y memorables de nuestra historia. Uno de esos episodios que cambian el devenir de la historia para siempre. Esta batalla, que tuvo lugar durante la segunda guerra médica en el año 480 a.C. enfrentó a los aliados griegos, es decir, a tropas griegas de distintas polis griegas (ciudades-estado de la antigua Grecia) contra el todopoderoso Imperio Persa liderado por Jerjes I.
Los griegos, que no eran más de 7.000 soldados, eran una alianza de diferentes polis griegas (Arcadia, Corintio, Tebas, Micenas, Fócida, etc.) donde destacaba el grupo de los 300 espartanos liderado por el rey de Esparta, Leónidas. Este, teniendo todos los privilegios en su tierra y pudiendo haber firmado la paz con Jerjes manteniendo su status quo de rey de Esparta, decidió defender su tierra y luchar con su gente.
Esto recuerda bastante a esa coalición formada por varios grupos, organizaciones y partidos políticos llamada Unidas Podemos. Su líder, Pablo Iglesias, que era vicepresidente del Gobierno de España y así lo hubiese sido hasta 2023, decidió dejar su posición para combatir con su gente y luchar en las Termópilas de Madrid.
Por otro lado, Jerjes, el caudillo autoritario, déspota, mentiroso, arrogante y oportunista del Imperio Persa, contaba con un increíble ejército de 250.000 soldados bien armados y bien entrenados. Por supuesto, Jerjes venció, pero perdió al 10% de su ejército al enfrentarse a un ejército de aliados que era 35 veces menor en número. Y lo más importante, Jerjes nunca luchó al lado de su pueblo, más bien insultaba y llamaba “mantenidos” y “mediocres” a su propio pueblo cuando este no conseguía una victoria o cuando necesitaba comer y hacía colas para obtener un pedazo de pan.
Finalmente, los persas vencieron y se hicieron con las Termópilas. Leónidas murió en la batalla, poniendo fin a una vida llena de éxitos. Fue un líder que supo retirarse, que cometió muchos errores, muchos aciertos, ilusionó a millones de personas, decepcionó a otras tantas, pero hay algo que no se le puede reprochar, fue honrado, y supo irse cuando debía, asumiendo que ir a las Termópilas, era ir hacia su muerte. Además, a Jerjes le costó un mes doblegar a un ejército inferior, mal armado, sin recursos y siendo atacado por todos los flancos. A la derecha y a la ultraderecha les ha costado siete años derrotar a Pablo Iglesias, y lo mejor es que lo que comenzó el 15 de mayo de 2011 en todas las plazas públicas de todos los pueblos y ciudades de España aún no ha sido derrotado.
A Iglesias, que te puede gustar más o menos, hay que reconocerle tres cosas. La primera, que siempre ha dicho las cosas muy claras —a veces demasiado claras—. La segunda, debemos admitir que desde 2014 —y puede que desde antes— junto a un equipo de personas muy válidas, consiguió cambiar la política española y del sur de Europa, probablemente para siempre. La muerte del bipartidismo en España, el auge de los partidos-movimiento en Europa y la lucha contra las políticas de austeridad son ejemplo de ello.
Finalmente, la tercera es que Iglesias ha sido y es —no sé si alguien le superará en esto, pero por el bien de nuestra democracia, espero que no— el político más insultado, atacado y calumniado en la historia de España. Nunca antes a un político se le atacó y amenazó tanto, especialmente desde una derecha que cada vez es más radical y que también acosó en su día a grandes demócratas como a José Luis Rodríguez Zapatero.
No hay que olvidar que Jerjes arrasó con las Termópilas llevándose a Leónidas y a los espartanos por delante, como el 4 de mayo hizo Isabel Díaz Ayuso en la Comunidad de Madrid con Unidas Podemos e Iglesias. Pero ese día, pese al pesimismo, la catástrofe y la tristeza, nació una nueva esperanza en todas las polis griegas. Una esperanza, que días más tarde se culminaría con la batalla de Salamina, donde los navíos griegos vencieron a los de Jerjes haciéndole retroceder.
Y no, las guerras médicas no acabaron ni con las Termópilas, ni con Salamina, pues en total duraron dos siglos y tuvieron nuevos protagonistas, y nuevos héroes. Pese a la muerte de Leónidas, las polis griegas supieron recomponerse, porque la guerra continuaba y había que vencer a quien quería aplastarles. Por eso, tras la muerte de Leónidas, la Antigua Grecia gozó del liderazgo de nuevos héroes como Temístocles, Pericles o Alejandro Magno.
Esto significa que muchas veces caer en una batalla puede servirnos para recomponernos, repensar las estrategias, trabajar más, replantear todo y avanzar para ganar una guerra. Las polis griegas vencieron porque supieron identificar al enemigo en común, supieron recomponerse, crear nuevos liderazgos y ser una alternativa real al autoritarismo de Jerjes. Vencieron porque la derrota en las Termópilas les hizo ser más.
Hemos de ser conscientes que el cambio que inauguró el 15-M ha mutado en su esencia, pero en su continente más que en su contenido. Sigue habiendo una necesidad acuciante de una fuerza política que sea capaz de defender los intereses del abajo para contra el arriba. Si algo ha dejado claro todo el proceso tan convulso en el que ha cabalgado Podemos desde 2014 es que el discurso antiestablishment es el que mejor acaba acoplándose al sistema. Se rompe, pues, la premisa que Iglesias espetó en Vistalegre I: “El cielo no se toma por consenso, se toma por asalto”.
Queda patente, pues, que las necesidades populares son satisfechas cuando una fuerza política —o más bien, una convicción como la de Más Madrid— es capaz de adaptar el discurso a las demandas de la gente. Mónica García ha conseguido lo que Podemos nunca logró incluso en sus mejores años: dar el sorpasso al PSOE y ensanchar el espacio del cambio con un discurso lejano de folclorismos de izquierda y refritos del clivaje izquierda-derecha.
Y en Madrid, pese a la derrota, somos más, y veo más posible que nunca el hecho de acabar en las urnas con la Jerjes madrileña. Agradeciendo a Iglesias su labor, y el hecho de haber renunciado a su puesto y de morir políticamente el 4 de mayo de 2021, no hay que olvidar que aún existe una alternativa progresista, verde, feminista, idealista y de cambio, liderada por una mujer, que va a seguir denunciando la injusticia en Madrid, tal y cómo lleva haciendo dos años, y que es la lideresa de la oposición.
Desde la discrepancia, gracias Pablo por tu entrega y tu lucha. Y adelante Mónica e Íñigo, a continuar con el legado del 15-M.